Los dingos australianos descienden de antepasados domésticos y volvieron a vivir libres y silvestres tras separarse de estas poblaciones, por lo que todo esto se ha hecho digno de estudio por lo curioso y ejemplificador.
Existe un proceso llamado feralización, por el cual algunas especies domésticas son capaces de volver a su medio natural, sobrevivir y evolucionar hacia la silvestría. De este modo regresan a su esquema de vida anterior.
A este fenómeno evolutivo no se lo reconoce como la simple reversión de la domesticación, sino como un avance completamente nuevo que se define y nombra como feralización. En el caso de los dingos, no es que volvieron a parecerse a sus ancestros silvestres, sino que su fenotipo sufrió otros cambios nuevos que les permitieron adaptarse a un nuevo entorno, diferente al que habían partido sus ancestros al momento de la domesticación.
Se asume que el dingo (cuyo nombre científico es Canis lupus dingo) tiene orígenes inciertos que se remontan a unos 8300 años atrás, momento en el que los perros de aldea indonesios se transportaron hasta Australia, y quedaron así aislados de su población de origen. Durante esos 8 milenios, los dingos se adaptaron a su nuevo ambiente y lograron sobrevivir en él. Con el tiempo y al mantener su pureza, su genoma fue cambiando hasta ser claramente distinto de estos perros de aldea iniciales.
Por tanto, se puede decir, sin ánimo de equivocarse que una especie de cánido, ya modificada por la acción del hombre al transformarla en perro, volvió a evolucionar para adaptarse a nuevas condiciones de supervivencia, esta vez bajo la presión de la selección natural. Todo este proceso ha dado lugar a una serie de rasgos curiosos, algunos son fruto de la domesticación inicial y otros de la feralización posterior.
Algunas características del dingo:
- Es más parecido al perro doméstico que al lobo.
- Carece del gen diferencial con el lobo que posee el perro para poder procesar el almidón.
- Se parece al lobo en sus técnicas de caza, lo que le permite derribar presas más grandes que ellos.
El análisis genético del dingo demostró que de los 50 genes modificados por la selección artificial del hombre con relación al genoma del lobo, 13 habían cambiado en los dingos en comparación con los perros que lo originaron. Es decir, que esos 13 genes son los que volvieron silvestres a los dingos desde la base de los perros de Indonesia. Todo este proceso sería, en resumen, el resultado actual de la adaptación de los perros domésticos a un entorno diferente, absolutamente silvestre y natural.
Si bien muchas especies han terminado por ser, en apariencia y en su genoma, distintas de sus ancestros, son pocas las que lo han hecho a través de la feralización, ya que los animales que “crea” la presión de selección del ser humano para su explotación no suelen poder sobrevivir de vuelta en la naturaleza. Pero el dingo, reúne dos características que lo hacen ideal para estudiar este proceso.
La primera es que tiene un recorrido de readaptación a la naturaleza más largo que cualquier otra especie animal (mínimo, se calcula, de 3500 años). La segunda es que, hasta hace escasos 200 años, los dingos y sus ancestros domésticos han estado totalmente separados, impidiendo así el cruce entre ambas especies. Todo esto lo transforma en un ejemplo viviente de la plasticidad adaptativa de las diferentes formas de vida.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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