¿Por qué los perros tienden a sacudirse cuando están mojados? Un estudio liderado por un equipo de neurobiólogos del Instituto Médico Howard Hughes, en la Facultad de Medicina de Harvard, arrojó luz sobre el mecanismo neuronal que hace posible esta característica conducta en mamíferos peludos. El trabajo exploró los circuitos sensoriales y motrices que se activan en animales como canes, osos y ratones, lo que les permite secarse eficientemente con una sacudida rápida y ondulante.
El equipo investigador observó que esta respuesta no es exclusiva de los perros, sino que también aparece en otros animales que comparten la necesidad de eliminar agua o pequeñas irritaciones en sus pelajes. Según los expertos, esta conducta tiene una función práctica evidente. ¿Por qué? Porque la sacudida de los mamíferos peludos es una estrategia evolutiva para mantener su pelaje seco y reducir el peso corporal al deshacerse del exceso de agua. Sin embargo, hasta ahora no se había comprendido bien el papel que desempeñan los mecanismos neuronales detrás de este movimiento.
Para estudiar la reacción, los científicos trabajaron con ratones como modelo experimental. En una primera serie de pruebas, el equipo aplicó varios estímulos en el cuello y la espalda de los ratones, incluyendo bocanadas de aire y aceites. De acuerdo a los resultados -que fueron publicados en Science-, los roedores respondían al agua y al aire aplicados en la nuca, lo que indicaba que esta sacudida es una respuesta a irritantes físicos. Esta reacción permitió observar que la sacudida, al menos en ratones, no es automática, sino que responde a estímulos específicos en su piel.
La clave para comprender mejor el fenómeno radicaba en identificar si la respuesta dependía de la activación de receptores mecánicos en la piel o si respondía más bien a cambios de temperatura. Con esta premisa, los investigadores decidieron eliminar el gen Piezo2 en algunos ratones de prueba.
Este gen, ampliamente estudiado en investigaciones previas, controla los canales iónicos que influyen en la percepción táctil. Al eliminarlo, los ratones dejaban de responder con temblores ante los estímulos aplicados, lo que demostró que Piezo2 es fundamental para desencadenar este tipo de reacción.
Una vez comprobada la influencia del gen Piezo2, los científicos avanzaron en la identificación de los mecanorreceptores involucrados, utilizando aceite como estímulo en diferentes puntos del cuerpo de los ratones. Los resultados apuntaron a un receptor específico conocido como C-LTMRs, el cual se activaba constantemente y provocaba los temblores.
Además, al desactivar estos receptores, los investigadores observaron una notable disminución en las respuestas de sacudida, reforzando la hipótesis de que los C-LTMRs son elementos clave en el sistema de detección sensorial que interviene en la reacción de sacudida.
Finalmente, el equipo elaboró un esquema detallado del proceso neuronal implicado en la “sacudida del perro mojado”. Este mapeo mostró cómo las señales sensoriales se originan en la piel, se transmiten a través de la médula espinal y finalmente llegan al cerebro, lo que desencadena la respuesta motora.
La comunicación con los perros
Además de conocer las razones detrás de las sacudidas caninas, recientemente una investigación se centró en otro aspecto de la relación entre los humanos y los perros: ¿por qué parece que comprenden lo que les decimos cuando les hablamos? Aunque no puedan articular palabras, estos animales muestran una notable habilidad para captar el sentido de muchas de nuestras frases y responder en consecuencia. Ya sea al pedirles que se sienten o al felicitarlos con un “¡buen chico!”, los perros demuestran una capacidad especial para interpretar el significado de nuestras palabras.
Un estudio de Eugénie Déaux y su equipo, publicado en PLOS Biology, expuso una adaptación sorprendente en esta comunicación: los humanos ajustamos el ritmo y tono de nuestra voz al hablar con perros, mientras que estos han modificado su percepción auditiva para comprender mejor nuestras indicaciones.
El equipo de investigación analizó cómo varía el ritmo en nuestras interacciones vocales con los perros y encontró que, sin darnos cuenta, ralentizamos nuestro discurso cuando nos dirigimos a ellos. Aunque el ritmo normal del habla humana suele ser de 4 sílabas por segundo, los perros vocalizan a un ritmo mucho menor, de 2 sílabas por segundo. Esto significa que, cuando hablamos con nuestras mascotas, reducimos automáticamente la velocidad de nuestras frases, facilitando su comprensión.
Este ajuste en el tono y ritmo del habla se conoce como dog-directed speech (DDS), un modo de comunicación especialmente adaptado para hablar con perros. A diferencia del adult-directed speech (ADS), el DDS tiene un ritmo más pausado y un tono más alto. Según el estudio, cuando hablamos con nuestras mascotas, nuestra velocidad de habla disminuye alrededor de 3 sílabas por segundo, un ritmo más acorde con la capacidad auditiva de los perros.
Además de estos cambios en el ritmo, los investigadores emplearon electroencefalografía (EEG) para analizar cómo los cerebros de los perros procesan los sonidos. Descubrieron que, mientras los humanos utilizan un ritmo cerebral conocido como theta (4 a 7 Hz) para seguir el flujo del habla, los perros dependen de un ritmo más lento llamado delta (1 a 3 Hz). Esta diferencia es esencial para entender cómo los perros logran captar nuestras palabras, ya que su sistema auditivo está adaptado para procesar sonidos a un ritmo más lento, alineado con su propio patrón vocal.