Los carpinchos son los roedores más grandes del mundo y tienen una presencia distintiva en el Nordelta, debido a que anteriormente allí se encontraban humedales que comprenden el hábitat natural de estos animales. Son mamíferos semiacuáticos que se caracterizan por su tamaño robusto, piel marrón y alimentación herbívora.
En el norte de la provincia de Buenos Aires viven en ambientes acuáticos como lagunas y arroyos, donde pueden prosperar gracias a la vegetación abundante y el clima favorable. Aunque son generalmente tolerantes a la presencia humana, su conservación en áreas urbanizadas como el Nordelta depende de la protección de sus hábitats naturales y el manejo adecuado de la interacción con los residentes locales, quienes últimamente comenzaron a presentar quejas debido a una supuesta “superpoblación” de individuos de la especie.
En un nuevo capítulo de Data Animal, el ex viceministro de Ambiente de la Nación, periodista ambiental y biólogo, Sergio Federovisky, detalló en profundidad el comportamiento de los carpinchos y brindó herramientas posibles para la convivencia interespecífica con los humanos.
Federovisky aclaró que hacen falta datos basados en estudios científicos con respecto a la cantidad de estos roedores que se encuentran en el área ahora urbanizada. “Para decir que hay superpoblación de carpinchos habría que hacer un estudio. Yo soy biólogo, por lo tanto te podría hasta indicar cómo debería ser ese estudio: hacer un análisis del área que ocupan hoy los carpinchos, de cuál es su capacidad de reproducción, de cuál es la capacidad de carga del ecosistema en el que viven los carpinchos y en todo caso, llegar a una conclusión respecto de sí en determinada zona, en determinado área, existe algún tipo de superpoblación. Decir ligeramente que hay superpoblación de carpinchos porque invaden mi jardín me parece, como mínimo, una temeridad”, comentó el ex viceministro.
Además, marcó una paradoja que notó en la creciente discusión sobre los carpinchos, ya que las personas que dicen elegir vivir en la naturaleza y se mudan a un country, según el biólogo, “odian a la naturaleza porque los carpinchos son ni más ni menos que la naturaleza, mucho más que los jardines maravillosos que tienen, llenos de plantas exóticas y con mascotas que no son la naturaleza en el sentido que se presupone que es aquello que esa gente va a buscar”.
-¿Por qué están apareciendo en lugares donde antes no estaban?
-No es cierto. Están en los lugares en los que siempre estuvieron, simplemente que fueron expulsados de esos lugares y naturalmente, por distintas cuestiones, aparecen o reaparecen más vivaces en esas áreas. ¿Cuáles son esas cuestiones? Primero, no hay un mandato carpincho, que dice “vamos a retomar nuestras tierras que nos han sido arrebatadas por los usurpadores”. Eso no existe. El carpincho lo que tiene es una cosa muy básica: hambre. Tiene hambre y va a buscar un hábitat que le sea familiar. ¿Cuál es el hábitat familiar para el carpincho? El agua, el pasto, son vegetarianos.
Otro aspecto que resaltó Federovisky es el hecho de que los carpinchos en ese área donde previamente había humedales, que fueron obturados como tales, no tienen predadores. “Sabemos que en la ecología como ciencia, no como sentimiento, se señala que la interacción entre las distintas especies que integran ese ecosistema está dada por su trama trófica, es decir, por quién se come a quién, por decirlo groseramente. Y el carpincho dejó de tener predador”.
Esto se debe a que los animales predadores de estos roedores son el yaguareté, y algunos casos el zorro para las crías. Debido a que dichas especies no se encuentran más en esa zona, las poblaciones de carpinchos tienden a crecer exponencialmente mucho más allá del límite que le impondría la propia naturaleza en un estado de equilibrio, según explicó el biólogo.
-¿Esto se podría haber prevenido con un estudio previo?
