Amistad por hora: cuando se paga para salvar las apariencias

Tener amigos hace a una imagen positiva. De aquí que la moda desopilante (y el negocio) de alquilar amigos para compartir un evento, ir al cine, sacarse una selfie y ganar corazones en las redes tenga tanto éxito en el mundo. Todo bien con aparentar, pero ¿y los sentimientos? ¿Qué hay de la amistad verdadera?

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Alquilar amigos es posible para
Alquilar amigos es posible para no sentirse solos

Lina tiene 42 años, vive en el centro porteño, habla inglés y alemán (además de español), es diseñadora de indumentaria y le gusta el arte en todas sus formas. Disfruta de mantener conversaciones agudas sobre cualquier tema, de ir al cine, al teatro, a recitales de música y, por qué no, de cuando en cuando, a competencias deportivas. La gente con buen humor la puede. Alquilar su compañía cuesta alrededor de US$ 20 la hora, pero acepta a partir desde un piso mínimo de US$ 10, si se desea su presencia por más tiempo. No en la cama: no confundamos los tantos. Solo se trata de alquilar por horas "una amiga".

Las plataformas que se dedican a esto, a diferencia de otras páginas de citas como Tinder o Happn, no se ocupan de generar encuentros románticos. De hecho, por el contrario, parte del código del "buen usuario" es no tener segundas intenciones. Lo que promueven estas inquietantes iniciativas que en el último tiempo desembarcaron tímidamente en nuestro país es la posibilidad de pagar (alquilar) por un rato de amistad.

Por una tarde o un fin de semana. De cosechar las bondades de un vínculo real, sin atajos y delineado y acorde con la ocasión. Para evitar ir a cenar sola a ese restaurante que te morís por conocer, para que alguien te acompañe a una fiesta o a un evento laboral. Para aparentar en la barra de un bar (y que alguien se acerque a hablar) o simplemente un encuentro para pedir un consejo sobre un asunto que nos tortura. Y hasta para que te acompañen a comprar ropa. Incluso si querés una selfie grupal para subirla a Instagram. Así nadie duda de cuánto te divertís. Porque en el mundo de las redes hay que ser y parecer.

Rent a friend llegó en
Rent a friend llegó en 2010 al país para quedarse con varios perfiles activos, de hombres y mujeres de entre 25 y 50 años, dispuestos a alquilar y ser alquilados.

SE BUSCA."Soy redactora publicitaria y también hice cursos de marketing. Soy entusiasta y me gusta divertirme: bailar, trasnochar, charlar, caminar, pasear, descubrir lugares nuevos. La playa, el océano, las noches de verano, cocinar para amigos, dar regalos originales y sorprender a mis amigos, los deportes, el río, el remo, el fitness, el cine, las películas de misterio, la música, el jazz, el pop, el soul, el rock. Me gustan los conciertos en vivo, la música romántica y bailar lentos. Me gusta también la guitarra, aunque no sé tocar. Mi cantante preferido es Sting. Me interesa charlar sobre la vida en general. Me gusta improvisar una salida o programa para ver qué surge. Organizar un buen pícnic, comer un rico asado. Recorrer las distintas ferias que hay en la ciudad, asistir a eventos de música o de teatro o de gastronomía. Me divierten el arte y el teatro callejero. Espero compartir éstas y otras actividades con vos y que pueda sumarte a mis amigos. Yo ya te sumé, ahora sumate vos".

La que alienta a que contraten sus servicios es Cristina, de 52 y de Belgrano, que eligió postularse así. Su perfil está de lo más activo en el sitio de origen brasileño Rent a friend, la más popular de estas plataformas. Pero también hay aplicaciones "amigueras" como la americana Ameego: una puede solicitar un amigo a domicilio (¡ahora mismo!) con la misma facilidad con la que pide un taxi. Y aunque esta última por ahora solo está disponible en Nueva York y San Francisco, es posible que no falte demasiado para que tenga también su versión en español. Esta llamativa y particular tendencia no casualmente surgió en Japón, una sociedad atravesada por la soledad y el culto a las apariencias. El mandato, la presión social y el qué dirán tiene un peso aún más relevante que en Occidente.

