Un monumento de granito y bronce de 13 pies de altura en el Parque Militar Nacional de Gettysburg en Pennsylvania, hace honor a Sallie Ann Jarrett, una perra staffordshire terrier americana que pasó a la historia tras convertirse en una de los más grandes íconos de la valentía y lealtad durante la Guerra Civil en Estados Unidos, que se desarrolló de los años 1861 a 1865.
Ese episodio, también conocido como Guerra de Secesión y que ocurrió durante la presidencia de Abraham Lincoln, enfrentó a las fuerzas de los Estados Confederados de América ―conformada por once estados que defendían la esclavitud― contra los nacionalistas de la Unión.
En mayo de 1861, el recién formado 11° Regimiento de Infantería de Voluntarios de Pennsylvania―uno de los estados de la Unión― recibió a una cachorra de cuatro semanas de edad a la que automáticamente proclamaron su mascota. La llamaron Sallie Ann Jarrett en honor al coronel Phaon Jarrett y a Sallie Ann, una belleza local de la que todos los militares estaban enamorados.
De acuerdo con su perfil en la página del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, el animal fue entregado al capitán William R. Terry por un residente de West Chester, Pennsylvania, en el Camp Wayne, donde los jóvenes se encontraban entrenando para sumarse a la acción de levantarse en armas.
Pronto Sallie también se convirtió en un soldado más: se unía a sus compañeros en los ejercicios matutinos y tenía un lugar junto a la guardia de honor para el desfile de gala.
De igual forma, cada vez que el batallón salía de campamento la perra encabezaba la marcha junto al caballo montado por el coronel del regimiento, por lo que rápidamente se hizo conocida entre otras brigadas. En dos ocasiones marchó con el regimiento en revisión ante el presidente Abraham Lincoln.
Sallie Ann Jarrett siempre mostró valentía en cada una de las batallas en las que estuvo presente, como en Cedar Mountain, Second Bull Run, Antietam, Fredericksburg, Chancellorsville, Wilderness y Petersburg, pero las que le cambiarían la vida serían las ocurridas después de Gettysburg.
Sus últimas batallas
La pelea en Gettysburg para liberar a Pennsylvania de las fuerzas de la Confederación se llevó a cabo del 1 al 3 de julio de 1863 y se trató de la batalla con más bajas de esta contienda, dejando sólo el primer día más de 12 mil soldados muertos. Aunque fue uno de los más sangrientos, este enfrentamiento también marcaría el inicio del avance de la Unión para años después lograr la victoria.
El 11° Regimiento de Infantería de Pennsylvania fue de los pelotones que participaron en esta contienda, Sallie incluida. El primer día la perra se separó del regimiento durante la retirada de Cemetery Hill, y la mayoría de los soldados la dieron por muerta.
Sin embargo, la can fue encontrada días después en el lugar en donde habían tenido el primer enfrentamiento, y la hallaron débil custodiando a sus compañeros heridos y muertos, por lo que fue altamente reconocida por los miembros de su equipo.
Después de un tiempo en recuperación, la mascota pudo regresar a combate, sin embargo, en la Batalla del Palacio de Justicia de Spotsylvania una bala la impactaría en el cuello. Siendo tratada por un cirujano, milagrosamente sobrevivió.
Su suerte no sería la misma el 6 de febrero de 1865, cuando semanas antes de que acabara la guerra, la unidad se encontraba librando una batalla en Hatcher ‘s Run, Virginia, cuando fue alcanzada por una bala que acabó con su vida de forma inmediata. Pese a estar bajo fuego, varios soldados se tomaron el tiempo de darle una sepultura apropiada a su compañera canina.
Su monumento
Décadas después de haber terminado la guerra se erigió un monumento en el campo de batalla de Gettysburg en 1890 para honrar a los soldados que participaron en la Guerra Civil.
Los sobrevivientes del 11° Regimiento de Infantería votaron y decidieron por unanimidad incluir también un monumento a su mascota. En la imagen se puede ver a Sallie acostada con la cabeza puesta en sus patas delanteras y dirigiendo la mirada hacia el campo de batalla.
La historia de Sallie Ann Jarrett fue contada también por Helene Smith en su libro Sallie, Civil War Dog, de quien uno de los sobrevivientes expresó: “Es un testamento para toda la vida: si los seres humanos fueran tan leales como los perros, la abuela Tierra podría volver a ser el paraíso”.
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