Bagua, Amazonas. Hace 57 años, los padres del entonces niño Narciso Moya Ñique dejaron Cartavio (Ascope, La Libertad) y se adentraron en la espesura de la selva amazonense, su tierra prometida. En Bagua se abocaron al cultivo de arroz, panllevar y otros. Y, como era costumbre o pasatiempo de los pobladores, huaqueaban en busca de “entierros”, especialmente en Semana Santa, inclusive llegaba gente de la costa con estos fines.
Entre la tupida vegetación, cuando horadaban hoyos para los horcones o zanjas de sus casas encontraban cerámica. Era algo cotidiano, parte del paisaje natural. Así, Narciso admiró variadas piezas de distintas características extraídas año tras año que eran vendidas a coleccionistas o aficionados o simplemente, los campesinos las guardaban en casa sin darle mayor importancia.
Hasta que los trabajos de prospección arqueológica de Ruth Shady entre 1975 y 1976 les dieron luces de la importancia histórica de este sitio. Entonces, emerge el afán de proteger ese legado y evitar el huaqueo. Dan los primeros pasos organizativos a instancias del comunero Alex Chunga, hasta que entre 2010 y 2012 el arqueólogo Quirino Olivera Núñez excava en Casual, Quebrada Seca y Las Juntas. Entre todos los hallazgos sorprendieron los coloridos murales descubiertos en Las Juntas, cuya noticia atrajo la atención de cientos de estudiantes, especialistas, turistas y curiosos que solo en dos meses superaron los 2.500.
Esta afluencia determinó que los pobladores de Las Juntas se organicen para garantizar la protección de este patrimonio, no solo de los huaqueros sino también de los fenómenos naturales y gestionaron la construcción de un techo sobre las estructuras que acogen a los murales. En vista que el apoyo de las autoridades les fue negado, organizaron diversas actividades para recaudar fondos e instalar la cobertura. Tenían claro que su pasado histórico constituye un enorme potencial turístico y se consolidan como Asociación Arqueológica Caserío Las Juntas, que adquirió la categoría de Punto de Cultura.
Desde entonces no han cesado en persistir ante las autoridades locales, regionales, nacionales y académicas, proyectos para la continuación de las investigaciones y la puesta en valor del sitio. En 2015 ganaron un concurso, cuyos fondos habilitaron el campamento con iluminación y la adquisición de cámaras fotográficas. Luego accedieron a otro fondo con el que se agencian de un proyector, mesas, sillas, ecran, equipo de sonido y otros.
Vuelco a la historia
A fines del 2022, la asociación logró que la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) de Amazonas autorice las excavaciones en la explanada que era utilizada como campo deportivo. Esto, a partir del proyecto elaborado por el arqueólogo trujillano Daniel Castillo Benites junto a sus colegas Omar Ventocilla y Martín Serquén.
Tras las excavaciones, en enero de 2023, el hallazgo fue revelador, salió a la luz una plaza rectangular inconclusa, construida con canto rodado y argamasa de 11 metros de largo por 6 de ancho y unos 30 centímetros de altitud. Al exterior de la misma, dos fogones con quemas sucesivas, evidencia de actividades rituales simbólicas en distintos periodos, con residuos de aves, venados, y en el contorno miles de fragmentos de cerámica de variados estilos: locales, regionales, inclusive de la costa, que, a decir de los especialistas, se trata de ofrendas a sus deidades, pero seccionadas, conforme era la costumbre.
Castillo Benites estima que este asentamiento data del 1800 a.C. (formativo medio), es decir que tiene más de 3 mil 800 años y sería contemporáneo con los Cupinisque de la costa liberteña, según datos de Larco Hoyle. Este fechado está en función de las características de la cerámica, cuya confirmación depende de los futuros análisis de carbono 14 que se harán en lo sucesivo.
