La página web de Omega Pro está cargada de promesas millonarias, detalla que tiene cerca de dos millones de clientes a nivel mundial y especifica que trabaja sin descanso “para crear riqueza sin fronteras”. No hay más datos rigurosos, salvo que está registrada en San Vicente y las Granadinas, un territorio considerado paraíso fiscal.
Tampoco menciona, por supuesto, que este presunto bróker ha sido prohibido en al menos una decena de países y que, desde 2020, en el Perú, donde no tiene RUC ni domicilio legal, la Superintendencia de Bancos y Seguros (SBS) viene alertando que carece de autorización para captar depósitos del público.
Aunque la plataforma ya es popular el mundo, en los últimos días cobró notoriedad luego de que su gerente para Latinoamérica, el peruano Juan Carlos Reynoso, fuera detenido en México durante un operativo policial por presunto lavado de dinero y tráfico ilícito de drogas.
El empresario fue capturado junto con otras cinco personas en las oficinas de Black Wall Street Capital, dedicada a la gestión y asesoría financiera. Se les confiscaron armas largas, 170 mil dólares en efectivo y presuntamente cocaína.
La reciente detención desata alarmas, pero sobre todo es propicia para remarcar cómo opera una seudoempresa que se ha extendido a países de Latinoamérica, Europa y Asia.
Banco del milagro
La narrativa de Omega Pro es la misma que de la típica estafa piramidal: el dichoso banco del milagro con retornos exorbitantes y ganancias por cada inversionista reclutado para operar en Forex, un mercado de divisas altamente volátil donde la firma administra, según la presentación que les hacen a sus prospectos, un volumen de transacciones de seis billones de dólares diarios de trading.
Fundada en el 2019 por el hindú Dilawar Singh, en su planilla también abraza a Andreas Szakacs, un empresario sueco. De todos ellos se ven fotografías y videos en redes sociales en los que invitan a invertir en Omega Pro para asegurar su libertad financiera.
El monto más económico para ser parte de Omega Pro es US$100 y el más alto, US $50.000. Lo único que se debe hacer es adquirir uno de estos “paquetes de inversión” y dejar el dinero en manos de los “expertos” que supuestamente lo trabajan en Forex.
El afiliado, como lo llaman, debe ser referido por otro. Si su dinero permanece durante 16 meses, siempre habrá un retorno del 300%, como prometen los gurús sin rostro que lo difunden.
Sin embargo, según un informe de Bloomberg, la firma ha venido cambiando de nombres para poder camuflarse de la vigilancia internacional. Solo el año pasado, las autoridades de España, Francia, Argentina Chile, Colombia y Perú divulgaron diversas advertencias a los inversores.
En junio de 2020, la SBS incluyó a Omega Pro en la lista de entidades financieras informales que operan sin permiso tras recibir dudas de usuarios preocupados por saber si su dinero estaba en manos seguras.
“Primero se presentaban en el país como Banco Omega Pro, pero cualquier empresa financiera necesita tener autorización de la SBS para operar. Después de la primera alerta que emitimos, dejaron de denominarse ‘banco’, pero siguen captando el dinero de las personas”, dijo al portal Sudaca Daniel Reátegui, coordinador de supervisión de actividades informales del regulador peruano.
Los mismo pasó en Colombia, Argentina, Chile, Bélgica, Malasia y Nicaragua: a la empresa multinivel de inversiones no regulada y con alto riesgo financiero le quedó como destino la censura, aunque nunca de manera definitiva.
La gran estafa latinoamericana
Luego de quedar detenido por la policía en México, el nombre de Juan Carlos Reynoso rápidamente cobró protagonismo, ya que en Colombia es buscado junto a sus líderes tras ser acusados de ser una organización que estafó a más de 280 personas por más de 5 millones de dólares.
Reynoso se hacía pasar como el gurú de las criptomonedas y se mostraba como un multimillonario que alcanzó el poder gracias a inversiones con retorno rápido de dinero. Captaba a sus incautos convenciéndolos de invertir y hasta los manipulaba para que pidan préstamos a bancos e invitar a otros a que se sumen en esta red criminal.