Si hay un animal que ha acompañado al ser humano en toda su evolución, en sus conquistas y en sus avances, ese animal es el caballo, que va desde razas miniaturas, como la raza falabella, por ejemplo.
Aquella que fuera creada por un argentino fanático, en las cercanías de Brandsen y que recorrió el mundo, fue regalo para todos los presidentes del planeta, hasta la hannoveriana, que es una raza que tiene casi dos metros de alzada.
En el medio están los caballos frisones de tiro, están los percherones, están los caballos percherón postier, están los caballos de carrera y los árabes.
El caballo se distribuyó por todo el planeta. Pero, ¿cómo eran los caballos de la prehistoria? Los caballos de la prehistoria tenían el tamaño de una liebre, eran así chiquititos. Pero, además, tenían la característica de tener cinco dedos y de esos, si vos corrés con cinco dedos, no es lo mismo que corras con un casco.
El casco se afirma mejor, es como correr descalzo o correr con zapatillas, las zapatillas de trekking. Entonces, sin duda, con las zapatillas de trekking vas a correr mejor, te vas a afirmar mejor, vas a patinar menos.
A lo largo de la evolución, el caballo fue disminuyendo o perdiendo el dedo más externo, que correspondería a nuestro meñique. El dedo más interno, por otro lado, se transformó en una estructura conocida como “castaña”. Estos dos dedos laterales quedaron atrofiados con el tiempo. Por lo tanto, si alguien te pregunta, podrías responder que el caballo actualmente tiene un solo dedo desarrollado.
Ese dedo desarrollado generó un casco y la posibilidad de galopar y transformarse en el caballo de hoy, desde el tamaño de una liebre hasta los tamaños más insólitos y las formas más raras que te puedas imaginar.
En Argentina
El caballo ha desempeñado un papel central en la historia de Argentina. Cuando Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires en 1536, trajo consigo y su tripulación un total de 100 caballos y algunas vacas.
Unos años más tarde, Buenos Aires fue fundada por segunda vez por Juan de Garay en 1580. Los caballos y vacas que se habían quedado en el territorio argentino se reprodujeron en gran número. Muchos de estos fueron domesticados por los aborígenes y más tarde se convirtieron en compañeros inseparables de los gauchos.
Desde aquella época de conquista sangrienta, los caballos han sido una pieza fundamental en la vida y desarrollo de nuestro país.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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