La sintiencia, en el mundo científico de la actualidad, se define como la capacidad de los animales de experimentar emociones positivas y negativas, tales como el placer, la alegría, el dolor y el miedo. Actualmente, está reconocido que los seres vivos en su conjunto tienen conciencia de sus sentimientos.
En ese sentido, la diferencia de sintiencia entre especies radica en la complejidad de las emociones y, por lo tanto, hay muchos países que tienen leyes que regulan nuestra relación con los diferentes ejemplares animales.
La sintiencia de los peces, por ejemplo, ha sido objeto de debate durante décadas e, inclusive, ha sido negada. Las distintas especies experimentan, se relacionan, se vinculan y reaccionan frente al entorno y sus cambios de forma diferente, según la complejidad de sus cerebros.
Los seres humanos, en algunos casos, tenemos incapacidad para interpretar o entender esas formas, lo que no significa que un animal no pueda enfrentarse al mundo de manera emocional. Bajo estos preceptos, resulta muy difícil incorporar a los peces a lo que llamamos el círculo de nuestra empatía, que está más claramente manifestada con los mamíferos superiores.
Los peces no tienen expresiones faciales, no parpadean, ni sonríen, y no forman parte de nuestra cotidianidad, al menos en lo que concierne a la rutina. Quizás sea este vacío de empatía lo que ha mantenido ciertos mitos, como aquel que sostiene que los peces no sienten dolor o que sólo tienen memoria de tres segundos. Nada más lejos de la realidad.
A pesar de los avances en la ciencia de la conducta y el bienestar animal, muchas especies siguen considerándose productos en lugar de individuos sensibles, y en ningún otro caso esto es más evidente que en el mundo de los peces.
Está demostrado que el cerebro de estos animales, aunque sea diferente, tiene las mismas funciones que el cerebro humano, con un área funcional que hace que sientan dolor, solo por citar un ejemplo.
Las investigaciones científicas más recientes han demostrado que los peces tienen los mismos receptores que forman parte del sistema nervioso sensorial de la piel y los tejidos, y que transmiten señales de dolor al cerebro. Con estos datos sobre la mesa, resulta entonces fundamental respetar la sensibilidad de las diferentes especies de peces, criarlas y aún extraerlas de su hábitat natural de forma ética.
Por lo tanto, y en un futuro previsible, si queremos consumir proteínas animales de cualquier índole, es esencial seguir luchando con las implicaciones éticas que supone matar animales de granja y animales silvestres sintientes, inclusive los peces.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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