-Por supuesto. No sé si prevenido en el sentido de evitado, pero sí se podría haber analizado qué pasaba con una población autóctona, y subrayo autóctona porque los carpinchos son ejemplares propios de esa zona originariamente, y analizar cuál iba a ser el impacto y cuál iba a ser el resultado de obturar todos los mecanismos de circulación del agua, tapiar los humedales, taparlos por completo, reconvertirlos en lagos artificiales. Todo eso se llama Nordelta. Y cuál iba a ser el impacto y el efecto que iba a tener sobre esa población. Y probablemente se podría haber establecido que la población iba a crecer o que se iba a asentar en determinado lugar, o que iba a buscar determinado lugar en detrimento de otro al cual no tenía acceso porque se le impidió el acceso a muchas áreas que originalmente eran de los carpinchos. Y en base a eso, a ese análisis serio, podría haberse realizado un plan de manejo.
El ex viceministro aseguró que existen una amplia variedad de herramientas e instrumentos que podrían haber sido aplicados a partir de los estudios ecológicos de base científica para conocer la cantidad de carpinchos que existen, determinar la mejor manera de reubicarlos, darles de comer, y permitirles caminos llamados corredores biológicos para que puedan acceder al agua, la cual es vital para su supervivencia.
Consideró que crear una reserva en la que nadie sabe bajo qué condiciones van a vivir los animales ni cómo va a estar conformada no es el mejor camino a seguir: “¿Con qué base científica? Yo insisto con una cosa desde hace muchísimos años. Hace 40 años que me dedico a esto. Una cosa es el afecto que uno pueda tener por la naturaleza, la empatía que uno pueda tener por la naturaleza, y otra cosa es una ciencia. La ecología es una ciencia y como tal tiene mecanismos de estudio, de análisis, de obtención de conclusiones, etcétera que deben ser respetados y que no es simplemente ‘a mí me parece’, ‘yo creo’, porque yo no opino sobre cirugía cerebrovascular, por ejemplo, y del mismo modo no acepto que alegremente alguien diga ‘hay que crear una reserva para los carpinchos’”.
El experto agregó que se necesitan estudios científicos previos para definir si la creación de una reserva es realmente una solución viable. Ante esto se preguntó: “¿La solución a qué? Porque acá el problema es los vecinos que se sienten afectados por los carpinchos. Y la verdad, lo voy a decir en castellano antiguo, menefrega porque la verdad es que la molestia que les podría provocar el carpincho es algo que debieron haber evaluado en el momento que se fueron a vivir ahí”.
“Porque además, insistiendo con las paradojas y los contrasentidos, es la misma gente, no digo exactamente la misma gente, pero es gente que seguramente compra un safari fotográfico en el Iberá y se maravilla de ver carpinchos. El problema es que ‘no lo quiero en mi jardín’. Yo lo puedo entender. Está bien. Es un concepto de propiedad privada. Un poco mezquino, a mi modesto entender”, manifestó Federovisky.
Por otro lado, el abrirles las puertas de las casas y darles de comer tampoco es una buena idea. El ex viceministro insistió en que esto es un error, ya que no se debe convertir al carpincho en un sucedáneo de un perro. Simplemente hay que dejar que viva en su hábitat y encontrar mecanismos de convivencia.
-¿Cuáles serían los mecanismos de convivencia?
-Bueno, una es, primero, insisto, hacer una evaluación real de cuál es la población de carpinchos, de cuáles son las necesidades de esa población de carpinchos. ¿A qué me refiero con necesidades? Su alimentación, su acceso al agua fundamentalmente, sus espacios y momentos de reproducción, sus momentos de control de las crías. Todo eso se estudia. Una vez estudiado eso, hacer un plan de manejo. Hay muchos ejemplos en el mundo de organizaciones sociales que conviven con áreas silvestres, no salvajes, salvajes es otra cosa. Silvestres. Pueden convivir con la naturaleza. ¿Eso significa no urbanizar esas áreas? No, para nada. Pero urbanizarlas considerando cuáles son las demandas que la naturaleza en estado silvestre necesita para poder seguir existiendo, porque de lo contrario es matar a la naturaleza silvestre con carpinchos adentro si es necesario para poder tener la naturaleza artificial que yo deseo para vivir tranquilo, eso no es convivencia alguna.
