Los humanos establecieron a lo largo de la historia vínculos profundos con perros y gatos, basados en la compañía, el afecto y la lealtad. La relación entre mascota y tutor no solo se limita al cuidado físico, sino que también involucra aspectos emocionales y psicológicos.
El concepto de “mapaternamiento” refleja esta conexión íntima, donde los tutores asumen roles similares a los de los padres y madres: cubren las necesidades básicas de los animales, los educan y les brindan cariño para contribuir, de esta manera, a su bienestar y desarrollo. Este fenómeno subraya la importancia de entender y responder a los requerimientos individuales de las mascotas con el fin promover una convivencia armoniosa y enriquecedora para ambas partes.
En un nuevo capítulo de Data Animal, el psicólogo especializado en antrozoología, Marcos Díaz Videla, explica el vínculo que se crea entre los animales y los humanos, y las razones por las que se los suele tratar como hijos.
Díaz Videla comenzó aportando datos demográficos sobre la cantidad de mascotas que se encuentran en el país: “En Argentina tenemos 80% de los hogares con al menos un perro o un gato. De estos, el 90% de las personas te dice que considera que este animal es un miembro de sus familias”. Ya centrándose en la Ciudad de Buenos Aires, comentó que dos de cada tres tutores de perros los consideran como sus hijos y sienten que tienen responsabilidades parentales hacia ellos.
“Esto no es un error de juicio, no es que están equivocados. Es el modo de relacionarnos entre humanos aplicados a alguien que no es humano y tiene que ver con dedicarle tiempo, dedicarles recursos, proteger y cuidar. Y eso es lo que se conoce como función materna, que se sabe desde hace tiempo que no solo las madres lo ejercen, también pueden ejercerlo las abuelas o cuidadoras, o los padres o los tíos. Entonces reconocemos que va más allá de la propia descendencia. Pero lo que parece ser más nuevo y tiende a generar polémica es que también puede ir más allá de la propia especie”, aclaró el psicólogo.
En cuanto a la función materna que los tutores pueden ejercer hacia los animales, Díaz Videla explicó que por qué es posible formar esa clase de vínculo. “Pensemos que todos los tipos de vínculos que las personas establecemos tienen diferencias y también tienen solapamientos. Entonces podemos con un amigo ir a cenar y después ir al cine a ver una película romántica, pero con una pareja, además de eso, vamos a formar un proyecto de familia, por ejemplo. Entonces hay diferencias y hay solapamientos. Y con nuestros animales de compañía también, y con el tipo de vínculo que más tiende a solaparse es con el vínculo entre padres e hijos”, manifestó.
-¿Por qué maternamos/paternamos a nuestros animales?
-Bueno, hay un montón de motivaciones y no tienen tanto que ver con cuestiones culturales modernas como con cuestiones evolutivas ancestrales. Las más investigadas son: los animales tienen rasgos infantiles, tanto físicos, como los ojitos grandes o los cachetes redondeados que despiertan en nosotros este impulso por brindar cuidados parentales, y los rasgos conductuales también, como por ejemplo, que son más juguetones o más torpes en algunas cosas. Este impulso a mapaternar tiene que ver con nuestra propia descendencia, pero estos rasgos infantiles que están presentes en ellos también activan nuestros impulsos para brindar esos cuidados.
Por otro lado, declaró que los animales también crean un vínculo de apego con quienes identifican como sus cuidadores y les brindan protección parental. Además, destacó que ciertos estudios verifican que el sistema neurohormonal humano de vinculación madre-cría basado en la hormona oxitocina también se activa en las interacciones positivas entre las personas y los animales con los que se mantiene un lazo emocional.
“La verdad es que en las interacciones cotidianas en casa hay un montón de cosas en común, entre ellas el discurso. Cuando hablamos con niños pequeños tenemos un discurso que se llama discurso materno, que es elevar el tono y fluctuar más entre graves y agudos. Bueno, esto también lo hacemos con nuestros animales. ¿Por qué? Porque funciona, porque les convoca más la atención, porque hace que sostengan más la atención y porque ellos muestran preferencia por interlocutores que hablan de esta manera”, agregó Díaz Videla.
