Florencia Bonelli (47) lleva diez días en la Argentina y confiesa: "Vuelvo a Italia con varios kilos más porque no paré de comer desde que llegué. ¡Creo que batí el récord mundial de consumo de dulce de leche!", asegura entre risas mientras pide un cortado en un bar del barrio de Belgrano. Hacía dos años que no visitaba nuestro país y sus fans la esperaban ansiosas.
"Yo tengo mucho contacto por mail con mis lectoras desde el año 2003, cuando decidí poner mi dirección de correo electrónico en la solapa del libro Marlene. Entonces les aviso cuando voy a viajar y ellas se encargan de alquilar un salón, contactarse con otras lectoras y poner día y hora para reunirnos. Son reuniones lindísimas en las que pasamos horas y horas hablando como sólo podemos hacer las mujeres. A esta altura te diría que ya no las siento sólo lectoras: son mis amigas", explica la escritora cordobesa que llegó a nuestro país para presentar Aquí hay dragones, su último libro.
-Tenés lectoras que van de los 14 a los 90 años, ¡es un mercado súper amplio el tuyo!
-¿Viste? ¡increíble! ¿Sabés qué pasa? Yo escribo de una forma muy llana, simple y para mujeres que no tienen que ser, necesariamente, lectoras voraces. El tema central de mis historias es el amor y ése es, precisamente, el principal atractivo de mis libros porque es un sentimiento universal que nos atraviesa a las mujeres de todas las edades, sin distinción de clase social ni estado civil. Creo que ellas lo valoran y, claro, son las únicas artífices de mi éxito.
-Leí que te definís como una lectora que escribe. ¿No te sentís escritora?
-¡Para nada! Escritor es Jorge Luis Borges, no yo. Yo soy eso: una lectora que escribe novelas.
-¿Y qué te gusta leer?
-Yo leo mucho para mis libros porque necesito investigar, es más, te diría que lo que más tiempo me lleva es eso: todo lo que leo antes de empezar a escribir. Pero si tengo que decirte cuál fue el libro que me impulsó a escribir, fue El árabe, de una escritora inglesa que se llama Edith Maude Hull. Esa novela, que estaba en la biblioteca de Miguel, mi marido, y con la que me crucé en el año 97, me cautivó por completo y me estimuló a dejar de trabajar como contadora para dedicarme por completo a la escritura.
-Conociste a Miguel en la facultad y ambos se recibieron de contadores, ¿te costó dejar tu profesión para dedicarte a la literatura?
-No, para nada, fue casi una necesidad. Y así se lo planteé a Miguel. Él no dudó y me dijo: "Si es a lo que querés dedicarte, hacelo. Yo te apoyo". Y sus palabras fueron clave para mí porque me llevó diez años poder vivir de mis libros; si él no me hubiera bancado jamás habría podido cumplir este sueño que es, en realidad, mi verdadera vocación.
-¿Sentís que Caballos de fuego fue la novela bisagra de tu carrera, la que te convirtió en una de las mujeres más leídas de nuestro país?
-Sí, esa trilogía fue muy importante. Pero también Indias blancas, que había salido como coleccionable con el diario La Nación. Esas obras son las que me dieron visibilidad y popularidad. Vos pensá que cuando yo comencé a escribir, hace veinte años, el género romántico casi no existía y las pocas autoras que publicaban eran americanas. Las primeras ediciones de mis libros fueron de 1800 ejemplares, muy poco. El mío fue un trabajo de hormiga.
-¿Tenés ayuda para hacer el trabajo de investigación previo a la escritura de tu novela o lo hacés sola?
-Voy a decir algo que es políticamente incorrecto, pero es la verdad: a mí no me gusta trabajar en equipo, amo escribir sola. Siempre fui igual. Creo que no podría tolerar que otra persona leyera mi obra antes de estar publicada. Mis libros son como mis hijos; si yo hubiera tenido hijos los habría cuidado sola, no hubiese permitido que nadie los tocara. Soy muy celosa.
-¿Por qué no tuviste hijos?
-(Piensa unos segundos) No se dio. Tuvimos el proyecto de ser padres, pero lo fuimos postergando porque, gracias al trabajo de Miguel, llevamos una vida muy rara, muy nómade, vivimos unos años en un país y luego nos mudamos a otro… No es la vida ideal para la crianza de un chico. Y ahora ya fue, la maternidad es un tema cerrado para mí.
-El 1º de septiembre salió a la venta tu nuevo libro, Aquí hay dragones, ¿estás contenta con el resultado final?
-¡Muy! Es un libro que me llevó tres años escribir y estoy súper feliz de haber venido a presentarlo.
-Mientras lo leía pensaba que es uno de tus libros más crudos, describís escenas de violaciones que son durísimas….
-Sí, es verdad. No lo pensé así, pero tenés razón: es un libro muy crudo. Y esas escenas de las que hablás me costaron mucho. De hecho, mientras investigaba sobre la guerra de Bosnia me angustiaba tanto que llegué a dudar y a preguntarme: "¿Por qué esto me afecta más que la realidad de Gaza o Congo, sobre las que ya escribí?" Y llegué a la conclusión de que esos dos lugares hace años están en guerra y las personas que viven allí están, lamentablemente, acostumbradas a eso. Yugoslavia era distinta. Era un país como la Argentina que de golpe quedó en medio de una de las guerras más crueles de las que se tenga conocimiento.
-¿Pensás que tus lectoras van a aceptar bien esta historia tan fuerte?
-Es una apuesta. Yo vengo advirtiéndoles que se preparen para leer una historia muy dura y creo que les va a interesar. Caballos de fuego tiene escenas fuertes, pero la gran diferencia con Aquí hay dragones es que, en este caso, la que sufre la violencia es la protagonista: la Diana. No es como Matilde en Caballos de fuego, que es una pediatra que cura las heridas de quienes fueron agredidos. En este caso es la Diana quien vive en carne propia las peores vejaciones.
-Todo indicaría que a la Diana la salvará el amor de un hombre, ¿creés que el amor tiene ese poder sanador?
-Sí, claro. Yo soy una convencida del poder sanador del amor. El amor cura las heridas, te salva, pero con una condición: que vos quieras recuperarte.
-Tus libros tienen muchas escenas de sexo, ¿la editorial te pidió alguna vez que bajaras el tono o te censuró algún párrafo?
-Jamás. Me dejan escribir con total libertad. Yo creo que esas escenas son muy importantes en mis novelas, nunca las eliminaría. Tampoco recibí quejas de mis lectoras. La única que se ofusca un poco al leerlas es mi mamá, pero le digo: "Bueno mami, pasalas rapidito y listo" (Suelta una carcajada).
Textos: Juliana Ferrini. Fotos: Alejandra López
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