Esta es la curiosa razón por la que el mes de febrero tiene solo 28 y 29 días

Luego de un primer un error histórico, la intervención de la Iglesia Católica salvó a la humanidad de seguir contando mal los días.

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Febrero es un mes que ha pasado por muchos cambios a través del tiempo (Freepik)
Febrero es un mes que ha pasado por muchos cambios a través del tiempo (Freepik)

Uno de los grandes inventos del ser humano, desde su aparición en la tierra el calendario. Y es que es una gran manera que todos los habitantes del planeta tienen de saber el día y año en el que están viviendo.

Sin embargo, no hay una sola manera de establecer los días y años que van pasando ya que alrededor del mundo, dependiendo de cada cultura, también existen el calendario chino, el hebreo, el hindú, el musulmán, el persa, el budista. El que usamos en esta parte del mundo es el calendario gregoriano.

Y de todos los meses, hay uno que es bastante particular ya que solo tiene 28 días, aunque a veces llega a 29, en los años bisiestos. Esta es el motivo de esta situación tan particular.

Estábamos incompletos

Moneda con la efigie Numa Pompilio. (Anton Nyström)
Moneda con la efigie Numa Pompilio. (Anton Nyström)

Para saber cuál es el verdadero motivo de por qué febrero solo tiene 28 días, debemos retroceder hasta el siglo VIII a.C y ubicarnos en la capital del mundo conocido en ese entonces: Roma.

En esos tiempo, era usual el calendario Romulus, el mismo que solo tenía 10 meses y su inicio era el uno de marzo. Llamado así en honor al dios de la guerra Marte. Además este coincidía con el equinoccio de primavera. Finalizaba en diciembre. Pero, ¿enero y febrero? No habían nacido aún.

Así, el mundo era perfecto hasta que en 732 a.C, el rey Numa Pompilio parece haber sido el único que se dio cuenta que al calendario le faltaban un par de meses. Y se hizo la luz.

Pero la incertidumbre continuaría un tiempo más, ya que los romanos terminaban el año en febrero y solo contaban con 355 días.

Para que todo cuadrase uno de los nuevos meses debía ser par y el honor recayó en febrero con 28 días. Mientras que el resto de meses tenían entre 29 y 31 días.

¿Todos contentos? Todavía, pues esto resultaba confuso. La nueva medida fue introducir un mes bisiesto, quitarle los últimos días del mes y comenzar el nuevo mes el 24 de febrero.

Julio César lo ajustó

La figura de Julio César, obra de Nicolas Coustou. (Marie-Lan Nguyen)
La figura de Julio César, obra de Nicolas Coustou. (Marie-Lan Nguyen)

Como hasta ahí nadie parecía entender nada, tuvo llegar el emperador Julio César y con influencia de los egipcios rehacer todo. Para lograr su cometido, solicitó la ayuda del astrónomo y filósofo Sosígenes de Alejandría.

El primer gran paso para ordenarlo todo de una buena vez llegó en el año 46 a.C que duró 445 días. Solo después se le agregaron días de más al calendario hasta llegar a los 365 que conocemos ahora.

Una de los métodos que se uso fue aumentar un día a todos los meses que terminaban en 29. Ahora tendrían 30. Para estos cambios no se tuvo en cuenta a febrero por lo que quedó con sus 28 días.

A pesar de todos los esfuerzos este calendario juliano, nombrado así por Julio César, todavía no era del todo correcto. Y es que había que compensar un desajuste entre el año trópico y el calendario. Es por esa razón que se añadió un día cada cuatro años. El mes elegido fue febrero, y así fue como nació el año bisiesto.

La iglesia mete la mano

Retrato de Gregorio XIII atribuido a Bartolomeo Passerotti (Bildindex der Kunst und Architektur)
Retrato de Gregorio XIII atribuido a Bartolomeo Passerotti (Bildindex der Kunst und Architektur)

Con el calendario juliano, a pesar de sus errores, rigió por varios siglos, hasta que la Iglesia Católica, ya con todo el poder que fue ganando con el pasar de los años, se dio cuenta que su Semana Santa cada vez se acercaba a la temporada de verano (en Europa) y esto no era del agrado del Papa Gregorio XIII, quien en 1582 decidió cambiar todo una vez más.

Ocurre que el Sumo Pontífice deseaba que el equinoccio de primavera en el hemisferio norte sea el 21 de marzo y no el día 11, como ya se había hecho costumbre desde el siglo XVI.

Entonces decidió crear un nuevo calendario y para solucionar su problema dispuso que del cuatro de octubre de 1582 pasemos al 15 de octubre. En menos de 24 horas no salteamos 10 días y, de pasada, dio solución al desajuste acumulado.

Pero eso no fue todo, pues también aprovechó para cambiar la fecha de inicio de año del 24 de marzo al uno de enero.

Y para evitar volver a caer en desfase, determinó que cada año bisiesto seguiría siendo cada cuatro años, menos los años sean por divisibles por 100, pero que no lo sean por 400. Esto quiere decir que los años 2100, 2200 ni 2300 no serán bisiestos. Fácil, ¿no?

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