En la historia del Perú, varios son los presidentes que podrían llevarse el premio de más polémico. Tanto por cómo llegó, lo que hizo durante su gobierno y sobre todo por cómo dejo al país.
La lista es larga, pero hay un gobernante que particularmente dejó honda huella en nuestra vida república por lo que significó su llega a Palacio de Gobierno para la historia del Perú.
Se trata de Augusto B. Leguía, quien a pesar de haber sido ya presidente entre los años 1908 y 1912, su vida todavía le daría una sorpresa al país. Una tan grande que para algunos pasaría al recuerdo como el presidente que modernizó al Perú, y para otros como el más abyecto dictador.
Lo curioso es que su segundo gobierno le dio final a una etapa que debió ser de construcción nacional, en cambio fue llamada República Aristocrática.
República Aristocrática
A esta parte de la historia republicana del Perú es conocida de esa manera ya que desde 1895-1919, fue la oligarquía quien rigió los destinos del país, prestándole mayor atención a la agro-exportación, minería y las finanzas.
Este peculiar periodo se dio inicio con la llegada a Palacio de Nicolás de Piérola y termina con el golpe de estado de Augusto B. Leguía, en 1919.
De nuevo al poder
Augusto Leguía y Ántero Aspíllaga (candidato oficialista) eran los principales candidatos a ocupar el sillón presidencial para las elecciones de 1919. Y aunque todo apuntada que Legui sería el vencedor, se realizaron una serie de denuncias señalando un fraude de parte de ambos candidatos. Entonces el caso pasó a la Corte Suprema para que hallar la solución.
Pero el ente judicial anuló varios miles de votos de que favorecían a Leguía. El riesgo de anular las elecciones era enorme y la responsabilidad de elegir al nuevo mandatario recaería en el Congreso, algo que no caía bien en las huestes de Leguía ya que la mayoría del parlamento eran del partido de su rival.
Entonces la madrugada del 4 de julio de 1919 las fuerzas de Leguía, con ayuda de la gendarmería y la inacción del Ejército, tomaron Palacio, capturaron al entonces presidente José Pardo Barreda y le deportaron hacia los Estados Unidos.
En esas circunstancias Leguía se autoproclamó presidente provisorio y disolvió el Congreso fue disuelto.
Primeras acciones
A penas se hizo del poder, Leguía convocó a un referéndum para aprobar la reelección consecutiva (algo que hizo dos veces) y aumentar los mandatos presidenciales de cuatro a cinco años.
También instauró una Asamblea Nacional para ratificar las reformas constitucionales aprobadas.
Una de las primeras labores de esta Asamblea fue contra de nuevo los votos que Leguía creía que le habían robado. Este proceso lo dio como ganador y recién fue proclamado presidente constitucional el 12 de octubre de 1919. El mismo proceso repetiría en 1924 y 1929 cuando fue reelegido como mandatario.
Dictadura con modernización
A pesar de haber ganado la elecciones y que la población esperaba que respete el proceso democrático, lo cierto es que Leguía actuó como un dictador ya que cerró medios de prensa y mandó a perseguir a sus enemigos políticos para encerrarlos, deportarlos y, algunos, hasta fusilarlos.
Durante su gobierno, Leguía convirtió al Estado en motor de desarrollo en varios aspectos de la sociedad peruana.
En ese sentido, lo fortaleció e intervino de manera en que se hizo más dominante para traer prosperidad económica al país. De esta manera, el presupuesto estatal creció, el gobierno gastó mucho en una gran cantidad de obras públicas.
Claramente las polémicas también estuvieron presentes durante su mandato. Dos de los más notorios fue el caso de Brea y Pariñas (algo así como el Odebrecht de la época pero con petróleo) y el otorgamiento de a perpetuidad de los ferrocarriles a la empresa inglesa Peruvian Corporation. Situación que se cortaría en 1970.
Caída y destino final
La caída de la bolsa de valores de los Estados Unidos en 1929 provocó una crisis económica mundial en la que el Perú también sufrió sus consecuencias
Una de estas fue el alza del costo de los productos de primera necesidad y esto generó las airadas protestas de la población, a las que sumó el ejército.
Esta situación, sumado a las acusaciones de corrupción de varios funcionarios gubernamentales, a la firma de los tratados de límites con Chile y Colombia (calificado de ‘entreguistas’ por sus detractores de Leguía) provocó un movimiento revolucionario en el sur del Perú que amenazó con llegar a Lima.
Así fue que el 22 de agosto de 1930 firmó su renuncia ante una guarnición del ejército para entregar el poder al comandante Luis Miguel Sánchez Cerro.
Sin aliados que lo ayudaran en sus momentos más difíciles, Leguía fue encerrado en la prisión de El Frotón y más tarde en el Panóptico del centro de Lima.
En este último lugar estuvo 14 meses antes que sus males prostáticos se intensificaran y una bronconeumonía hiciera que fuera trasladado al Hospital Naval del Callao. Allí murió el 6 de febrero de 1932.
Primero fue enterrado en el Cementerio Baquíjano. Pero después sus restos fueron llevados al Cementerio Presbítero Maestro.
Cosas del destino, años más tarde, Víctor Raúl Haya de la Torre (uno de los que fue deportado por él) diría que fue el mejor presidente peruano del siglo XX.