La Quinta Heeren es uno de los lugares más enigmáticos de todo Lima. Todo esto se debe a que con el trascurso de los años se fue ganando la fama de ser un espacio donde lo paranormal era cosa de todos los días. Espíritus, exorcismos, jinetes sin cabeza y todo tipo de ‘apariciones’ era lo normal, en ese lugar, según la creencia popular.
Tal vez, la muerte de uno de sus inquilinos haya ayudado a crear dicha leyenda que hasta hoy todavía asusta a muchos incautos.
Sin embargo, hoy todavía hay muchos que desconocen cómo es que apareció este espacio en una antigua zona residencial de Barrios Altos (Lima) y quién la mandó a construir.
El teutón del sol naciente
Óscar Antonio Federico Augusto Heeren Massa fue un ciudadano alemán, nacido en el puerto de Hamburgo en 1840. De padre alemán y madre peruana, en su juventud y primeros años de adultez se fue a vivir a Japón y en la capital (Tokio) puso una casa comercial para ganarse la vida.
Pero todo su mundo daría un giro de 180 grados en 1872. Ocurre que ese año, un barco con 250 chinos culíes atracó en Yokohama para hacer algunas reparaciones y continuar luego su viaje a su destino final: Perú.
Pero esta para fue aprovechada por la tripulación para organizar un motín para quejarse por las terribles condiciones en las que viajaban. Lo que en principio debió resolverse entre el capitán y los viajeros, pronto escaló a niveles diplomáticos.
Allí intervino el buen Óscar para resolver el embrollo y que la embarcación siga su camino hasta nuestro país. Tan buenos deben haber sido los oficios del germano de raíces peruanas, que fue nombrado Cónsul General de Perú en Tokio. Desde entonces se dedicó a tratar de convencer a cuanto empresario japonés conocía que invierta en el país natal de su madre.
Entonces llegó la hora de cruzar el charco, y en 1874 llegó por fin al Perú por primera vez, acompañando a los que había logrado convencer de hacer negocios en estas tierras.
No pasó mucho tiempo desde su llegada para que conociera a Ignacia Barreda Osma y contrajera matrimonio con ella y comprara una hacienda en Chanchamayo.
Hasta que un día llegó a Barrios Altos y por alguna razón también se enamoró de ese lugar, por lo que fue comprándolo poco a poco hasta lograr 36 mil metros cuadrados de puro terreno.
Así fue como comenzó la construcción de lo que sería la casa en la que viviría con su esposa. Poco tiempo después también adquirió el terreno de los monasterios aledaños como del Prado, Santa Clara, Mercedarias y del Carmen. Luego comenzó la construcción de todo el complejo en 1880, y fue el propio Óscar quien la diseñó, pues también era ingeniero.
Tenía su estilo
Para su construcción, Heeren eligió darle al lugar una identidad más relacionada con lo que fue su infancia en Alemania y le dio un estilo neoclásico ligado a lo austro-húngaro, emparentado con la influencia victoriana.
El espacio era tanto que literalmente terminó construyendo una mini ciudad dentro de sus paredes que incluía una plazuela, calles estrechas, y jardines adornados con jarrones y esculturas. Y en determinado momento llegó a tener su propio zoológico y hasta cancha de tenis.
Ya para 1890, solo la crème de la crème vivía dentro del moderno condominio. Esto era casi unas cien familias de todo Lima. Justo en el inicio de lo que los historiadores llamarían luego a esa parte de nuestra vida como la República Aristocrática.
La Quinta Heeren tuvo su punto más alto de popularidad, a pesar de su exclusividad, durante los primeros años del siglo XX, cuando albergó a las embajadas de Alemania, Estados Unidos, Francia, Bélgica y Japón.
En 1900, Carmen Heeren Bareda, hija de Óscar, contrajo matrimonio con José Pardo y Barreda, quien era su primo hermano. Algo normal (ahora también) en esas épocas entre la clase muy pero muy alta de Lima.
Pero Pardo y Barreda también era hijo del expresidente José Pardo y Lavalle, y como algunos creen que la presidencia en el Perú se hereda, pues también postuló. Y ganó. Fue mandatario de 1904 a 1908 y luego lo volvería a ser de 1915 a 1919. La República Aristocrática estaba en todo su esplendor y el epicentro era la Quinta Heeren.
Y como todo lo que sube tiene que bajar, pues Pardo y Barreda dejó la presidencia y la República Aristocrática llegó a su fin. También el de la Quinta Heeren. Hasta que en 1928 ocurrió un hecho que marcó el punto de inflexión con el que se dio inicio a su esplendorosa vida
Nace la leyenda
Ese año, un residente japonés de unas de las casas de la quinta de nombre Seiguma Kitsutani, se suicidó practicándose el harakiri por problemas económicos.
Ese fue el punto de aviso para que los demás residentes den inicio a un éxodo que tendría como destino distritos como Barranco y Miraflores.
Esto también coincidió con la decadencia a la que Barrios Altos había caído, pues las casas vecinas a la quinta era cada vez más chicas y lucían un aspecto pobre. Para la década de 1940, las casas estaban tugurizadas en estado deplorable.
Por mucho tiempo, la quinta fue invadida por indeseables, pero los descendientes de la familia Pardo interpusieron una acción legal para recuperar el predio, cosa que lograrían recién en el 2006 tras 10 años de tensa disputa judicial.
Y ahora
En estos días nadie habita la Quinta Heeren, pero sirve como una especie de museo de la historia y se organizan paseos guiados. Si vas de día, te tocará jarana criolla, pero si vas de noche, las historias de miedo serán el menú de la visita.
Justamente, la leyenda de las apariciones de fantasmas y de cierta actividad paranormal tal vez haya nacido de aquel infausto incidente con el inquilino asiático. Pero la verdad nunca la sabremos.
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