En un mundo de vínculos descartables, una historia de amor distinta

Y hablando de amor, el autor de Cuadernos de crianza, el libro de relatos El lugar de las despedidas y de la novela Los silencios rememora el del filósofo austríaco André Gorz y su mujer, Dorine Keir. Una celebración del amor total.

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André Gorz y Dorine Keir
André Gorz y Dorine Keir

En un mundo que exhibe y promociona los vínculos descartables; un mundo donde las personas, una vez obtenido el placer, se desechan; donde nada se construye y, por lo tanto, nada se pierde. En un mundo de tiempos líquidos obsesionado por la inmediatez, que atenta contra la memoria y el conocimiento mutuo, donde las relaciones se disuelven antes de conformarse; un mundo que privilegia la velocidad y no la duración; un mundo de likes; un mundo narcisista, lleno de espejos y camaritas que nos siguen a todos lados para tomar imágenes de nosotros mismos; un mundo fascinado por la novedad, que convierte a las parejas en obsoletas cada temporada.

Fueran encontrados muertos en su casa de Vosnon, en Francia, en septiembre de 2007.
Fueran encontrados muertos en su casa de Vosnon, en Francia, en septiembre de 2007.

En ese mundo, una historia distinta: André Gorz fue un filósofo y periodista austríaco, fundador y director de la revista Le Nouvel Observateur y uno de los principales teóricos de la ecología política. En el centro de sus ideas estuvo siempre la defensa de la autonomía del individuo y de la sobriedad como una necesidad para luchar contra la miseria: "La energía es limitada –dijo–, el sobreconsumo de algunos condena al resto a la miseria".

El 23 de octubre de 1947, André vio por primera vez a Dorine Keir. Hasta ese día, escribió, "no podía pasar más de dos horas con una muchacha sin aburrirme y sin hacérselo sentir. Tú, Dorine, me enseñaste que el placer no es algo que se tome o se dé, sino una forma de darse y demandar la propia donación del otro". Nunca más se separaron.

“A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos”.

Vivieron y trabajaron juntos en tiempos de efervescencia social y política. A los 60 años, le diagnosticaron a Dorine una enfermedad degenerativa y él decidió jubilarse para cuidarla: "Me resulta inimaginable seguir escribiendo si tú ya no estás. Tú eres lo esencial sin lo cual todo lo demás, por importante que me parezca mientras estás ahí, pierde su sentido y su importancia".

Se mudaron al campo, él continuó trabajando allí, siempre junto a ella, que siguió siendo su principal cómplice intelectual y quien le daba forma y orden a sus textos. Vivieron veintitrés años en el campo; en ese tiempo André publicó seis libros y centenares de artículos y ella nunca dejó de animarlo a escribir.

El autor de Cuadernos de crianza, el libro de relatos El lugar de las despedidas y de la novela Los silencios rememora la historia de amor del filósofo austríaco André Gorz y su mujer, Dorine Keir.
El autor de Cuadernos de crianza, el libro de relatos El lugar de las despedidas y de la novela Los silencios rememora la historia de amor del filósofo austríaco André Gorz y su mujer, Dorine Keir.

Pocos meses antes de que los dos fueran encontrados muertos en su casa de Vosnon, en Francia, en septiembre de 2007, André escribió una extensa carta que luego se publicó con el título de Carta a D. Es la historia de una complicidad y de una vida juntos, un repaso de los pormenores, las angustias y felicidades cotidianas de dos personas que piensan la pareja como un proyecto común: "Si te unes con alguien para toda la vida, ambos evitan hacer lo que pueda dividir o contrariar esa unión", dijo ella al poco tiempo de conocerse. Fueron casi sesenta años compartidos.

La carta empieza y termina con las mismas palabras, que merecen ser citadas: "Acabas de cumplir ochenta y dos años. Y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco volví a enamorarme de ti una vez más y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío. A ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos".

Por Mauricio Koch (mauriciok­­_74@hotmail.com)

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