No hay casualidades: hay causas y efectos. Pero tal vez lo más sabio y desconcertante de todo es que aun cuando conozcamos las causas, los efectos siempre serán impredecibles. Vean, si no: a principios de la década pasada, los genios detrás de la tira infantil Backyardigans (un cómic sobre cinco amigos que jugaban en el patio de atrás de una casa y vivían toda clase de aventuras sin moverse de ahí) escribieron un capítulo, el 21, llamado "Viaje a Marte". En ese episodio una de las protagonistas, Uniqua, arrancaba hablando a cámara y diciendo: "Soy la comandante Uniqua. Y soy astronauta".
Una niña de ojos claros y pelo oscuro vio ese mismo capítulo en los Estados Unidos y quedó impactada. "Quiero ir a Marte", le dijo a su papá, Brett Carson, cuando el episodio terminó. "Bueno", respondió Brett, quien cría solo a su hija. Pero desde ese día –y al otro, y al día después, y al que le siguió, y al que vino después de ese– la niña, Alyssa Carson, volvió a decirle lo mismo. Que quería ir a Marte. Que iba a ser astronauta. Y tanto insistió y volvió a insistir, que algunos años después, Bret terminó anotándola en uno de los famosos Space Camps o campamentos espaciales organizados por la NASA.
Alyssa no sólo se postuló y quedó seleccionada, sino que sorprendió a sus instructores con el nivel de conocimiento que, siendo tan chiquita, tenía sobre planetas, vuelos espaciales e historia de la NASA. El viaje a Marte comenzaba a hacerse realidad.
AZUL PROFUNDO. Tenía por entonces siete años y la experiencia la fascinó. No fue sola, claro: Brett estuvo a su lado probando simuladores, aprendiendo junto a su niña cómo se veía y sentía andar, por ejemplo, por la superficie lunar. Desde aquella vez han pasado una década y muchísimas prácticas y horas de estudio. Miren, si no: Alyssa habla hoy chino, francés y español, además de su idioma natal, el inglés. Sueña con entrar al mítico MIT (el Instituto Tecnológico de Massachussets) a formarse como astrobióloga.
Además, hace deportes (Alyssa debe estar en perfecto estado físico y mental para poder hacer un viaje como el que sueña desde que tenía tres años) y da charlas motivacionales para niños de escuela primaria (a los que alienta a volver realidad sus sueños), entrevistas en televisión y decenas, centenares de notas en los medios.
Mas allá del deseo de Estados Unidos de revalidar sus títulos en materia espacial, la conquista de ese planeta todavía huele a quimera. Los problemas para concretar esa aspiración siguen siendo muchísimos: la atroz distancia que nos separa de él, la hostilidad del clima marciano, la ausencia de recursos, las dificultades, no sólo para aterrizar en el planeta rojo, sino para, eventualmente, volver a despegar desde allí rumbo a la Tierra…
Pero, hasta ahora, uno de los problemas más complicados tiene que ver con la convivencia: camino a Marte, una tripulación de muy pocos deberá aprender a sobrevivir sin volverse locos en espacios asfixiantemente pequeños y a sabiendas de que tal vez mueran allí. Tal vez por eso, Brett, el padre de Alyssa, sólo piensa en pasar con ella tanto tiempo como pueda hasta el momento del despegue.
Sabe que quizás sólo le queden doce años más por delante para acompañarla, y por eso dice a quien quiera oírlo: "Haré todo lo que esté en mi mano. Dejaré todo lo demás, lo haré todo con y por ella, para poder pasar tiempo juntos antes de que se marche". Rumbo al planeta rojo, su paraíso. Ese cielo con el que sueña desde que tenía tres años.
Textos: Quena Strauss. Fotos AFP
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