"Todo es arte… ¡arte! ¡arte! ¡arte!", diría nuestra queridísima Marta Minujín. Y la moda también. O al menos no podemos negar que estas dos disciplinas están ligadas por un vínculo tan estrecho que es difícil de desmembrar. Incontables fueron las veces que un diseñador de moda se inspiró en una obra artística, como aquel vestido Mondrian que Yves Saint Laurent materializó en los años sesenta… Nadie se atrevería a discutir el lazo entre Elsa Schiaparelli y el surrealismo, o el que se dio en 2012 entre la artista japonesa Yayoi Kusama y la firma francesa Louis Vuitton.
Además de una colección cápsula que incluía ropa y accesorios, la dupla Kusama-Vuitton generó una exposición de arte itinerante que se exhibió en museos como el Reina Sofía de Madrid y el Centro Pompidou de París, entre otros. Una de las exhibiciones más populares en el Metropolitan Museum of Art's de Nueva York fue China a través del espejo, en 2015. Esta muestra, que exploraba las influencias asiáticas en Europa a través de la indumentaria, desde sus primeros contactos en el siglo XVI hasta la actualidad, fue visitada por más de ochocientas mil personas y se convirtió en la quinta más vista en la historia del museo.
Este año el MoMa volverá a vestirse a la moda, setenta años después de su única muestra de moda, llamada ¿Es la ropa moderna? El templo neoyorquino exhibirá, a partir del 1º de octubre, la muestra ¿Es la moda moderna? que reúne 99 prendas que han jugado un papel clave en nuestra cultura durante los últimos cien años. Balenciaga tuvo recientemente una muestra en honor a sus 100 años con la moda en el Musée Bourdelle de París y otra, que se podrá visitar hasta el 18 de enero, en el Victoria & Albert de Londres. Manolo Blahnik expuso en el Palazzo Morando de Milán, en San Petersburgo; actualmente está en Praga –hasta el 12 de noviembre–y más tarde viajará a Madrid y Toronto. O la moda invadió los museos o los museos se pusieron de moda…
¡MODA, MODA, MODA! "Observar y admirar indumentaria en un museo no es lo raro. Lo que nos llama la atención es la contemporaneidad. Estábamos habituados a verla en aquellos museos que muestran la historia del traje, más como un elemento costumbrista o un racconto de épocas y estilos, en cambio ahora se la exhibe desde un punto de vista más conceptual, ya no –o al menos no solo– desde el vínculo histórico y funcional. La moda en este caso está pensada como un objeto escultórico, una obra artística conceptual e individual", explica Vicky Salías, diseñadora de indumentaria y directora del Museo de la historia del traje.
Sin duda, ese logro se lo debemos a Diana Vreeland quien, al finalizar su carrera como directora editorial de la Voguenorteamericana, ingresó como colaboradora en el Instituto del traje del Met en 1973. A diez años de su debut, Vreeland presentó la primera retrospectiva de un diseñador vivo, Yves Saint Laurent. La exhibición, además de dar mucho de qué hablar –especialmente a las críticas–, fue récord de público. "El diseñador se vive más como un artista, es como si la moda subiera de categoría intelectual al ser pieza de un museo", comenta Salías. Y, curiosamente, el museo también se transforma: "Por un lado, el que es habitué del museo, si bien no forma parte de un público específico de moda, puede 'leer' la estética y aprender –o relacionarlo con– otras cosas. Por otro lado, la moda convoca, suelen ser muestras más masivas porque la moda es algo con lo que todos nos relacionamos de alguna manera. Es algo cercano, más popular y eso es lo que hace que sean muestras tan exitosas".
En 2011, la exposición Belleza Salvaje, una retrospectiva sobre el trabajo de Alexander McQueen a poco más de un año de su muerte, convocaba a más de medio millón de personas, quedando en la lista de las diez exhibiciones más visitadas en la historia del Met. Es como si el museo le quitara el velo banal a través del cual la sociedad suele ver la moda.
Mucha gente mira los desfiles en busca de tendencias, pero en un contexto más formal como una muestra de arte puede apreciar los discursos de moda. Un diseñador es un comunicador, alguien que tiene algo para decir, como un artista, sólo que el primero tiene también el desafío de vestir un cuerpo. Que en el V&A se enuncie a Cristóbal Balenciaga como "el padre de la forma", lo hace más verosímil que si sólo figura en el título de un artículo de Vogue. Saca al maniquí del couturier de su contexto (taller) y lo coloca al nivel de las Forsters Codices de Leonardo Da Vinci, sólo por el hecho de compartir espacio. Tal vez muchos desconocían a Rei Kawakubo o eran incapaces de relacionarla con Comme des Garçons antes del 4 de mayo pasado, cuando se inauguró una exposición en su honor en el Met. Ése es el efecto de la dupla moda-museo, la moda se expande y el arte también.
MODA Y ARTE CON IDENTIDAD NACIONAL. En Buenos Aires, desde 1972 funciona el Museo de la historia del traje, una entidad que se dedica principalmente a guardar testimonio y recrear el mundo de la moda, el lenguaje del traje y la vinculación del vestido con el arte y su contexto social. Pero a partir de finales de octubre expondrá también muestras temporarias con el fin de rotar más la colección del museo y sumar diseñadores y artistas contemporáneos. "Nuestra primera exhibición tiene como eje temático el mundo vegetal en diferentes períodos históricos y orígenes, desde el siglo XVIII hasta la actualidad", aclara su directora, Vicky Salías.
Pero no sólo en el Museo de la historia del traje podemos ver moda: en 2013, el Centro Cultural Recoleta rindió homenaje al modisto Gino Bogani y en 2014 Colección Fortabat expuso Universos de moda, una muestra en la que participaron diseñadores locales de primer nivel. Malba es una de las instituciones más ligadas al mundillo fashion contemporáneo, ha organizado desfiles con diseñadores latinoamericanos y una de sus muestras más concurridas tuvo a la moda como protagonista: In your face, del fotógrafo Mario Testino. Es evidente que de este lado del mundo la moda nos importa ¡mucho! (y el arte también).
MODA DE MUSEO. Los diseñadores no sólo exponen en los museos, ¡muchos tienenel suyo propio! Tal es el caso de Balenciaga en su pueblo natal, Getaria (España), donde se exponen sus mejores creaciones. El italiano Armani no se queda atrás y exhibe una muestra permanente en Armani/Silos, cito en Milán. Otra firma italiana, Gucci, cuenta con museo propio, aunque ahora se encuentra cerrado temporalmente. Y como soñar no cuesta nada, las invitamos a darse una vuelta por el museo de Valentino. No se preocupen que no tiene costo alguno, no hay que sacar pasajes ni tomarse días de vacaciones porque es virtual, así que podrán adentrarse cuando quieran, desde el lugar que prefieran y deleitarse con sus románticas creaciones. Chanel aún no tiene museo propio, aunque este año anunció que costeará los gastos para que el Palais Galliera inaugure una sala en la cual exponer su colección permanente (más de 200.000 prendas, accesorios y documentos). Su inauguración está prevista para finales de 2019 y se llamará Salles Gabrielle Chanel.
textos MARIELA RAFFAELLI (mraffaelli@atlantida.com.ar) fotos ARCHIVO ATLÁNTIDA