Cuenta Cristián Paz que cuando en febrero del año pasado estaban listos para abrir el centro CONIN de Bancalari, tuvo un momento de duda: ¿habría chicos desnutridos en Bancalari? Hacía tiempo que con su mujer, Rosario Naón, venían hablando de hacer algo por la gente del corredor Bancalari, esa que había quedado en los márgenes de los tantos barrios privados que hoy definen la zona Norte del Gran Buenos Aires. Fue justamente ella quien planteó por primera vez la posibilidad de que esa necesidad tomara la forma de un centro CONIN –ideados por el médico Abel Albino–. Sin embargo, el foco de esa fundación estaba puesto en la problemática de la desnutrición y el desarrollo neuronal infantil, una problemática que Paz (y la mayoría de la gente) no asociaba a su localidad. Y la realidad, tristemente, los sorprendió: "De los chicos que se atienden acá, el 75 por ciento están desnutridos", cuenta Rosario.
A diez meses de haber abierto sus puertas, el centro CONIN Bancalari, fundado por unos 10 matrimonios, recibe a 32 menores de dos años junto a sus madres. Carolina y Alejo Martínez Youens, Wenceslao y María Ugarte, Dolores y Rómulo Naón, Ximena y Matías Montes de Oca, Belén y Martín Ferreira, Inés y Mariano Álzaga y Cecilia Muro son algunos de los vecinos del barrio que estuvieron en la fundación del centro que hoy cuenta con 200 voluntarios; 60 de ellos se reparten en las dos mañanas que van las madres y los chicos. Durante esas jornadas hay charlas de formación, controles y seguimiento con nutricionistas, pediatras y trabajadoras sociales y actividades con psicopedagogas.
-¿Por qué la decisión de CONIN y no otra fundación?
-Rosario: Mi hermana había abierto un centro en San Antonio de Areco y por ella supe de qué se trataba y cómo era. Hace un tiempo que yo venía colaborando en una ludoteca en la que veíamos a los chicos y sus madres y tenía ganas de hacer algo: sabía que si me decidía no iba a ser yo sola porque lo había hablado más de una vez con mi grupo de oración (que fueron las primeras que se sumaron). Vivir en una situación acomodada sabiendo que a diez cuadras está la señora que trabaja en tu casa viviendo en condiciones completamente distintas te impulsa a hacer algo.
-¿Hacen participar a sus hijos de esta actividad solidaria?
-Rosario: Muchos son chicos y están escolarizados, pero por lo general colaboran en lo que pueden y están al tanto de lo que hacemos. -Carolina: Los bolsones de comida que les damos a los que vienen se hacen con donaciones que recibimos de los barrios en los que vivimos. En el nuestro, la mayoría de las recolecciones las hacen los chicos. -Ximena: Igualmente más allá de lo que hagan en concreto, ellos están re al tanto. Mi hija más chica me dice: "Mamá, te trajeron esto para CONIN". (La imita) Y hace poco faltó al colegio para acompañarme. Está bueno.
-¿Siempre tuvieron la voluntad de hacer algo solidario?
-Matías: Me parece que esas ganas de ayudar al que le tocó una vida más complicada siempre están. O por lo menos era algo que nosotros teníamos, no sé… Estando en barrios privados como en los que vivimos, donde el contraste es enorme, es más difícil mirar para otro lado. El "hagan algo" se convierte en un "algo hay que hacer" y "¿quién lo hace?". -Cristián: Obviamente que esto es una gota en el mar, pero lo que nosotros hacemos fue inspirado por otros que hicieron otra cosa y eso genera un movimiento que tiene que seguir e inspirar. –Carolina: Acá no hubo que convencer a nadie y ese es el ejemplo más gráfico que te demuestra que evidentemente hay una intención de ayudar al que tenemos al lado.
-Puntualmente se ocupan del tema de la nutrición infantil…
-Rosario: Sí, la asociación civil se llama Nutriéndonos porque nos gustaba la idea de que, más allá de la alimentación, a los chicos que vienen se los nutra con estimulación y afecto… No es solo físico, es nutrirlos espiritualmente también. Y no pasa sólo por ellos porque todos los voluntarios nos nutrimos también. Además, el impacto de lo que vivimos va más allá de nosotros y es algo que se expande a nuestro entorno. –Wenceslao: Igualmente, más allá de la voluntad de servicio que uno puede tener o no, lo que a mí me convenció fue ver que había algo en lo que podíamos hacer una diferencia en serio. Trabajar en nutrición infantil no es un paliativo, impacta directamente en las posibilidades que van a tener esos chicos.
