Ser mujer en el Perú nunca ha sido sencillo para ninguna de ellas. Siempre relegadas a un papel secundario en la sociedad, como dedicarse solo al cuidado de los hijos y de la casa, han sido pocas las que se han armado de valor y han tenido la ‘osadía’ de romper el molde.
Y es que el machismo ha sido como esa plaga que no las ha dejado desarrollarse con todo el potencial posible. Y así por varios siglos. Una de esas hermosas excepciones que tiene toda regla, fue María Luisa Aguilar Hurtado.
Ella, junto a un puñado de otras mujeres que se armaron de valor para no continuar con viejos paradigmas, hizo todo lo posible para reescribir la historia y marcar su propio camino. Y lo hizo de gran manera.
Rompan todo
Nacida un 20 de junio de 1938 en la provincia de Jauja (Junín), cuando solamente tenía tres años de edad sus padres se mudaron al Cusco y ahí terminó sus estudios primarios. En Lima haría los secundarios en el Colegio de la Madres Teresianas y en la Unidad Escolar Elvira García y García.
Al culminar el colegio, dio el trascendental paso que le cambiaría la vida y que ella misma calificaría como “el primer gran quiebre en mi vida”: estudió en el Instituto de Matemáticas y Física de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Pero su meta era otra, y es por eso que se fue a las Argentina, lo que ella quería estudiar era astronomía. Así que en 1969 logró graduarse como astrónoma en el Observatorio de Astronomía y Geofísica de la Universidad Nacional de La Plata.
De su experiencia en tierras gauchas señalaría más adelante que “la astronomía fue mi vínculo con la sociedad de mi época”.
De vuelta al Perú
Aguilar Hurtado regresó a la tierra que la vio nacer en 1970 y comenzó a trabajar como profesora en su alma mater: la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
“Encontré muchos resabios coloniales que ya había olvidado estando en Argentina. Había una gerontocracia muy dura y un machismo muy oscuro en las instituciones”, contó en una entrevista a El Comercio.
Fue es sus primeros años como docente que creó los Viernes Astronómicos, que era un espacio para la de divulgación de la astronomía y educación científica.
Basada en estas reuniones es que en 1980 funda y dirige el Seminario de Astronomía y Astrofísica - S.A.A., con el objetivo de convertir a la astronomía en una actividad profesional.
Para el 2001, cambia de nombre por el Seminario Permanente de Astronomía y Ciencias Espaciales (SPACE), dentro de la Facultad de Ciencias Físicas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Con relación a los Viernes Astronómicos, que hasta sigue funcionando, la misma María Luisa señaló que este esfuerzo es el más profesional y sostenido por “acercar la ciencia a quienes más lo necesitan”.
Reconocimientos
En 1974, y representando al Perú, Aguilar Hurtado lograr entrar a la Unión Astronómica Internacional como miembro consultor.
Dentro de este organismo se convirtió en miembro de las Comisiones 46 de “Educación en Astronomía y desarrollo; la 25 de “Espectroscopia Estelar” y la 32 de “Estrellas variables”. Luego de estos nombramientos, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) le otorgó el Premio Año Internacional de Copérnico en 1976.
Gracias a su influencia, logró cerrar un convenio entre la Unión Astronómica Internacional y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, haciendo posible el Primer Programa de Profesores Visitantes. Ella misma participó del programa y logró una plaza. Es así que se hizo posible la llegada de docentes de Europa y América Latina a al UAI.
No se olvidó del Cusco
Sus ganas de promover el estudio científico en todo el país parecían inacabables ya que en 1988 funda el Proyecto del Observatorio Astronómico de Educación y Turismo, en Maranganí-Cusco.
Este lugar cobró una importancia vital en esa zona del Perú por dos razones. La primera que fue una gran herramienta para el estudio y formación en astronomía. Y la segunda, porque ayudó a fomentar el turismo desarrollando la cultura científica.
Su talento no solo lo demostró en su campo, sino también en la arqueoastronomía ya que fue miembro de la Asociación Peruana de Arqueología y de la Comisión Interdisciplinaria de COARPE (Colegio de Arqueólogos del Perú).
Una vida dedicó a la educación
A pesar de ser una orgullosa y reconocida sanmarquina, otras casas de estudios no dudaron en rendirle homenaje otorgándole un sinfín de premios. Para resaltar, en 1988, la Universidad Nacional del Centro del Perú le otorgaría el profesorado honorario en 1998.
Para el 2003, la Universidad Ricardo Palma dio la medalla y condecoración académica. Desde el 2006 hasta el 2009 se convirtió en la representante del Perú ante la Unión Astronómica Internacional. Por último, la Derrama Magisterial le otorgó la Medalla de Honor “José Antonio Encina” (2010) en reconocimiento al hecho de haberle dedicado toda su vida a la educación
Finalmente, cuando ya tenía 77 años y víctima de un cáncer al estómago, dejó de existir el 29 de octubre del 2015. A pesar de su avanzada edad, su muerte no dejó de causar hondo pesar en sus alumnos que veían en ella un ejemplo de sabiduría y vitalidad.