Los chicos de dos años (y hasta los tres, en la mayoría de los casos) suelen poner a prueba la paciencia de las mamás. Es la edad del no, la omnipotencia, el desafío y la obstinación. Los chicos sienten la necesidad de controlar las cosas que los rodean (incluidos los padres, porque todavía no diferencian entre objeto y sujeto) y pasar los límites. Necesitan, también, poner agresión afuera. Es el tiempo de los berrinches.
LA SOLUCIÓN. ¿Qué tenemos que hacer antes de perder los estribos?: abrazarlos con la suficiencia fuerza, aunque se resistan y en ese momento no puedan hablar. Decirles "te quiero" y hablarles en voz baja: porque es un acto de continencia. "Cuando un chico tiene un berrinche siente que se desarma, se siente perdido y desprotegido. Ante todo, lo que pide a gritos es comprensión", analiza y aconseja la médica, pediatra y psicoanalista de la Asociación Psicoanalista Argentina, APA, Felisa Lambersky de Widder. ¡Probalo!
texto MARA DERNI (mderni@atlantida.com.ar)
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