En el norte de Tierra del Fuego, el corazón ganadero de la provincia más austral de Argentina, varios propietarios rurales están llevando a cabo una experiencia piloto: utilizan burros para proteger a sus rebaños ovinos.
Esta iniciativa surge en respuesta a la amenaza constante de perros cimarrones o silvestres, así como de otros depredadores como pumas y zorros. Estos animales han sido los principales responsables de la disminución de la actividad ganadera en la región en los últimos años.
Los perros asilvestrados son una consecuencia indeseable de la tenencia y tutoría irresponsable de perros de compañía en las áreas urbanas que, cercanas al ámbito rural alimentan, al no poder contenerlos, a las jaurías que azotan a la ganadería fueguina.
Se estima que el número de animales lanares decreció de los 500.000 ovinos que había hace 50 años a 300.000 en la actualidad en toda la provincia.
A través de los años, se han probado diferentes estrategias para enfrentar este desafío. Algunas, como la caza de perros asilvestrados, han resultado poco efectivas o incluso contraproducentes. Sin embargo, una solución que ha ganado terreno es la incorporación de “perros protectores de ganado”.
La metodología de los perros de guarda o “perros protectores de ganado”, ampliamente utilizada en Europa y promovida por el INTA Bariloche en Argentina, consiste en usar perros que, al mezclarse con las ovejas, las protegen de los depredadores. Aunque efectivos, estos perros tienen un costo de adquisición, entrenamiento y mantenimiento considerable.
Aquí es donde los burros entran en escena. Estos animales, por naturaleza territoriales, establecen un vínculo asombroso de protección hacia las ovejas rebuznando intimidatoriamente, pateando y mordiendo a los atacantes.
La utilización de burros para esta tarea de cuidado es una alternativa viable pues al tratarse de animales herbívoros que comen de la misma pastura que las ovejas, simplificando el aspecto de la alimentación.
Los burros tienen un comportamiento hostil con los cánidos en general, golpeándolos con las patas delanteras o mordiéndolos o rebuznando a modo de amenaza. Además, al ser muy longevos los burros pueden ser funcionales en su tarea por más de una década.
Por otra parte, como dificultad, los burros pueden proteger grupos pequeños de entre 100 y 200 ovejas, y deben estar en espacios contenidos y solos. Si se los reúne con otros burros tienden a formar tropillas sociabilizando y dejando de lado su tarea de cuidado y seguridad del ganado lanar.
El tema de los perros asilvestrados aqueja a la provincia desde hace décadas y la incorporación de los burros, así como la de los perros de guarda son alternativas que permiten seguir produciendo ovinos.
Por otro lado hay una pérdida imposible de medir y es la cultural, ya que el estilo de vida de una parte de la provincia lleva más de un siglo trabajando con ovejas, con establecimientos preparados con galpones históricos y personal idóneo altamente especializado.
Descontado es que la calidad de la lana y carne fueguina de cordero es única en el mundo y la merma productiva ha hecho mella en la exportación y por ende en la captación de recursos genuinos para la actividad.
Los burros y los perros pueden ser protagonistas bisagra en la historia productiva fueguina.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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