¿Existen perros de razas potencialmente peligrosas?

Los recientes y reiterados incidentes fatales con canes reavivaron la polémica. Por qué la raza por sí sola no es un factor determinante ni preponderante para el desarrollo de la agresividad

El Bull Terrier está entre los perros más temidos; sin embargo, la raza no es un factor que determine la agresividad de un can

La opinión pública asiste impávida e indignada a los reiterados incidentes fatales (los incidentes son evitables, los accidentes no lo son) con perros, algunos de determinadas razas, injustamente calificadas de agresivas o peor aún de asesinas.

Sin embargo, la estadística que brinda el recientemente creado Observatorio del Vínculo Humano Animal de la Universidad Nacional Arturo Jauretche de Florencio Varela, dice que de las noventa y cuatro muertes en incidentes con perros en los últimos trece años, muchas de ellas han tenido como protagonistas a perros mestizos, sin raza, a razas insospechadas como el Golden Retriever y a la más variada gama de estirpes.

En principio es muy útil destacar que un perro es potencialmente peligroso por su tamaño y por su potencia de mordida, más allá de su raza. El 63 % de los incidentes con perros son producidos por animales sin raza y de tamaño mediano, pero no trascienden en los medios porque sus consecuencias no son fatales y no ameritan el titular de la noticia.

“No es lo mismo que te atropelle un camión a que te topes con una bicicleta”, en resumidas cuentas.

Las consecuencias de un ataque de un perro de porte (de peso superior a los 15 kilos y con una potencia de mordida que puede llegar a los 350 kilos fuerza por centímetro cuadrado) inadecuadamente educado y sociabilizado tiene altísimas probabilidades de ser fatales más allá de su raza. Aquí sí lo que importa es el tamaño y la potencia de mordida.

Los perros potencialmente agresivos deben ser paseados en la vía pública con correas resistentes y bozales.

¿Cuáles son las causas de la agresividad canina?

Un punto periodísticamente maltratado (literalmente mal tratado) es la heredabilidad temperamental, que según las investigaciones científicas, variando según distintos autores, está tan solo entre el 12% y el 20% .

O sea que, como mucho, el 20% del comportamiento de agresividad podría ser fruto de la genética del perro, mientras que el 80% restante es fruto del ambiente. El ambiente del perro es el ser humano y lo que él decida, pueda, sepa y quiera “hacer” con el perro.

Por otro lado, si atendiéramos a la raza como un factor, diferentes estudios muestran que si bien hay ciertas tendencias raciales para algunos rasgos del temperamento, son extremadamente mayores las variaciones individuales dentro de cada estirpe.

Por tanto, la raza por sí sola no es un factor determinante ni preponderante para el desarrollo de la agresividad.

El dogo argentino tiene entre sus características a la fortaleza muscular

Esta gran variabilidad individual dentro de una raza se debe a diferentes factores, uno de los cuales es el sexo (los machos suelen ser más agresivos que las hembras), otro son las distintas líneas genéticas dentro de la misma raza (ejemplares de línea belleza vs. línea de trabajo) y uno más es el color de la capa (muchas veces se asocia o linkea genéticamente el temperamento con el color de la capa).

También influyen el efecto del ambiente materno (inhibición de la mordida), la sociabilización adecuada y el aprendizaje a lo largo de la vida del animal. Aunque parezca increíble, las más recientes investigaciones le atribuyen también una marcada influencia al periodo prenatal y neonatal.

El estrés que pudiera sufrir la madre durante el último tercio de gestación, así como la carencia de cuidado materno durante el periodo neonatal influyen negativamente en el desarrollo de determinadas estructuras del sistema nerviosos central implicadas en el control emocional como por ejemplo el hipocampo y los lóbulos frontales ( asiento de las inhibiciones).

Por estas razones, los cachorros de madres estresadas o huérfanos serán más sensibles al estrés y por ende podrían reaccionar agresivamente como mecanismo de defensa.

"Crear un Programa del Buen Ciudadano Canino, como conducta social y legal con certificación competente, es el camino", dice Romero (Getty)

Es fundamental reconocer que, en el perro, existe un periodo sensible o de sociabilización, reconocido por Konrad Lorenz, Premio Nobel de medicina por sus estudios en conducta animal, que jerarquiza a las experiencias adquiridas durante el lapso comprendido entre la tercera semana y la semana dieciséis de edad, planteándolas como fundamentales para el desarrollo del temperamento en el perro.

Los cachorros con fallas, ausencia o carencias en la sociabilización y por ende con una pobre habituación a los estímulos externos tendrán una mayor probabilidad de desarrollar problemas de miedos y agresividad.

En esta misma línea, es fundamental destacar la importancia de la educación en positivo, sin castigo de ningún tipo. Los perros educados con métodos obsoletos punitivos tienen mayor riesgo de desarrollar problemas de miedo, ansiedad, frustración y una subsecuente agresividad.

Por otra parte, una rutina de educación con pautas cambiantes o poco claras aumenta el riesgo de reacciones agresivas por la frustración que siente el perro al no ver cumplidas reiteradamente sus expectativas.

Las consecuencias de un ataque de un perro de porte inadecuadamente educado y sociabilizado, tiene, según Romero, altísimas probabilidades de ser fatales más allá de su raza. "Aquí sí lo que importa es el tamaño y la potencia de mordida", dice

También la presencia de determinadas alteraciones hormonales, de dolor crónico o de problemas neurológicos, pueden aumentar o desencadenar un problema de agresividad. Se han intentado tomar medidas legales que, a la luz de los acontecimientos, no han resultado ni adecuadas ni exitosas.

Numerosas ordenanzas han estigmatizado razas seleccionadas vaya a saber con qué criterio y fundamento dejando de lado a otras, a los sin raza y no planteando claramente que no es la cuestión genética la que hay que castigar, advertir o determinar, sino el tamaño del animal y la potencia de su mordida.

Las medidas remediales han sido puramente registrales o punitivas muy lejos de tomar examen al perro y a su tutor en conjunto sobre la adecuada conducta que tendrían que demostrar para desenvolverse en un medio con perros o seres humanos desconocidos garantizando de esa forma su adecuación correcta al medio social.

Se trata de entender que si para manejar una máquina como es el automóvil se necesita registro, idoneidad, etc. como puede ser que cualquiera pueda adoptar y hacerse responsable (o irresponsable) de otro ser vivo sensible, sintiente y sufriente, que en manos de cualquiera puede provocar estas nefastas consecuencias.

Crear un Programa del “Buen Ciudadano Canino”, como conducta social y legal con certificación competente es el camino, caso contrario escondamos la tierra de bajo de la alfombra y asumamos el grave error que estamos cometiendo como sociedad.

*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.

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