La importancia de este yacimiento radica en su ubicación geográfica, un lugar de encuentro de grupos procedentes de la Amazonia, del Ecuador a través del río Chinchipe, de la sierra y la costa. Precisamente recibe el nombre de Las Juntas porque aquí confluyen el río Utcubamba y la quebrada La Peca, un valle privilegiado para la agricultura. Se trataba de sociedades que interactuaban permanentemente. Eso explica que en Cupisnique se encontraran residuos de aves y alimentos propios de la selva (monos, aves, tintes y otros).
“Con estos hallazgos se destierra la idea de que en la selva solo habitaron organizaciones tribales (formativo tardío), sino que alcanzaron un desarrollo cultural correspondiente al periodo del formativo medio (Cupinisque Pacompampa, Kunturwasi, Chavín y otras). Esto es lo más antiguo en la selva y corrobora con los patrones culturales que llegan a la costa de manera perfeccionada”, sostiene Castillo Benites.
Nuevas investigaciones
Para Castillo Benites, la arquitectura preinca excavada en la explanada Las Juntas se torna en antesala a los espacios sagrados, dedicados a rituales de mayor envergadura en áreas elevadas y con murales. Se trata de contextos que determinan las ocupaciones del espacio por distintos grupos culturales; por eso es prioritario mirar a la cultura Bagua como unidad, la civilización que pobló el nororiente peruano. Esto amerita la ampliación del proyecto, en una tercera etapa, que está en marcha para establecer la correlación de los hallazgos de la parte baja con el montículo, donde están los murales.
“En las posteriores investigaciones proyectadas buscamos reafirmar la antigüedad del lugar y correlacionar esta investigación con las distintas etapas cronológicas constructivas que se dieron en el montículo para cohesionar y tener algo sumamente valioso para compartir en futuras publicaciones”, acotó el experto.
Liderazgo comunal
Estos resultados son posibles con la activa participación de los miembros de la comunidad, a través de Asociación Arqueológica Caserío Las Juntas que provee a los profesionales alimentos, estadía, movilidad, mano de obra; además de alianzas con distintas instituciones públicas y privadas.
Las entidades que se sumaron al proyecto son la Universidad Toribio Rodríguez de Mendoza, Universidad Nacional Intercultural Fabiola Salazar Leguía, Gerencia Subregional de Amazonas y la Municipalidad Provincial de Bagua, cuyos representantes garantizan la continuidad del proyecto.
El propósito de la asociación es poner en valor el sitio para abrirlo al turismo bajo condiciones óptimas, con un museo y salas de interpretación, y de esa manera diversificar la oferta turística de Amazonas. En sus planes está la publicación de un libro en tres idiomas: español, inglés y awajún con financiamiento de la Universidad Fabiola Salazar.
Este aporte a la arqueología contribuye a fortalecer la identidad de esta comunidad al ofrecerles la posibilidad de conocer su pasado, a través de talleres de sensibilización a dictados a niños y adolescentes.
“Lo elogiable de las Juntas es que la comunidad organizada es la que gestiona los proyectos y los recursos. Nosotros apoyamos desde la parte técnica con la elaboración de los expedientes y orientarlos. Han asumido, con firmeza, ese desafío desde el principio a favor de su pueblo”, destaca Castillo Benites.
Se trata de un modelo de gestión que nace porque la mayoría de ellos trabajó en el proyecto del 2010 y el 2012 y les sorprendió la paralización de las labores. Por eso, no ocultan su satisfacción ante los resultados de los hallazgos que hoy admiramos por la antigüedad que revelan. Este compromiso garantiza la sustentabilidad del proyecto.
El fundador de la asociación, Wilder Cajo, recuerda que en solo 15 días concurrieron a este sitio más de 2,500 visitantes y eso les demostró que la población se beneficiaba al vender refrescos, anticuchos, comida.
“Nos dimos cuenta que era tan importante proteger este sitio porque generaba desarrollo socioeconómico a través del turismo y comenzamos a proteger el patrimonio cultural que era destruido porque la población desconocía su valor. Evitamos el huaqueo y difundimos nuestra historia entre los pobladores, que la mayoría somos campesinos”, puntualiza.