"La imitación es la base del aprendizaje de los niños. Se trata del primer recurso que tienen para identificarse, descubrir y apropiarse del mundo que los rodea".
Así lo explica la psicóloga infantil Rosina Duarte, quien también cuenta que durante la primera infancia el crecimiento de los niños justamente se produce mediante la imitación de las conductas y reacciones que otros les ofrecen.
Asimilan los estímulos del exterior para luego adaptarlos y hacerlos propios, consolidando su sentido de autonomía. "Un aspecto importante de la etapa de imitación es el juego, ya que a través de este los niños imitan conductas de la vida cotidiana", resalta.
En desarrollo
Este proceso, según sostiene la profesional, ocurre en todos los niños, aunque muchas veces difiere en la edad. Generalmente aparece entre los 9 y 10 meses de vida y, a medida que el niño crece, va aumentando la imitación según su desarrollo.
La experta profundiza que la imitación comienza como manera de aprendizaje, especialmente con la adquisición del lenguaje y el inicio del habla. A partir de los 2 años comienza una etapa menos "egocéntrica" en donde el niño es capaz de interiorizar lo aprendido y representarlo en imágenes mentales.
La conducta imitativa va adquiriendo una complejidad creciente cuando comienzan a imitar a los padres y a su entorno. "Es un proceso de identificación que los niños tienen con sus seres más cercanos que hace que vayan adquiriendo valores y actitudes de la cultura que los rodea. De este modo logran desarrollar una conducta social positiva y, al mismo tiempo, fortalecen su autoestima, organización y seguridad emocional interna", justifica la especialista.
El rol de los padres
La etapa de imitación dura aproximadamente hasta los 6 años, aunque los niños siguen imitando de por vida la conducta de sus padres, ya que son sus máximos referentes. Pero, ¿hasta qué punto es sano?
Frente a esta pregunta, la psicóloga señala que la forma en que los niños conocen el mundo es mediante la repetición de lo que los padres dicen o hacen, por eso, su ejemplo es fundamental.
"Acompañar y estar cerca de los hijos es lo más importante, siempre teniendo en cuenta que están en constante movimiento y que absorberán el conocimiento de quienes tengan más cerca. La idea es poder transmitir valores mediante la conducta y el accionar para que los incorporen a su propia vida", agrega.
Con respecto a los límites, la licenciada Duarte aclara que los niños siempre necesitan de manera gradual que los adultos puedan ayudarlos a entrar en las leyes que rigen el entorno. De esta manera, es necesario marcarles aquello que deben hacer y aquello que no, con amor y con buena comunicación.
La forma en que los niños conocen el mundo es mediante la repetición de lo que los padres dicen o hacen, el ejemplo es fundamenta
Marcando límites
En cuanto a las conductas abusivas, la experta comenta que, al principio, el niño imita todo lo que sucede sin poder discernir lo que está bien de lo que está mal, entonces es importante tener en cuenta su edad así como su desarrollo evolutivo y cognitivo, ya que no todos crecen de la misma forma ni al mismo tiempo.
"En caso de detectar algún exceso, lo primordial es que los padres puedan limitarlo inmediatamente, evitando que esa conducta se vuelva repetitiva o se instale como un comportamiento usual", aconseja.
También puede ocurrir que el niño copie actitudes o palabras negativas. Frente a esta situación, la especialista recomienda ayudarlo a diferenciar, con paciencia y cariño, todo lo malo que pueda imitar del exterior. Siempre habrá factores negativos que cautiven su atención, pero con la guía adecuada del adulto, el camino a recorrer se le simplificará. El diálogo por parte de los padres es fundamental para poder explicar que, si bien hay acciones o palabras que ellos mismos realizan o emiten, no todas son aptas para que los niños puedan copiar desde edades tan tempranas.
Por Milagros Mignaquy / Asesoró: Lic. Rosina Duarte, psicóloga infantil, coordinadora del Primer Programa Argentino de Formación en Infancia y Crianza que dicta la Fundación de Buenos Aires, M.N. 37.305.
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