-¿La desnutrición tiene daños irreversibles?
-Rosario: Sí, porque los dos primeros años de vida son la etapa en la que el cerebro crece más. Un chiquito en situación normal nace con un cerebro de 350 gramos, uno desnutrido nace con uno de 35 gramos. En una situación normal, el cerebro de un chico de un año ya pesa 900 gramos, cuando el del adulto pesa 1.200. Ahí es cuando uno entiende lo fundamental de trabajar con chicos de esa edad y con embarazadas de bajo peso, porque la desnutrición genera debilidad mental y esa es una de las pocas discapacidades que se pueden prevenir.
-¿En qué se trabaja?
-Rosario: Nuestros pilares son la alimentación y estimulación. A los chicos se les hace un seguimiento con pediatras, nutricionistas y una psicopedagoga que los hace trabajar. Con las madres nos esforzamos en darles charlas sobre salud, nutrición y educación, además de tener una trabajadora social que brinda charlas vinculadas a la violencia doméstica, adicciones y ese tipo de problemáticas.
-¿Ven interés por parte de las madres?
-R: Sí. De hecho, nos impresionó mucho ver que en la primera encuesta que se les hizo a mitad de año todas marcaron que lo que más les había gustado eran las charlas. Para nosotras fue una sorpresa, porque en general no eran participativas. Fue bueno saber eso porque su rol es fundamental: uno no puede darle el alta a un chico sin saber que esa situación se va a sostener.
-Me imagino que teniendo realidades tan distintas debe haber una cuota importante de prejuicios que superar. De un lado y del otro…
-Rosario: Sí, hace poco nos pasó que una de las mujeres que viene, se enojó y nos dijo: "A ustedes les parece fácil porque les pagan para venir", cosa que obviamente no es así. La realidad es que todos tenemos preconceptos y prejuicios sin fundamento que vamos superando en la medida en que nos conocemos. ¡Eso es buenísimo! -Cristián: Hay muchísimos prejuicios que ya están instalados e implican que por vivir en uno u otro lado uno reciba una cantidad de adjetivos. Me parece que eso es algo inevitable, pero más allá de eso, lo que tenemos que lograr es que exista una igualdad de oportunidades. Hay que pelear para que la gente que no puede salir de un lugar tenga oportunidades reales de hacerlo. En una situación compleja como la de nuestro país, lo mejor que podemos hacer es dejar de achacarle responsabilidades al Estado y empezar a aportar.
Para colaborar
xEl centro CONIN Bancalari funciona desde marzo de 2017 y atiende a un total de 32 chicos con sus madres. xEl 75% de los chicos que asisten a este centro están desnutridos: algunos crónicos, otros agudos. En el caso de los crónicos, aunque su peso y alimentación ya fueron normalizados, hay daños que son irreversibles. xEl centro tiene unos 200 colaboradores voluntarios, 60 de ellos participan activamente los dos días CONIN que tiene el centro (martes y jueves por la mañana). xPara ayudar: http://www.nutriendonos.org/DONA/
El origen de los centros CONIN
Creada en Mendoza por el médico pediatra Abel Pascual Albino, la fundación CONIN (Corporación para la Nutrición Infantil) lucha desde 1993 por erradicar la desnutrición infantil en Argentina, en América Latina y el mundo. Su visión es la de "un país con igualdad de oportunidades en donde todos puedan desplegar su potencial genético y optar con libertad el camino a seguir". La organización, que depende de voluntades y donaciones, intenta cumplir ese sueño a través de los centros de prevención y promoción del desarrollo. Los profesionales que los integran coordinan charlas sobre acompañamiento y estimulación para los chicos y sus familias, que además de recibir periódicamente asistencia en alimentos, encuentran información, diagnóstico y seguimiento nutricional. Las madres pueden, también, participar de los talleres de alfabetización, salud y aprendizaje
de distintos oficios.
Textos: LUCÍA BENEGAS
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