Una de las posibles respuestas que se propuso frente a la sospecha de “superpoblación” de carpinchos fue la de realizarles vasectomías. El biólogo declaró que a este planteo también le hace falta una base científica. “Me parece temerario. ¿Quién determina que hay un problema de superpoblación de carpincho, quién lo determina? ¿El dueño de un jardín porque tiene muchos carpinchos? ¿Qué son muchos carpinchos?, ¿ocho?, ¿100¿, ¿2.400?, ¿3 millones?, ¿uno? ¿Qué son muchos? No lo sé, a priori no tengo por qué saberlo”, comentó.
“Es como los carpinchos vengan mañana y digan ‘acá hay muchas personas eliminémoslas, pongámosle control de natalidad a las personas porque están invadiendo mi hábitat’. Si los carpinchos fueran capaces de pensar, en ese sentido de pensar, quizás llegarían a la misma conclusión y sería atroz. Estamos en 1984 de George Orwell o estábamos en Rebelión en la granja. No debe ser ese el criterio”, opinó el biólogo.
-¿Son peligrosos los carpinchos?
-Cero. Aclaremos algo. No hay animales peligrosos en el sentido que el ser humano les da. Hay animales que se defienden. Hay animales que se convierten en agresivos cuando se sienten atacados. Incluso hasta los animales más feroces reaccionan de ese modo. No es algo habitual en la naturaleza que pase alguien y un animal lo ataque con agresividad, como sí ocurre entre un ladrón y quien es asaltado por ese ladrón. Eso no existe en la naturaleza. No existe matar por matar la naturaleza, atacar por atacar, agredir por agredir. Por lo tanto, es muy posible que si un carpincho, una carpincha, en este caso que tiene sus crías, se siente amenazada, tiene temor y reacciona en función de eso. Lo mismo le pasa con un perro, le puede pasar con una persona, pero de ningún modo es un animal con el cual no se pueda convivir.
Debido a que el área en la que vivían se urbanizó, los carpinchos sufren accidentes antinaturales. Federovisky explicó que la solución a esto es crear corredores biológicos para que se pueda ayudar y alentar a los roedores a que crucen por caminos seguros.
Además, ve como necesaria la aplicación de sanciones a quienes lastiman a estos animales. “¿Por qué no puede haber señalización para los conductores de autos respecto de que hay carpinchos? ‘Señor, no pise al carpincho y si pisa el carpincho va a tener una multa. Y si pisa dos veces un carpincho le voy a sacar el registro y si pisa tres veces un carpincho, lo meto preso’. ¿Por qué no ocurre eso? ¿Por qué simplemente dejamos en manos del individuo que tiene que ejercer su bondad aquello que tiene que ver con algo en lo cual hay un solo y verdadero ausente, que es el Estado? El Estado municipal y provincial principalmente, en ese orden, debieran intervenir con un plan de manejo, con un estudio de evaluación del impacto, con un estudio de evaluación de la población del carpincho, con soluciones, con señalética, con indicaciones, con multas, con sanciones, etcétera. ¿Dónde está el Estado?”
-Para concluir: ¿Estamos muy lejos de tener una buena convivencia entre los humanos y la fauna silvestre?
-En tanto en cuanto no entendamos que eso deviene de una política ambiental, sí, estamos muy lejos. Si lo dejamos al albedrío de cada uno de nosotros y respecto del grado de empatía o de bondad que cada uno de nosotros tenga con el animal, estamos mal porque nunca va a ocurrir, porque probablemente haya más gente que tiene problemas con los carpinchos que la que tiene empatía con el carpincho. Entonces, frente a eso, ¿qué hacemos? Frente a eso necesitamos un Estado que fije reglas y que diga “señores, ustedes tienen que convivir con los carpinchos”. Busquémosle la manera, busquémosle la vuelta, desarrollemos políticas, desarrollemos ideas, pero con una condición: que tengan una base científica.