¿Un gato callejero puede adaptarse a vivir en una casa?

Los felinos que viven en absoluta libertad son los llamados “ferales”. Por qué puede ser beneficiosa su presencia en las ciudades y qué diferencias tienen con los ejemplares domésticos

Los gatos ferales crecen sin el control humano y muchas veces deambulan por las ciudades (Archivo)

Desde el antiguo Egipto las civilizaciones cayeron en la cuenta que el gato era la solución más eficaz y equilibrada para mantener a raya a la población de ratas en lugares poblados y proteger a las cosechas.

Un gato que ha nacido y vivido sin el control de los seres humanos, desarrollándose fuera del contacto con una casa y sus costumbres, es denominado un gato feral.

En la actualidad, muchas ciudades y pueblos actúan en contrario manteniendo un control positivo de los gatos ferales, evitando su desaparición, para limitar el crecimiento de ratas y otros roedores invasores.

Estos gatos colaboran en limitar la invasión de roedores

Es fundamental mantener ese equilibrio urbano en el número de estos gatos porque aunque son beneficiosos para contener plagas, también son perjudiciales para otras especies fundamentales como las aves urbanas .

Los gatos callejeros o ferales son anatómicamente idénticos a los gatos domésticos, pero al no haberse criado en un entorno humano, su comportamiento es diametralmente opuesto. Estos gatos viven en colonias, ya que un gato solo y aislado, en ese entorno, tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Las colonias son grupos muy abiertos que comparten escondite y alimentación. Esta es su forma de vida, no conocen otra, ni les interesaría cambiarla. Por esto llevar a casa a un gato feral, nacido y criado en libertad, es totalmente desaconsejable, siendo prácticamente imposible que logre comportarse como un gato doméstico de hogar.

A diferencia de los felinos criados en casas con seres humanos, los gatos ferales tienen otra concepción de la supervivencia, requiriendo principalmente de libertad (iStock)

El punto de inflexión y diferencia está en los primeros meses de vida del animal, en el llamado período sensible, las primeras siete semanas tras su nacimiento.

Si un gato supera los dos meses de vida y no ha tenido contacto estrecho con el ser humano y su entorno es prácticamente imposible que adquiera el hábito de estar en una casa y se mostrará agresivo con las personas.

La única forma de vida que concibe el gato feral es en libertad y sin la intervención de los seres humanos, aunque eso vaya en contra de su capacidad de supervivencia, al no tener las mismas medidas sanitarias y de alimentación que los gatos domésticos caseros.

Su esperanza de vida disminuye hasta en un 50% a causa de las enfermedades, las heridas de pelea y las carencias nutricionales.

Físicamente, los gatos ferales son distintos a los domésticos (Pixabay)

Los gatos ferales tienen el pelaje más áspero y deteriorado, están más flacos y probablemente presenten alguna marca o cicatriz visible.

A ambas categorías se las reconoce por su comportamiento, el doméstico cuando está perdido o abandonado se muestra vulnerable, sin embargo el feral trata de defenderse en cuanto se le acercan, rehuyendo violentamente todo contacto.

*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.

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