Cambiar la vida de otros para bien es un poder que pocos tienen y que la doctora Liliana Mayo obtuvo porque el destino lo quiso así. Cuando estaba a poco de terminar la universidad encontró su camino y motivación en la vida, esa que la ha llevado a ser catalogada como una de las 50 mujeres más poderosas del Perú según Forbes, además de recibir los premios El Sol del Perú, el Premio Reina Sofía de España, entre otras distinciones. Aunque esto parece no importar cuando hablas con ella, una mujer que sigue mostrando esas ganas de ayudar a las personas con habilidades diferentes a enfrentar la vida e involucrarse en la sociedad, como cuando fundó el Centro Ann Sullivan Perú en una cochera en 1979.
Sin sus padres y sus ganas de saberlo todo, nada de esto hubiera pasado. Mayo, egresada de San Marcos y amante del café por las mañanas, recuerda con gran amor a sus progenitores, a quienes agradece en innumerables ocasiones por formarla y adherirle una característica particular: el servicio con los demás.
“Mi madre nació en Trujillo y mi padre en Chincha Alta. Los dos vinieron a Lima y se conocieron acá. Ambos estudiaron Farmacéutica. Abrieron farmacias y estas siempre estuvieron en sitios muy humildes, como la zona de los Barracones, en el Callao. Mi papá siempre estaba ayudando y ofreciendo soluciones en consultas médicos. Yo los vi sirviendo siempre. Por eso yo creo que no estoy haciendo nada excepcional, sino que hago lo que vi en mis papás desde niña”, recuerda Liliana, quien atendió a Infobae desde Estados Unidos.
Con ese pensamiento creció. En la Universidad San Marcos eligió la carrera de Psicología Clínica. Durante el internado se preocupaba porque las cosas no salieran mal y preguntaba cada curiosidad al punto de cansar a su coordinador y recibir el castigo de ser enviada a Educación Especial por tres meses.
“El castigo resultó mi pasión. Ahí conocí niños con habilidades diferentes. Vi niños encerrados y desnudos en techos, en jaulas. Pensé: ‘¡Dios! Esto hay que cambiarlo’. Entonces nació el sueño de hacer un mundo diferente para estas personas y sus familias”, cuenta la doctora Mayo. En ese momento la iniciativa de su madre, quien falleció a los 55 años de edad por cáncer, jugó un papel importante.
Nadie quería darle un espacio para iniciar su sueño, entonces se lo pidió a sus padres. “Mi mamá convenció a mi papá. Hablaron toda la noche como hablan los papás y me dieron el garaje de la casa. Mi madre me dijo: ‘démosle a la casa un valor humanista , empieza ahí’. Después tomé la sala, el comedor, fui tomando toda la casa”, relata entre risas.
Obviamente las críticas llegaron. “Muchas amigas me dijeron ‘Liliana, ¿cómo le haces eso a tus papás?, traer a chicos que gritan’”, pero sus padres siempre estaban listos para respaldarla y darle palabras de apoyo.
“Mi mamá decía: ‘no tengo lo que heredé, lo que gané lo perdí, solo tengo lo que di’. Ella recalcaba que siga mis sueños. Lo que más me marcó en la infancia fue el amor de mis padres, el servicio y que siempre creyeron en mí”, menciona con emoción.
Así nació el Centro Ann Sullivan Perú (CASP) en 1979. Dos años más tarde ya habían 50 niños y jóvenes, y hasta antes de la pandemia del COVID-19 habían más de 400 alumnos en los programas. Ahora, presencialmente son cerca de 300, pero contando con los matriculados virtualmente son más 450. Hay algunos que han estudiando periodismo en San Marcos o traducción en la Ricardo Palma, chicos que trabajan como cualquier otra persona.
Ahora el CASP es ejemplo en otros países, siendo replicado en Sudamérica y Centroamérica. Brasil fue el primero que imitó el modelo y tiene dos similares en Río de Janeiro y Sao Paulo. En Argentina hay uno y el más sorprendente está en Panamá, que ha adoptado el modelo peruano pero a nivel nacional con el apoyo del Gobierno.
Marta Linares de Martinelli, exprimera dama de Panamá, visitó el Perú en su búsqueda de este modelo de ayuda social y lo eligió para su país natal. Esto, lamentablemente, no sucede aquí, a pesar de que la doctora Liliana Mayo lo solicitó en los inicios. Sin embargo, entendió que su propio esfuerzo era suficiente.
“Cuando recién empezamos pedimos apoyo. Perú tiene tantas prioridades, pero no para la educación especial, en general. Si hubiera esperado al Gobierno me hubiera quedado en el garaje. Nosotros tenemos que tocar puertas. He entendido, en 44 años cumplidos, que cuando te dicen no, es una manera lenta de decirte sí”, agrega.
A nivel internacional llama mucho la atención lo que ha logrado el CASP con estos chicos y sus familias: capacitan a más de 500 familias una vez al mes con más del 94% de asistencia o tiene más de 100 alumnos trabajando en la mejores empresas del Perú. Algo que, por ejemplo, no sucede en Estados Unidos, donde se filmó Atypical, una serie en Netflix que cuenta la pubertad, adolescencia y juventud de un autista.
“Tenemos alumnos que están viviendo solos y que financian a sus familias. Que cuando su madre tiene cáncer o problemas son los que financian a los médicos, eso no hay en Estados Unidos. Eso les llama la atención, cómo los chicos pueden trabajar tantos años, ser los que ‘paran la olla’ o ayudan cuando hay una crisis. Yo espero que algún momento se haga una película de lo que los chicos están logrando”, explica.
Así como la doctora Liliana Mayo creció y se inspiró en su familia para todo lo logrado hasta el momento. También cree que no hay forma de que los chicos con habilidades diferentes destaquen si no es con el apoyo de ellos.
“El pronóstico de un niño lo da su familia. A veces me da gran pena cuando creo que ese niño pudo ser, tenía ese potencial, pero su familia no lo apoyó. Por eso trabajamos tanto con la familia. Por eso el Centro Ann Sullivan se diferencia, porque no solo le enseña al niño, sino también a la familia”, menciona.
A la galena, amante del ají de gallina y un buen ceviche, como buena ‘chalaca’, le cayó de sorpresa esta distinción. “Lo tomo con mucha humildad. Lo que siento es que cuando tienes pasión, cuando persistes, cuando tienes el deseo de servir en tu país, no es Liliana Mayo, yo no lo hago sola. tengo un equipo que tiene las mismas locuras y pasión que yo. En otros países creen que somo como 300 en el CASP, pero no somos más de 70 y trabajamos como si fuéramos un montón”, menciona
“Esto me ha dado más energía y entusiasmo para lograr mi gran sueño: lograr que todo niño con habilidades diferentes en nuestro país tenga su familia y la oportunidad de recibir educación. Nosotros creemos que las personas con habilidades diferentes pueden ser independientes, productivos y felices en al vida si le damos una oportunidad”, resalta la doctora, quien disfruta de los músicos peruanos Eva Ayllón, Juan Diego Flores y Gianmarco.
Las manifestaciones y protestas en el Perú no cesan, una crisis política que parece no terminar y que ha afectado a todos los peruanos, incluyendo al Centro Ann Sullivan del Perú, como menciona Mayo: “Nosotros le hemos enseñado que ellos deben colaborar en la casa, ellos salen a comprar y ven cómo los precios han subido. Hay algunos que trabajan, y a ellos les agrada que sea presencial, pero ahora les toca remoto. Además, los que tienen familia en la zona sur ven que no pueden hacer nada, también han perdido familiares en las manifestaciones. Como a todo peruano, nos ha impactado”.
Sin embargo, destaca que esto no tiene porqué detenerlos ya que han pasado distintas crisis. “Ya lo hemos pasado en terrorismo y tenemos que seguir. Nosotros decimos que las crisis son oportunidades para analizar y ver. Lo que a mí me gusta es que ellos también están viendo qué pueden hacer para ayudar. Yo les digo que deben hacer lo mejor que pueden en su trabajo. El mejor regalo para nuestro país es lo que hacemos con calidad total”.
Por otro lado, menciona que estas crisis son oportunidades: “El COVID-19 fue una oportunidad para usar mejor la tecnología. Lo que estamos aprendiendo con nuestro alumnos es que ellos sepan que la vida va a ser así, los cambios son parte de este siglo, pero hay que seguir adelante, no te tienes que deprimir”.
En el Poder Ejecutivo y Legislativo del Perú deberíamos tener personas con los valores bien introducidos y con las ganas de servir a la sociedad. Sin embargo, esta es una utopía no solo en el Perú, sino a nivel mundial. Liliana Mayo ha sido invitado en varias ocasiones, pero ha preferido decir que no.
“Lo que yo siempre he sentido es que la mejor política es hacer bien mi trabajo. Me han invitado en varias ocasiones, pero cada vez que me han invitado a un puesto político he pedido consejo y sin ellos tal vez hubiera ‘metido la pata’. Yo siento que estoy bien, sé hacer una cosa, la quiero seguir haciendo bien con el equipo extraordinario que tengo y esa es la mejor política”, enfatiza la egresada de San Marcos.
Además, menciona que necesitamos líderes que formen a líderes que quieran a nuestro país. “El uniforme de nuestro centro lleva la bandera del Perú y le recuerdo a mi personal que querer al Perú, sudar la camiseta, es hacer un buen trabajo. No es llenarte de dinero, es servir. Eso es lo que hago y lo que haré hasta que me muera. Gandhi siempre decía: ‘No hay camino para la paz, la paz es el camino’”, concluye.