Una herida que aún duele por la indiferencia del sistema de justicia. El 26 de enero de 1983, un grupo de periodistas marcaron una ruta para llegar a Ayacucho tras recibir la información de que pobladores de Huaychao habían asesinado a unos siete terroristas en pleno auge violento de Sendero Luminoso. Llenaron maletas con sus equipos para recoger los testimonios in situm. De ellos, y su guía, no se supo nada más.
Lo que en un primer momento parecía ser una desaparición, terminó revelando una matanza sin precedentes. Las únicas pruebas de lo ocurrido quedaron en 13 imágenes obtenidas del rollo de uno de los fotoperiodistas, que, sin imaginarlo, retrató sus últimos minutos con vida.
Seudos culpables, verdades a medias e informes que no daban respuesta a lo ocurrido se han ido acumulando a lo largo de los 40 años que tiene el caso Uchuraccay, un hecho emblemático y sin precedentes en el Perú y el mundo que sigue abierto en el sistema de justicia.
Los mártires del periodismo y Uchuraccay: Jorge Sedano (La República); Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez y Félix Gavilán (Marka); Willy Retto y Jorge Luis Mendivil (El Observador); Amador García (Semanario Oiga); Octavio Infante (Panorama de Huamanga) y el guía Juan Argumedo García.
Infobae reunió los testimonios de familiares que mantienen viva la memoria de estos mártires, siendo la voz de aquellos hombres que fueron silenciados en la peor época del país, en la cual el terrorismo se escabullía y esparcía terror en las regiones.
“Mi padre nunca perteneció a Sendero, no es un terrorista”
Rosa Argumedo, hija del guía asesinado Juan Argumedo, ha tenido que convivir con la discriminación y los señalamientos que atentan contra la memoria de su padre: “En estos años siempre han sido ocho periodistas, y al guía no se le consideraba porque su cuerpo no fue encontrado junto al de ellos. Eso lo hemos venido sufriendo a lo largo del tiempo. Hace poco nos enteramos que estaban haciendo el mausoleo, y en algún momento, soltaron el ‘cómo van a ponerlo allí'. Todavía hay ese sesgo hacia nuestra familia”.
La periodista comenta que, junto a sus parientes, tuvo que defender incansablemente la memoria de su progenitor, a quien tildaban de terrorista por llevar a los hombres de prensa hacia esa zona resguardada por militares, al estar convulsionada con la presencia de senderistas.
“Hay una cuestión muy personal que mucha gente desconoce. Octavio Infante García es el medio hermano de mi padre, por eso es que él decide ser su guía. Ese es el vínculo que hace que mi padre vaya con ellos. Por eso pierde la vida, en este afán de apoyar en esa búsqueda de la verdad. En realidad, mi padre es un mártir. Yo lo digo tajantemente, mi padre nunca perteneció a sendero y no es un terrorista”, mencionó.
“Ver a mi mamá vivir la persecución de Sendero, y del mismo Estado a través de los militares, me enseñó que nunca se han preocupado por la gente que vivió este conflicto; y lo peor es que no se dan cuenta que han dejado secuelas. La gente tiene mucho dolor”.
En estos años, mantenerse firme para que se respete y no vulnere la memoria de su padre, ha permitido que el tiempo le dé la razón, confesó. Pese a los ataques y rumores, Rosa dijo que no ha crecido con odio, y que ha aprendido a vivir con este capítulo doloroso: “A mí me decían que tarde o temprano, solo Dios tiene la voluntad de castigar a las personas que en algún momento pudieron hacernos daño”.
Compartimos la preocupación de que se esté olvidando aquellos nombres que tiñeron de sangre al Perú, y para ella, hay una única vía para que casos como el de Uchuraccay no queden en el olvido.
“Van a aparecer miles de Abimaeles Guzmán cada vez que el Estado no solucione las necesidades que tienen los pueblos originarios. Recuerdo que en mis tiempos llevábamos el curso de educación cívica y nos hablaban de lo que había acontecido. Nos hemos modernizado tanto que hemos olvidado lo que pasó en el país”, manifestó.
“Hice una reconciliación personal”
La madre de Alicia Retto estaba embarazada de ella cuando su padre, el fotoperiodista Willy Retto fue asesinado. Ella se unió a la búsqueda de justicia de sus abuelos desde una temprana edad. Creció mirando esas fotos que exponen los últimos minutos de los hombres de prensa. “Seguimos luchando contra todo un aparato. Desde el Estado, las Fuerzas Armadas y hasta la propia población que han querido borrar esas memorias”, contó a Infobae.
La mujer de prensa, y actual figura de Latina, es crítica con el informe que emitió Mario Vargas Llosa sobre la matanza, el cual juzgaron y rechazaron en medio de su dolor: “No fue real. No tuvo la intención de querer develar lo que realmente había pasado. Fue elaborado para poder proteger a los reales responsables. Y eso te lo digo bastante claro”.
“Es parte de nuestra historia, del querer entender por qué me privaron de tener al lado a mi padre. Muchos inocentes han muerto al intentar detener este conflicto armado”.
Han transcurrido cuatro décadas, tiempo en el que acusaron a campesinos de haber masacrado a los periodistas “porque confundieron sus cámaras con armas”, comentó Alicia. Tiene presente que algunas autoridades señalaron a los periodistas como terroristas por supuestamente llevar con ellos pañuelos rojos, declaraciones que no tenían una justificación sostenida.
La cámara de Retto capturó varias escenas en las que aparecían unos pañuelos blancos, arrodillados y con los brazos en alto como señal de paz. “A mi papá no lo mataron los terroristas, lo mataron por esa intención de ocultar su lucha por la verdad. Les dieron muerte para qué, ¿para que no salga a la luz lo que pasó en Huaychao?”.
El rollo fotográfico desmintió varias afirmaciones que buscaban explicar el destino trágico de los reporteros y el guía. El tiempo no justifica el olvido, por lo que se espera que aparezcan pruebas contundentes para que se retomen las investigaciones.
“Es un caso judicialmente abierto, no está archivado. No hay una sentencia. Sigue en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en el Poder Judicial”, reveló.
Le tomó mucho tiempo intentar superar lo ocurrido. A la edad de 26 años, Alicia realizó un único viaje junto a su abuelo al lugar donde asesinaron a su padre.
“No estaba preparada. Hicimos el mismo recorrido que ellos hicieron. Hice una reconciliación personal. No he querido regresar. Es tan doloroso que se me acaban las fuerzas. Emocionalmente es muy fuerte y difícil”, contó.
Heredar una justicia pendiente no es la única pena que cargan. Ambas hacen mención a que en la actualidad, jóvenes y adultos, desconocen que hubo terrorismo en el Perú, que muchos peruanos murieron a manos de sanguinarios.
La educación, el no tener miedo al recordar, y no perder el rumbo de exigir la verdad mantendrán vivo el caso Uchuraccay y otras injusticias que abren heridas insanables.