La paciente de 48 años había desarrollado diabetes en su juventud y ahora presentaba una ceguera completa, desprendimiento de retina, hemorragia vítrea y retina en mal estado. Fue intervenida quirúrgicamente, no para devolverle la visión ni para reformar su diagnóstico, sino para que no iniciara el desarrollo de glaucoma neovascular y ojo ciego doloroso (daño irreversible de globo ocular con molestias).
Se trata de uno de los casos más complejos atendidos por la oftalmóloga Patricia Lira, especialista en cirugía de retina y mácula, y promotora de una cruzada para visibilizar la desatención de la salud ocular como consecuencia de la pandemia.
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Según la especialista, los males más comunes en el país son los errores de refracción (que se producen cuando la forma del ojo no permite enfocar bien), las cataratas (opacidad del cristalino), la degeneración ocular, el glaucoma (enfermedad que daña el nervio óptico) y la retinopatía diabética, que aparece como resultado del daño en los vasos sanguíneos del tejido ubicado en la parte posterior del ojo.
“Los pacientes con diabetes con problemas oculares, que aparecen cuando la patología crónica está mal controlada, han sido quizá los más rezagados debido a la pandemia. Incluso hay pacientes que debutan con males visuales como catarata, sin saber que son diabéticos. Y eso parte porque el control del paciente no se ha dado. Acuden a atenderse cuando sus casos ya están bien avanzados. Además, durante la emergencia sanitaria se aplazaron citas y se redujeron las cirugías”, matiza Lira.
El Instituto Nacional de Oftalmología (INO), institución especializada en salud ocular del Ministerio de Salud, detalla que en 2019 se realizaron 1014 cirugías de vitrectomía posterior —para atender hemorragia vítrea como la paciente en referencia, o desprendimiento de retina y retinopatía diabética, hemorragia vítrea—, pero la cifra cayó a 405 en 2020 y 480 en 2021, frente a las 553 en 2022.
Antes de pandemia hubo 3692 cirugías de facoemulsificación (para tratar la catarata, la causa más frecuente de la ceguera), aunque la cifra cayó a 891 en 2020 y 980 en 2021, frente a las 3576 practicadas en 2022.
Del mismo modo, 757 cirugías de pterigión (crecimiento anormal de la conjuntiva sobre la córnea) en 2019, que cayeron a 356 en 2020 y 283 en 2021, frente a las 760 intervenciones en 2022. Asimismo, las cirugías de glaucoma se hundieron en 44 en 2021, frente a 793 en 2022.
Estas cifras, recogidas por Lira, “invitan a hacer incidencia en el tema preventivo y en discutir sobre el trabajo condenado de los especialistas que tratamos a pacientes específicos —remarca la experta—. Por ejemplo, me llama la atención que los endocrinólogos no hablan mucho sobre los males oculares en pacientes con diabetes, cuando lo primero que se debe realizar es un fondo de ojo, para evaluar la retina, nervio óptico y mácula. Es determinante porque, entre la diabetes juvenil y de tipo 2, la primera es la más agresiva con los ojos y todos los órganos blancos de esta enfermedad”.
Las secuelas de las pantallas
Lira también menciona que, tras el segundo año de pandemia, se ha registrado un aumento en los casos de miopía, sobre todo en niños en desarrollo. “El ordenador, las tabletas, los libros, videojuegos, pinturas, todas las actividades que impliquen estar cerca, favorecen la aparición de este mal ocular. Antes se presentaba en menores de once años, ahora ya aparece desde los ocho”, lamenta.
Añade que, en este contexto, también se han desarrollado o agravado otras patologías como la conjuntivitis y la sequedad ocular, sobre todo con la llegada del verano.
“Al estar concentrados delante de la pantalla, parpadeamos menos y segregamos menos lágrimas. Es entonces cuando aparece el ardor en los ojos, la fatiga visual y la dificultad para enfocar, entre otros”, comenta Lira, quien avizora que las consecuencias más drásticas podrían verse en unas tres décadas: personas cuya visión se vaya degenerando a temprana edad.
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