Nunca un productor fue tan mencionado en los agradecimientos de la alfombra roja. Que justo antes de Steven Spielberg y después de Dios venía él. Que el hecho de ser al mismo tiempo dueño y fundador de compañías que producían y distribuían películas (Miramax y The Weinstein Company) lo colocó en un lugar de poder inaudito para un productor cinematográfico: su gordo pulgar hacia arriba o hacia abajo decidía el destino de guiones, directores y –desde luego– también actrices.
Harvey Weinstein, hoy de 65 años, fue por décadas una suerte de marajá, de decadente y libidinoso amo de los sets de filmación. Caerle en gracia era, pues, el requisito previo no sólo para acceder a las mejores películas y papeles sino también para no quedarse definitivamente fuera del sistema.
Georgina Chapman, su esposa, lo echó y le pidió el divorcio al enterarse de los abusos cometidos por su marido
En ese ecosistema hecho de sonrisas, contratos y "favores" recíprocos, Weinstein estaba en el lugar y momento correctos para lanzarse a eso que le interesaba casi tanto como hacer dinero: la cacería de mujeres. Ninguna en Hollywood (sabemos ahora) lograba entrar en el rango de visión de Weinstein y salir indemne. ¿Y cómo sabemos hoy eso? Pues porque casi en simultáneo y a principios de este mes, nada menos que el matutino The New York Times y la revista The New Yorker presentaron sendas investigaciones sobre él.
Había de todo: cartas, mails, grabaciones en video y en audio, correos internos de Miramax, testimonios anónimos y hasta (en la investigación de The New Yorker) grabaciones policiales en las que se lo ve a Weinstein admitiendo haberse puesto "pesado" con la mujer que acababa de denunciarlo.
La primera que alertó sobre su comportamiento fue la viuda de Kurt Cobain, Courtney Love, hace unos doce años. La cantante había dicho "Si Harvey Weinstein te invita a una fiesta privada en el (hotel) Four Seasons, no vayas". Todos sabían de su costumbre de citar a actrices en hoteles y ponerse "cachondo" sin previo aviso, todos escucharon lo de los tocamientos, la historia de aquella actriz a la que la obligó a dar o a recibir sexo oral o la de aquella otra a la que se le tiró encima en medio de una conversación de trabajo. Todos sabían, sí, pero nadie hablaba. Porque ya habían visto cómo actrices de la talla de Rosanna Arquette o Mira Sorvino se quedaban fuera de proyectos sólo por haber rechazado sus topetazos.
Ronan Farrow (a su vez, hijo de otro polémico personaje como Woody Allen y de quién se quitó el apellido) el periodista que cubrió el caso para The New Yorker, habló de una "cultura de la complicidad". Todos sabían y nadie hacía nada. O sí: hacían bromas. Bromas como aquella con la que el actor Seth MacFarlane anunció en 2013 a las candidatas a Mejor Actriz de Reparto. Dijo entonces: "Felicidades a ustedes cinco, que ya no van a tener que fingir que se sienten atraídas por Weinstein". Sí, tan vox populi era la cuestión que podía ser motivo de broma en la entrega del Oscar y que todos se rieran en público de lo que deploraban (y hasta sufrían personalmente) en privado. Hasta que algo cambió.
SEXO, MENTIRAS Y PELÍCULAS. De la mano de filmes como Shakespeare apasionado; El paciente inglés; Sexo, mentiras y videos, Pandillas de Nueva York o El discurso del rey, dentro de una lista casi interminable, el nombre de Weinstein se volvió familiar y temido en Hollywood. Amigo personal de Barack y Michell Obama, Weinstein fue por mucho tiempo la clase de ejecutivo con el que nadie en su sano juicio quería pelearse. Y ahí están las fotos de cada gala para probarlo: Angelina Jolie, Nicole Kidman, Gwyneth Paltrow. A Asia Argento la obligó a tener sexo. A Ashley Judd la invitó a mirar mientras él se daba una ducha.
“Apoyo y aplaudo a todas las mujeres que se pronuncian contra el abuso y la mala utilización del poder” Nicole Kidman
La bomba finalmente estalló y las pruebas y los testimonios eran tan abrumadores que en cuestión de horas Weinstein fue despedido por su propio hermano de su propia empresa. Luego de esto la vocera de Weinstein trató de calmar las aguas (lo que en fútbol se conoce como "salvar los trapos") del peor de los modos: hablando de "sexo consensuado" donde era evidente la asimetría de poder entre el uno y las otras. Para qué: fue leer eso en los medios para que la creciente marea de mujeres enfurecidas y clamando por justicia volviera a incrementarse.
¿Qué dijo él? Muy poco, y todo por vía de su vocera. "La forma en que me he comportado con colegas en el pasado ha causado mucho dolor, y me disculpo sinceramente por ello", dijo el productor. Pero ¿por cuánto tiempo más habría seguido "causando dolor" de no haber sido expuesto públicamente por la prensa?
