"No soporto ver las publicidades de las chicas que caminan en bikini por la playa metidas en diminutos shorts blancos en pleno período. Los tampones que permiten hacer como si nada pasara arruinaron mi vida". La frase de la ex modelo californiana Lauren Wasser resuena en el mundo entero.
Con 29 años, los médicos están a punto de amputarle su segunda pierna (la izquierda), consecuencia de una pesadilla que comenzó hace poco más de cinco años. En 2012 perdió su pierna derecha tras sufrir un shock tóxico por el uso de tampones, un síndrome tan grave y potente como infrecuente y desconcertante; también conocido por sus siglas en inglés, TSS.
El 3 de octubre de ese año –cuando la modelo apenas había cumplido 24 años– su cotidianidad tomó un giro dramático. Alta, carismática y de rasgos marcados, Wasser tenía por delante una carrera prometedora en la escena estilística de Los Ángeles y algunos sueños pendientes como deportista: jugaba al básquet y solía recorrer más de 40 kilómetros en bicicleta habitualmente.
Los primeros indicios de lo que más tarde sería la confirmación de un diagnóstico sombrío le aparecieron una noche en el cumpleaños de una amiga: le costaba mantenerse en pie, sentía que se caía al piso y los que la conocían bien no le veían buen semblante. Volvió a su casa temprano y se tiró en la cama sin ganas de nada. Al día siguiente, todo empeoró: llegó al hospital St. John en ambulancia y con más de cuarenta grados de fiebre.
Los primeros médicos que la vieron aseguraron que estuvo a minutos de morir. Al borde del colapso, sus órganos internos estaban dejando de funcionar y en el camino había sufrido un ataque al corazón. Pasó una semana y media en coma inducido.
Según el equipo de infectología que en ese momento la atendió y hoy sigue su caso, el cuadro estuvo relacionado con el uso de ese producto, tan básico y salvador en la vida de las mujeres. Sin duda, una conquista del género. De hecho, el sentido de la vida de Lauren hoy es ayudar a otras mujeres a que no les pase lo mismo que a ella. No sólo denunció a la empresa de tampones que desató en su cuerpo el cuadro violento, sino que, desde ese entonces, promueve campañas sobre su utilización responsable.
Su historia conmueve a la vez que abre interrogantes (¿a cualquiera le puede pasar?, ¿hay más casos?, ¿cómo se puede prevenir?) y reaviva algunos mitos de siempre. Instala, también, el escenario para hablar de las precauciones que conviene tomar al usarlos y que a veces se nos pasan por alto.
GOLPE DIRECTO. Ante todo, los especialistas consultados enfatizan lo raro de este trastorno que fue investigado y descripto por primera vez a fines de los años setenta y que en nuestro país no tiene antecedentes. Incluso cuando los ginecólogos asumen que los olvidos de tampones y las visitas a las guardias por ese motivo son habituales. Especialmente sobre el final de la regla, cuando apenas "nos baja".
A fines de los setenta, la "alternativa tampones" empezaba a aparecer como una conquista femenina para contener el flujo del sangrado menstrual y se reportaron los primeros casos en mujeres jóvenes que estaban transitando la regla y usando tampones. Sin embargo, la comunidad científica nunca terminó de confirmar por completo la compleja relación entre este producto y el feroz síndrome, que podría detonarse por otros motivos, como haber atravesado una cirugía quirúrgica. Posiblemente, analizan los expertos, para que se inicie este síndrome tiene que existir un patrón de inmunidad alterado por alguna condición física predisponente, como obesidad o desnutrición. Los pacientes con HIV, inmunodeprimidos, que toman corticoides o que han sido trasplantados también tienen mayor riesgo.
