Reinventarse es una virtud que la exmodelo y empresaria Lorena Ceriscioli (43) conoce desde chica, cuando por el trabajo de su papá, Humberto Ceriscioli, en el Banco de la Provincia de Buenos Aires, debía mudarse seguido: vivieron en 35 ciudades bonaerenses y pasó por 10 colegios diferentes.
"Aprendí que hay que confiar en uno mismo, que nada está dicho, siempre hay una oportunidad y, si luchás, las cosas llegan", dice Lorena, que no dudó en bajarse de las pasarelas para fundar su empresa de modelos, Lo Management.
Además, hace tres años le ganó a la endometriosis y a la anemia y, de forma natural, se convirtió en mamá de Gennaro (2) junto a su pareja de hace seis años, el arquitecto y exrugbier Juan Pablo Ramognino (50).
-Hubo médicos que te aseguraban que no podrías ser mamá, ¿cómo superaste ese momento?
-Nunca di el brazo a torcer con los diagnósticos. Los médicos me proponían cosas muy definitivas con las que no me sentía cómoda a los 38 años. Me decían que tenía que sacarme el útero, que debía entrar en menopausia y yo siempre busqué más. Soy de la escuela que dice que nunca hay que bajar los brazos y mi hijo me da la razón. Tenía un tema de salud a resolver y no era solamente por la maternidad, yo no podía caminar media cuadra porque me mareaba.
-¿Y cómo quedaste embarazada?
-Encontré un buen médico, que agotó todos los recursos. Claudio Ruhlmann es un especialista en fertilidad y en endometriosis, y me dijo: "Te opero mañana, vos no podés vivir más así". Cuando me sacó los puntos, me dijo: "Ahora podés probar. Primero veamos si funciona naturalmente, y si en seis meses no pasa nada, intentamos con algún tratamiento". A los cuatro meses quedé embarazada.
-¿Te imaginabas que ese momento iba a llegar?
-No. De hecho, había empezado una terapia para procesar que no podría ser mamá. Quería trabajar el tema, a pesar de que para mí uno puede ser madre de mil formas diferentes. En mi caso yo tenía mi corazón muy lleno con las chicas en Lo. Muchas me dicen que soy como una segunda mamá: vienen del interior siendo muy chicas, están solas y necesitan contención. Creo que uno puede desarrollar su maternidad en el trabajo, ayudando a la gente y, obviamente, también adoptando.
-¿Cómo fue encontrarte en ese nuevo rol de mamá?
-Fue increíble, es impresionante cómo el instinto aparece. Las primeras dos noches no dormí porque tenía un cachorrito que me necesitaba y estaba alerta. Ahí me di cuenta del privilegio que tenemos las mujeres de poder de dar a luz, cuidar y amamantar. Gennaro es un nene muy piola y súper independiente.
-Le diste la teta hasta no hace mucho, ¿no?
-Sí, hasta los dos años y me criticaron mucho. Era un momento de conexión fantástico, él amaba su teta y a mí me parecía súper sano para él. Pero recibí muchas críticas por eso, desde mi familia hasta mis amigas, entonces empecé a mentir –se ríe–. Cuando me preguntaban les decía que tomaba sólo de noche y en realidad le daba libre demanda. Ahora que empezó el jardín me pareció que era momento de sacársela, le expliqué y la dejó.
-¿Y dónde duerme?
-¡En nuestra cama! Cuando cumplió seis meses el pediatra me dijo que lo pasara de cuarto y lo hice. Pero me angustié mucho, tenía insomnio. Siempre digo que Gennaro duerme con nosotros por responsabilidad mía, no porque él sea un caprichoso. Ahora Juan Pablo empezó a insistir con sacarlo porque ya Gennu está grande y pega patadas de noche. Será el próximo paso.
-¿Les gustaría agrandar la familia?
-Si tuviese 38 años ni lo dudo. Pero ahora no sé si me animo. Tendría que hablar con el obstetra, me muero de ganas de darle un hermanito, aunque Gennaro ya tiene a Lorenzo, que es hijo de Juan Pablo, de 17 años. Ser padres es lo más maravilloso del mundo.
CHIP TODO TERRENO. Su papá les inculcó la importancia del trabajo a ella y a sus dos hermanas. Tanto es así que hasta que no tuvo un trabajo estable y un techo, Lorena no sintió el deseo de ser madre. Y después de haberlo sido, llevaba a Gennaro con menos de tres meses a Lo Management y trabajaba con él a upa.
El pasaje de modelo a empresaria se dio en un momento en que el mercado estaba cambiando: "Había chicas nuevas con otra belleza: pecas, ojos grandes, otra frescura y energía. Yo tenía 28 años y no quería someterme a doscientas cirugías para poder seguir en la pasarela", se acuerda.
Y dijo: "Por qué no hacer algo que podría hacer bien, tengo la experiencia de haber transitado por ese lugar y conozco a todos los clientes, que son amigos", se preguntó en su momento. Y así empezó, en una oficina chiquita, ella sola con todas las tareas: desde atender el teléfono hasta llevar las facturas.
"Nací para estar de este lado. Yo como modelo fui muy buena, pero entendía que me faltaban cosas para ser la número uno", afirma Ceriscioli. Y agrega: "Amo la moda y me muevo como pez en el agua en ese ambiente".
-¿Sufriste por no ser la número uno?
-Para nada. Yo sabía que no iba a ser Claudia Schiffer, pero no lo sufría. Me gustaba lo que hacía, gané amigas, viaje un montón y disfruté cada foto, cada experiencia.
LA MANAGER. A partir del fenómeno Mica Argañaraz –que conquistó a las grandes firmas internacionales–, su agencia se caracterizó por la representación de modelos en el exterior. Mia Quinn, Valentina Wende, Luna Sieburger May, Dana López y Azul Caletti son sólo algunas de las modelos que empezaron en Lo Management y que hoy triunfan en Londres, París y Nueva York.
Peinó: Melody Grimolizzi. Agradecemos a: Mishka.
Textos: Candela Urta (curta@atlantida.com.ar)