Hace ya una década Yuichi Ishii se hizo pasar por la pareja de una amiga durante una entrevista de ingreso a una guardería privada de Tokio, en la que no aceptaban a chicos de madres solteras. Su amiga lo era y para no ser rechazada por las autoridades del jardín le imploró ayuda. Ante esa primera complicidad Ishii decidió profesionalizar sus servicios, ampliarlos y promocionarlos a través de las redes sociales bajo el nombre de Family Romance; punta de lanza de este tipo de agencia "de actores" en todo el mundo. En Ossan (también japonesa), Ikea (46) lleva diez años alquilándose para ver un partido de béisbol, salir a correr o acompañar a una veinteañera a cantar en un karaoke. También él busca amigos al hacerlo. "No solo lo hago por dinero", admite.

No solo lo hago por dinero

Aunque cada contratación le sirve para completar el sueldo fijo que cobra en una empresa, ser amigos de alquiler le lleva unas veinte horas por semana. Una propuesta de lo más insólita recibió Naomi (28), que desde hace cinco años presta sus servicios como amiga en la misma agencia. "Un día acompañé a una señora mayor a visitar una tumba porque no había nadie que pudiera ir con ella. En otra oportunidad, una mujer me pidió que me quedara con ella en su casa porque su marido estaba de viaje y tenía problemas para dormir".

Otros clientes contratan a un novio o a una novia para verlos una vez a la semana por unos 15.000 yenes (112 euros) y están los que alquilan padres y madres para sus hijos en varias ocasiones al mes (a unos 150 euros por sesión). Los servicios se pagan con tarjeta o en efectivo y en general se arreglan antes de la salida. En Rent a friend, por ejemplo, el mínimo es de US$ 10 por hora, pero algunos perfiles cotizan más de US$ 50, y las páginas promueven que sean los propios prestadores los que pongan el precio.

La app Ameego cosecha usuarios
La app Ameego cosecha usuarios en el mundo, especialmente para acompañarte a recorrer una ciudad desconocida, a un bar o a comprar ropa.

DETRÁS DE ESCENA. Polémicos, desconcertantes, ¿deprimentes? Casi un síntoma de época, los sitios de alquiler de vínculos impostados tienen montones de postulantes y clientes deseosos de intercambiar confianza, empatía y escucha por unos cuantos dólares. Para los analistas de nuestras emociones y comportamientos el fenómeno no pasa desapercibido. ¿Será que estamos más solos que nunca?, ¿defendemos la libertad de vivir como se nos antoja pero no nos bancamos el qué dirán?.

De algún modo, analiza la psicóloga de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Adriana Guraieb, el dinero puede transformarse en una condición de inicio de un vínculo genuino. El intercambio de prestaciones inicial (unos buscan trabajo, otra presencia) puede transformarse. El problema, dice Guraieb, es cuándo el "deber ser" toma el poder absoluto y nos empuja a montar escenas desopilantes (aunque verosímiles) solo para complacer a otros.

A veces la presión social es alta: "que a los 30 años tenés que tener carrera, una pareja, una casa y los hijos. Te tiene que ir bien y ser emprendedor. Alquilar un amigo puede ser solo un paliativo muy momentáneo para salir de una situación que nos genera incomodidad y nos aleja de lo verdaderamente importante: intentar ser quienes somos, fortalecer nuestra autoestima, independencia emocional, autonomía y respeto. Liberarse de los mandatos nos dignifica y fortalece".

Amor líquido, diría el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, término que creó para definir la fragilidad de los vínculos en estos tiempos posmodernos. ¿Relaciones sin solidez, ni calidez, cada vez más fugaces, superficiales y étereas y con menos compromiso?

FRIENDLY. Intercambiar dinero por afecto es la propuesta de las webs que promueven el alquiler de vínculos.

PONÉ PRECIO. Alquilar compañía cuesta entre US$ 10 y US$ 50, pero los honorarios se terminan de definir antes del encuentro.

Textos: MARA DERNI (mderni@atlantida.com.ar). Fotos: LATINSTOCK

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