La patología es causada por una toxina producida por dos bacterias que conviven en nuestro organismo como parte integral de la flora natural (el staphylococcus aureus o estafilococo y el streptococcus pyogenes o estreptococo), pero que puede ser alterada ante la presencia de una microlesión o una particularidad que afecte la mucosa que recubre la vagina. En la lesión –explica el jefe de Infectología del CEMIC, Pablo Bonvehí–, la toxina puede encontrar un ambiente adecuado o una puerta de entrada ideal por la cual ingresar al torrente sanguíneo y afectar velozmente al resto del cuerpo. El organismo se altera y una infección severa activa fallas orgánicas múltiples que pueden terminar, por ejemplo, como en el caso de la modelo, obstruyendo una arteria de la pierna. Y volver a generar complicaciones, aún después de muchos años. Los síntomas frente a los que conviene consultar con urgencia son varios de los descriptos por Wasser: fiebre altísima con escalofríos, caída de la presión arterial, rash (enrojecimiento de la piel) y manchas, dolores musculares y mareos. Pueden aparecer náuseas, diarrea y convulsiones que pueden terminar comprometiendo los órganos y sus funciones básicas, como la coagulación.
LOS SÍ Y LOS NO. Más allá del caso extremo de Lauren, que cobró notoriedad mediática, y lejos de desaconsejar el uso de tampones, los médicos alientan a tomar algunos recaudos positivos en pos de la prevención, no generar alarmas desmedidas y conservar la tranquilidad. Más que nada, Silvio Tatti, jefe de la división de Ginecología del Hospital de Clínicas, advierte que hay que evitar aquellos tampones que son ultra absorbentes y que favorecen hábitos tan malos como dejarlos puestos más de seis u ocho horas.
La médica clínica especialista en medicina interna y asesora del Centro Stamboulian, Inés Morend, hace hincapié en que hay que tomar conciencia sobre su uso. Al ser un producto externo al cuerpo, además de proveer confort y seguridad, puede modificar la calidad de la defensa de la mucosa vaginal, ya que genera una interfase seca que hace que la zona pierda humedad. Por lo tanto, hay que reemplazarlo cada cuatro horas. Desde ya que no es nada recomendable usarlos para dormir. Y otra precaución a tener en cuenta: después de ducharnos, a la salida del mar o de la pileta habría que cambiarlos, porque se mojan.
Por su parte, la médica ginecóloga, jefa de planificación familiar del Hospital Italiano y presidenta de la Sociedad Argentina de Anticoncepción, Silvia Ciarmatori, afirma que no incidiría si el tampón es de algodón o no, pero que sí es importante que el tamaño esté acorde al flujo menstrual (no usar un súper si con el mini o medio alcanza).
Tampoco se debe empezar a usarlo un día antes del sangrado porque la fricción puede raspar y provocar pequeños traumatismos en la zona. Además, aunque parezca una obviedad, hay que lavarse las manos antes de colocárselo y no conviene subestimar los consejos sobre el uso del producto que suelen acompañar cada caja. Por fortuna, están de acuerdo los expertos, en los últimos veinte años la tecnología ha mejorado no sólo la comodidad que ofrecen los tampones, sino la calidad con la que se fabrican. También hay mayor conciencia sobre los cuidados que hay que tener y aunque todavía falte camino que recorrer, nunca está de más recordarlos.
Otros detonantes. Situaciones que provoquen pequeños traumatismos que alteren de algún modo la flora natural vaginal y las bacterias con las que convivimos puede generar un shock que afecte de manera masiva al cuerpo. La infección provocada por el síndrome TSS puede aparecer tras una cirugía, un corte o una quemadura. También, después de dar a luz. Si bien es una patología potencialmente fatal, puede ser tratada con antibióticos agresivos para frenar el avance de la toxina y el coma inducido. Como toda patología de evolución muy vertiginosa, el tiempo es oro y conviene consultar enseguida. Existen pocas estadísticas oficiales, pero se estima que es mortal hasta en un cincuenta por ciento de los casos y que puede reaparecer en aquellas personas que han sobrevivido a un episodio del síndrome TSS.
Textos MARA DERNI (mderni@atlantida.com.ar) fotos LATINSTOCK
LEA MÁS: