A través de su historia desde su independencia, y desde antes, el Perú ha sido el lugar perfecto para encabezar una rebelión. Al parecer, siempre alguien ha encontrado un buen motivo para alzar las armas en contra de la autoridad de turno.
Tal vez la más famosa de todas las rebeliones que han existido en nuestro país sea la de Túpac Amaru II por defender a su pueblo de los abuso de los españoles.
Unos siglos más adelante, a principios del XX, hubo otra que parece haber pasado al olvido y es la que encabezó Teodomiro Gutiérrez Cuevas, quien luego de ser un reconocido militar que peleó al lado de Andrés Avelino Cáceres en la guerra del Pacífico, pasó a ser el líder de una rebelión y que fue bautizado como ‘Rumi Maqui’ (mano de piedra, en quechua).
Testigo de lo inhumano
Nacido en Cerro de Pasco (Junín) en 1864, ya enrolado como militar y convertido en subprefecto de Chucuito (Puno) vio cómo los terratenientes cometían una serie de abusos contra los trabajadores indígenas.
Entonces, cuando todavía estaba del lado de la ley eliminó el trabajo gratuito y el reparto de la lana. Además, hizo construir una escuela en la localidad de Juli.
Estas acciones le ganaron el cariño y la admiración de los trabajadores maltratados. Por el otro lado, los hacendados comenzaron a mirarlo con cierto recelo y algunos hasta con verdadero odio. Hasta que sus superiores, para no tener más problemas decidieron cambiarlo de lugar de trabajo.
Como decíamos en las primeras líneas de esta nota, las rebeliones por diversos motivos era moneda corriente en buena parte del siglo XIX en todo el Perú, sobre todo en la zona del altiplano, a las que se les llamaba ‘guerra de castas’.
Generalmente lo que motivaba estos movimientos eran los abusos que se cometían contra a población indígena y las constantes invasiones de los ricos hacendados en tierras de los menos favorecidos.
Según los historiadores, algunos de estas rebeliones incluían un trasfondo místico como el de volver a las épocas del Tahuantinsuyo y expropiar las tierras de los blancos. La revuelta de Gutiérrez Cuevas también habría tenido esas intenciones.
La conversión
Para el año de 1912, Gutiérrez Cuevas estaba en la provincia de Canas (Cusco) como jefe militar. Tras los resultados de las elecciones presidenciales que dieron como ganador a Guillermo Billinghurst, creyó que era buena idea llegar de buena manera a entrevistarse con el recién electo mandatario para tratar de mejorar las condiciones laborales de los indígenas. Esto amparado en la popularidad de Billinghurst en aquellos años ya que no era miembro del Partido Civilista, el lugar de la Lima aristocrática de entonces.
Durante su visita a Palacio de Gobierno, Gutiérrez Cuevas entregó una lista de demandas que los mismos indígenas habían escrito. Entonces a Billinghurst no se le ocurrió mejor idea que nombrarlo emisario personal para que evaluara la situación social en toda la zona del altiplano.
Para cumplir su misión, Gutiérrez Cueva volvió a Puno en 1913. Grande sería su sorpresa al enterarse que en el trascurso de ese año grandes grupos de trabajadores explotados saquearon y agredieron a terratenientes y autoridades locales. Como respuesta a esas acciones, se habían producido una serie de masacres en los poblados de Samán, Caminaca, Arapa y Achaya.
De igual manera, al enterarse de su llegada, varios hacendados denunciaron a Lima al militar por alborotar a los indios.
El caso llegó hasta la Cámara de Diputados, en donde Bernardino Arias Echenique, uno de los terratenientes más importantes y representante político tuvo la osadía de acusar a los protestantes de cometer ‘antropofagia’ (canibalismo) y al enviado de Billinghurst de promover saqueos y el bandolerismo, además de hacerse llamar ‘Mesías’ por los indígenas.
Las cosas empeoraron para Gutiérrez Cuevas, ya que el 14 de febrero de 1914 (un día nada amistoso) el presidente Billinghurst fue derrocado por los militares.
Entonces la campaña de desprestigio contra el militar se intensificó y se pedía un castigo ejemplar para él y sus seguidores. Viéndose casi acorralado, a ‘Rumi Maqui’ no le quedó más opción que huir a Bolivia primero para luego pasar a la Argentina.
La llegada de ‘Rumi Maqui’
Pero su naturaleza no era huir ni entregarse como una mansa paloma, el líder de los indígenas sabía que la única solución a todos los problemas era pelear. Así fue como decidió volver al Perú, aunque la fecha es un misterio hasta ahora.
Desde entonces preparó la rebelión que pretendía reinstaurar el Tahuantinsuyo en el Perú. También, ese fue el momento preciso para adoptar su nombre de batalla ‘Rumi Maqui’ (mano de piedra, en quechua).
Durante varios meses, recaudó fondos y organizó su ejército. La idea primigenia era atacar el primer domingo de carnaval de 1916. Sin embargo, temiendo la filtración de sus planes adelantó el ataque para el 1 de diciembre de 1915.
El ataque
Hasta que llegó el día señalado y junto a 300 hombres (la mayoría de Huancané y Azángaro), todos mal armados y pobremente preparados, comienza a tomar varias haciendas.
La primera fue la hacienda Atacarí, propiedad de Alejandro Choquehuanca. Luego, como si de una venganza personal se tratara, se dirigió hacia las tierras de Bernardino Arias Echenique, quien lo había acusado en la Cámara de Diputados.
Ahí ‘Rumi Maqui’ dejó en paz la hacienda Unión para intentar tomar San José, la principal. Y luego de una férrea resistencia, finalmente tuvo que darse por vencido.
Su precario ejército se vio mermado y se vio en la obligación de huir. Hasta que fue capturado en Arequipa. En la ‘Ciudad Blanca’ fue juzgado por traición a la patria y condenado a 20 años de prisión. Pero de alguna manera se las ingenió para escapar de la cárcel y fugar una vez más a Bolivia, en donde desapareció sin dejar rastros.
Sin su líder principal, los indígenas de Puno sufrieron una dura represión por varias semanas. Varios dirigentes fueron apresados y otros asesinados.
Así fue como terminó el efímero sueño de Teodomiro Gutiérrez Cuevas de luchar por los derechos de los menos favorecidos, y que hasta aun hoy parece ser un problema lejos de resolverse de manera definitiva.