-O sea, que no es algo que se da ahora. Esta maternización de los animales viene de hace muchísimo.
-Exacto. Tenemos motivaciones que tienen que ver con decenas de miles de años de evolución de la especie. O sea, no es algo del contexto actual, como a veces se cree. Hace poco encontraron en Alemania los restos de dos personas y de dos perros que habían sido enterrados juntos. Se pudo determinar que tenían 14 mil años de antigüedad, es decir, cuando todavía éramos cazadores y recolectores. Y sobre uno de los perros lo que se vio es que tenía siete meses de vida cuando falleció. Los últimos tres meses de vida de este perro había estado gravemente enfermo de moquillo. Es decir, que requirió un montón de cuidados intensivos para poder sobrevivir durante esos tres meses. Entonces no había una vinculación o una relación del estilo instrumental porque no podía aportarles ninguna utilidad, sino que lo que se infiere es que ahí había un vínculo emocional con este animal que llevó a protegerlo y a cuidarlo. O sea que tenemos evidencias de perrhijos desde la prehistoria.
En relación con la visión cultural hacia las personas que consideran a los perros como “perrhijos”, el experto en antrozoología consideró que se tiende a sospechar que hay algo raro detrás del vínculo. Sin embargo, la ciencia mostró que esto no es algo nuevo y que no depende de la amplitud de la red social de cada persona.
“Si bien todos los que tenemos vínculos con nuestros animales somos sospechados de algo raro, nadie es más sospechado que las mujeres que no tienen hijos. Hay varias cuestiones a tener en cuenta cuando se considera esto porque confluyen cuestiones ligadas al mandato de maternidad y cuestiones ligadas a cuestionar la vinculación con animales”, explicó.
Luego, el experto agregó: “Somos una sociedad más feminista, con mayor aceptación y preocupación por el bienestar animal, pero esto sobrevive y en el caso de las mujeres sin hijos no les deja salida. Porque si estas mujeres deciden tener un animal de compañía, son sospechadas de estar sustituyendo el hijo que no tienen. Ahora, si estas mujeres sin hijos deciden no tener animales de compañía, son sospechadas de ser frías y de ser egoístas”.
Ahora bien, los estudios al respecto mostraron que el que una mujer decida no tener hijos, no permite predecir si va a tener, o no, animales de compañía. La motivación detrás del elegir no tener mascotas puede ser la misma por la que decidieron no tener hijos. Y en caso de que sí quiera tenerlos, la vinculación parental puede existir, o no. “La impresión es que más bien lo que molesta dentro de esta sociedad es que haya mujeres que elijan no tener hijos”, declaró el especialista.
-¿Me prepara el hecho de ser mamá de mis perritos para ser madre en un futuro?
-Hay algunas evidencias que dicen que sí. Las mujeres de todas las edades tienen actitudes más positivas hacia los niños pequeños y hacia el cuidado de estos niños que los hombres. Esto tiene que ver con socializaciones diferentes que están por género, que todavía siguen vigentes y con las expectativas que hay. En los estudios lo que se vio es que en las mujeres, específicamente, la experiencia de vida que tenían con perros no cambiaba sus actitudes hacia el cuidado o los niños pequeños.
Sin embargo, destacó que en el caso de los hombres, el tener una experiencia vital en el cuidado de los perros sí hace que mejoren sus actitudes para la crianza de los niños pequeños a futuro. De esta manera establece que sí existen evidencias de que cuidar a los “perrhijos” puede preparar para la paternidad.
-El consejo Vital Can del día: mapaternicemos a nuestros animales de compañía.
-Pero por supuesto, si existe la posibilidad de desarrollar este tipo de vínculo con ellos, va a ser mucho más sano que la mera tenencia de estos animales cuando no se desarrolla un vínculo con dedicación, con cariño y con cuidado.