EL DESPUÉS. Así, en cuestión de horas –y de la mano de las redes sociales– todo ardió. Weinstein perdió su empleo, su mujer lo abandonó llevándose a los chicos con ella y –a modo de frutilla de un postre venenoso– este fin de semana la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood tuvo una reunión de urgencia para discutir este escándalo que (por acción y omisión) los salpica a todos. ¿Resultado? Fue expulsado de la Academia, algo que no había sucedido antes ni siquiera en casos tan evidentes de inconducta sexual como el del director Roman Polanski (condenado por tener sexo con una menor de trece años) o de Bill Cosby, a quienes decenas de mujeres acusaron recientemente de haberlas hostigado y aun atacado sexualmente mientras hacía de padre perfecto en la exitosa serie La familia Cosby.
Las mujeres dispuestas a hablar de "Weinstein el Depredador", en tanto, ya eran decenas. Y, claro, quienes temieron quedar asociados a tan nefasto personaje salieron a despegarse de él, como lo hicieron los Obama con sendos tuits. "Me siento asqueado", dijo Barack, y su esposa Michelle no se quedó atrás. No es casual: Malia, la hija mayor de ambos, trabajó durante un año en la compañía de Weinstein como becaria y podría haber estado en el lugar de cualquiera de las chicas acosadas por el productor.
También se supo que Matt Damon, Ben Affleck y Russell Crowe habían impedido que el acoso sexual del productor se diera a conocer en 2004. Sharon Waxman, CEO y editora en jefe de The Wrap, había descubierto que Fabrizio Lombardo, director en Italia de Miramax hace 13 años, era el encargado de conseguirle las mujeres a Weinstein. En ese momento, Waxman trabajaba en The Times y recuerda que: "Después de una gran presión por parte de The Weinstein Company, que incluye a Matt Damon y a Russell Crowe llamándome directamente para responder por Lombardo, la historia que yo había escrito fue destruida".
Caerle en gracia era el requisito previo no sólo para acceder a las mejores películas y papeles sino también para no quedarse definitivamente fuera del sistema
Damon negó haber tenido conocimiento de la conducta inapropiada de Weinstein. "Harvey me había llamado y dijo: 'Sharon Waxman está escribiendo una historia sobre Fabrizio y es realmente negativa. ¿Podés llamar y contarle cómo fue tu experiencia con Fabrizio?' Así lo hice y eso fue lo que le dije".
Affleck (quien también fue acusado de acoso sexual en las últimas horas por la actriz Hilarie Burton) fue otro que quiso despegarse del productor. "Me entristece y enfada que el hombre con quien he trabajado haya usado su posición de poder para intimidar, acosar sexualmente y manipular mujeres durante décadas. Los alegatos adicionales de ataques que he leído esta mañana me enfermaron…", escribió en su cuenta de Twitter.
Al tiempo que las denuncias se suceden y las acciones de su compañía familiar se desmoronan, todo se cae alrededor. Marchesa, la marca de moda creada por su esposa, Georgina Chapman, se ha convertido en una suerte de mala palabra en el mundo del espectáculo, cuando hasta hace semanas las actrices (presionadas por Weinstein, marido de la couturier) debían lucir sí o sí sus diseños en la alfombra roja, como lo tuvo que hacer Sandra Bullock.
Mientras tanto, el terremoto sigue. Y, como no podía ser de otra manera, ya hay rumores de que con todo esto la industria cinematográfica volverá a hacer lo que mejor le sale: una gran y muy taquillera película. Porque, claro, la historia de Weinstein lo tienen todo: sexo, poder, dinero. Y el silencio de los testigos más glamorosos del mundo.
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Las acusaciones más escandalosas
Ashley Judd fue de las primeras en denunciar, aunque demoró más de 20 años. En 1996 llegó al hotel donde se hospedaba Weinstein creyendo que asistía a un reunión de negocios. El productor apareció en bata de baño y le pidió un masaje y que lo viera ducharse. Gwyneth Paltrow tenía 22 años cuando Harvey Weinstein la manoseó en la suite de un hotel de Beverly Hills. Angelina Jolie contó que él "avanzó" sobre ella en una habitación de hotel, pero ella lo rechazó. Lucia Evans dijo que al llegar a un casting Weinstein la atacó sexualmente y la obligó a practicarle sexo oral. Ambra Battilana Gutiérrez, ex finalista del Miss Italia, contó que en 2015 Weinstein se le lanzó, tocó sus pechos y trató de meter la mano por debajo de su minifalda. Cara Delevingne asegura que Weinstein le pidió hacer un trío. Lea Seydoux dijo que se avalanzó sobre ella e intentó besarla. Katherine Kendall acompañó al productor a su casa en 1993; cuando llegaron, Weinstein se desvistió y la persiguió desnudo por toda la casa. Asia Argento denunció que Weinstein le quitó la falda y la forzó a practicar sexo oral. Mira Sorvino dijo que intentó sobrepasarse con ella, pero la actriz lo rechazó y se fue. Rosanna Arquette contó que ella se negó a masturbarlo.