Su solo nombre hace pensar en los sacrificios humanos que con él se llevaban a cabo en el antiguo Perú. Y es que el Tumi es uno de los objetos más reconocibles de toda nuestra milenaria cultura, tanto por su forma como por la función que cumplía.
A pesar de que en diversas culturas que pasaron por estas tierras tuvieran su propia versión de Tumi, casi todos compartían la característica hoja circular y el mango dependía del lugar donde había sido forjado.
Algunas veces era decorado con una efigie de algún animal típico de la zona o de algún ser humano.
Al ser usado principalmente para las principales ceremonias, los fabricantes usaban siempre algún tipo de metal precioso para su elaboración, como el oro, plata, cobre o bronce.
Su origen
Los principales estudios señalan que fueron los mochicas (en la costa norte del Perú) los primeros en confeccionar y darle uso al tumi. Precisamente su nombre viene de la lengua que hablaban los antiguos mochicas.
La leyenda de su aparición en esta parte del país cuanta que los primeros mochicas se hallaban navegando por lo que hoy es el río Chancay buscando un lugar en donde establecerse.
De repente vieron a un grupo de lobos marinos en la orilla. Para los mochicas esto fue una señal de los dioses y decidieron quedarse a vivir en ese lugar.
En ese sentido, ‘tumi’ podría significar león marino en lengua moche. Y al ser estos animales instrumento de una señal divina, entonces al tumi se le comenzó a relacionar con todo lo divino desde entonces.
En las ceremonias
En el mundo antiguo en general, se creía que una manera de complacer a los dioses era ofrecer sacrificios humanos.
Los mochicas no fueron la excepción y para realizarlos usaban unas dagas que recibieron como nombre ‘tumis’.
Esa es una de las razones por las que los sacrificios tomaron el estatus de sagrados, y por los cuchillos que para ello utilizaban.
El tumi es uno de los personajes favoritos dentro de la iconografía de la cultura mochica, en la que suele aparecer cortando el cuello de sus ocasionales víctimas en los sacrificios.
En otras culturas
Como tantas culturas en este Perú, los mochicas también desaparecieron. Sin embargo, su instrumento favorito sobrevivió y fue adoptado por otras culturas. Entre ellas, sus sucesores, los Sicán. Fueron justamente ellos los que le terminaron de darle forma y diseñaron el singular mango con el que paso a la historia.
La leyenda de esta situación dicta que el fundador de los Sicán, un sujeto de nombre Naylamp, que al morir le salieron alas.
Y tal como lo hizo Jesucristo, Naylamp resucitó poco después y se fue al cielo. Tras conocer el hecho, el pueblo sicán (también llamados ‘lambayeques’) creó la imagen de un hombre alado en su honor y para recordarlo.
Dentro de esos homenajes, al parecer un devoto sacerdote decoró su tumi con esta imagen del hombre pájaro y a todos les gustó como quedó el nuevo diseño.
Vale recodar que a Naylamp, mucho antes de su muerte, ya era objeto de culto por su pueblo. Una prueba de ello es la construcción de un gran templo que contenía una imagen sobre un pedestal.
Esta figura, hecha de jade, era conocida como Yampallec; y es el motivo principal que se incluya ese material en los mangos de los tumis como decoración.
También en cirugías
Pero no solo para matar a otros seres humanos, el tumi también era utilizado como instrumento en algunas intervenciones quirúrgicas, como la conocida trepanación craneana.
Durante este procedimiento se hace un orificio en el cráneo del paciente, mediante el raspado o la perforación. Esta práctica era usual para los doctores de la época para calmar las inflamaciones que sufrían los pacientes, por culpa de traumatismos craneales.
Pero había una gran diferencia, pues las hojas de los tumis usados para estas intervenciones eran más pequeños en comparación a los que se usaban para las ceremonias de sacrificio.
Hasta el día de hoy, cuando un peruano ve un tumi en cualquier lado del mundo, sabe que hay un compatriota cerca, pues es un icono popular en todo el Perú y uno de los objetos más preciados para todos nosotros.