Esta casa construida íntegramente con madera de demolición de conventillos de La Boca –para armarla se montó un aserradero en el lugar– fue el proyecto de Pablo Vodopivec y Fernando Battilana, y se nutrió de la fuerza de un parque circundante pensado por Ernestina Anchorena.
Cuando la paisajista tomó la posta, ya había árboles grandes y una plantación inicial a cargo de Gabriel Burgueño, un colega suyo especialista en plantas nativas. Ella trazó una zona de pasto corto en los alrededores de la construcción y dejó el resto salvaje, con caminos para recorrer el pastizal donde anidan teros y lechuzas. Cerca de la casa agregó semillas de flores y agrandó los canteros existentes siguiendo las líneas de la construcción y delimitándolos con ladrillos colocados de canto. Un rosal Pierre de Ronsard trepa por la galería de la cocina. En el fondo se ve un monte frutal, con mayoría de ciruelos.
La puerta de entrada a la huerta fue hecha de madera de caldén y tallada a mano por un artesano hachero. A la derecha de la puerta, rosa trepadora Safrano y en primer plano, rosas rugosas Roseraie de L'Hay y Blanc double de Coubert.
El patio de acceso tiene en el centro una fuente de cerámica (Desirée De Ridder) rodeada de caminos de ladrillo. Alrededor crecen rosas de las variedades Perle d´Or, General Gallieni, Sanguinea y otras, entre Miscanthus gracillimus, Iris louisiana y calas. Atrás se ven dos árboles, Luehea divaricata o azota caballo, que son nativos del lugar.
Alrededor de la casa, Anchorena sembró semillas de cosmos y de zinias, que explotan de color desde la primavera hasta el otoño. En el invierno, los canteros se tapan con pasto cortado, por donde aparecen las flores de los bulbos que nacen con el frío: junquillos, lágrimas de la virgen y narcisos.
En el solárium junto a la pileta, dos reposeras de madera reciclada (Fernando Battilana) y cardos, Sisyrinchium y Miscanthus gracillimus.
Un detalle de la vista del jardín de invierno desde la galería. Con muebles de hierro y esterilla, elegidos por los dueños anteriores de la casa, y como telón de fondo, una exquisita mampara de hierro con vidrios de colores.
Un cerco de palitos tomateros y salvia guaranítica, Buxus, asclepias y tala. Anchorena eligió flores anuales, entre otras herbáceas perennes. Diversas salvias, lirios, Dietes y Sisyrinchium logran aquí un aspecto totalmente natural. Las flores se llenan de picaflores, abejorros y demás insectos benéficos que ayudan a la polinización. Además, incluye asclepias, que son unas plantas que atraen a la mariposa monarca, que se alimenta de ellas.
La amplia galería va generando distintos puntos de reunión al aire libre. En primer plano, el comedor lleva una mesa de madera reciclada (Fernando Battilana) y sillas Quilmes de hierro. Aquí también las plantas son protagonistas: Monsteras y Alpinias viven en macetas distribuidas a los lados de una mesa auxiliar. Sobre ella, candelabros de madera tallada (Usos), canastos y un poncho pampa auténtico que perteneció a la abuela del dueño de casa. El comedor, al igual que la sucesión de espacios que componen la galería, se iluminó con un farol colgante de chapa calada.
El living exterior se ubica en el otro extremo de la galería y vincula un juego de sofá y sillones de hierro con almohadones de algodón y lana (Fini Alurralde), con dos butacones de caña pintada en el mismo tono cereza de las columnas de la galería. A continuación del living, el techo de la galería contempla un calado. Esta abertura cae justo sobre un estanque donde hay algunos peces y plantas acuáticas, y se ubica al lado del jardín de invierno.
Por: Natasha Vázquez.
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