
Bitcoin cotiza en estos días en torno a los 110.000 dólares, alcanzando así uno de los valores más altos de su historia. Para muchos, este nuevo récord consolida su posición como “el oro digital” del siglo XXI y valida su potencial como refugio de valor en un sistema financiero global cada vez más inestable. Sin embargo, esta valorización extrema podría estar ocultando una fragilidad estructural que amenaza su propia existencia. Bitcoin (BTC) parece responder a una máxima del marketing: “ser el primero o ser el mejor asegura el éxito”.
Sin embargo, su comportamiento plantea una pregunta crucial: ¿es un instrumento financiero cuyo valor radica en el respaldo y la confianza, o se asemeja más a un producto tecnológico cuya principal característica es la obsolescencia?
Analicemos estos puntos:
- ¿Cuál es su respaldo? Ni siquiera se sabe con certeza quién está detrás de Bitcoin.
- En cuanto a la obsolescencia, es fundamental diferenciar BTC del concepto más amplio de dinero digital.
¿Es un instrumento financiero cuyo valor radica en el respaldo y la confianza, o se asemeja más a un producto tecnológico cuya principal característica es la obsolescencia?
Es innegable que el futuro será digital también en materia monetaria, pero afirmar que BTC triunfará sin dudas es como haber dicho en los años 80 que todos los ordenadores personales serían de IBM, o que todas las consolas de videojuegos serían como la Atari. Ambas hoy están extintas. Es razonable esperar una tecnología superadora, que cumpla con más funciones como instrumento financiero o dinero “digital”.
Las funciones esenciales del dinero y las criptomonedas
Desde su aparición en 2009 con el nacimiento de Bitcoin, las criptomonedas se han presentado como una revolución financiera destinada a reemplazar el dinero tradicional. Sin embargo, a pesar de su creciente popularidad y adopción, muchos economistas sostienen que las criptomonedas aún no pueden considerarse dinero en sentido estricto. ¿Por qué? La respuesta radica en analizar las funciones esenciales del dinero y cómo las monedas digitales se posicionan frente a ellas.
El dinero cumple tres funciones básicas: es medio de intercambio, unidad de cuenta y reserva de valor. En el caso del dinero fiduciario —como el peso argentino, el dólar o el euro— cumple con estos tres roles bajo el respaldo y la regulación de los bancos centrales. Este respaldo institucional genera confianza, facilita su uso cotidiano y permite su aceptación generalizada en una economía.
Por el contrario, las criptomonedas, si bien pueden actuar como medio de intercambio en ciertos contextos, no están ampliamente aceptadas para transacciones cotidianas. Además, su extrema volatilidad las convierte en una pésima unidad de cuenta: los precios expresados en Bitcoin o Ethereum pueden variar drásticamente en cuestión de horas, lo que impide una planificación económica coherente. En cuanto a su función como reserva de valor, aunque algunos las consideran una forma de “oro digital”, su comportamiento especulativo las vuelve más cercanas a un activo financiero de alto riesgo que a un depósito estable de riqueza.
El dinero cumple tres funciones básicas: es medio de intercambio, unidad de cuenta y reserva de valor
A diferencia del dinero fiduciario, cuya emisión y circulación están reguladas por políticas monetarias y económicas, las criptomonedas operan en redes descentralizadas sin control estatal. Esto implica que no hay una autoridad que garantice su valor ni mecanismos formales para responder ante crisis o fraudes. Esta falta de respaldo institucional, lejos de ser una virtud, representa un obstáculo clave para su consolidación como dinero.
En resumen, aunque las criptomonedas representan una innovación tecnológica sin precedentes y abren debates interesantes sobre el futuro del sistema financiero, no cumplen hoy con las condiciones necesarias para ser consideradas dinero. Son, más bien, activos digitales con potencial. Pero la idea de reemplazar al dinero fiduciario, que sostiene a nuestras economías modernas, está todavía muy lejos.
De vuelta a las tecnologías y para apoyar las conclusiones, el Proyecto XRP presenta características que lo hacen, potencialmente, superior para implementar y solucionar las dificultades actuales en las funciones del dinero. Puedo destacar que es mucho más controlable, es eficiente en términos de energía, escalable y rápido; aspectos que BTC no parece poder lograr con su mecanismo actual, porque, quizás, persigue otro objetivo: la descentralización.
Precisamente por esto, creo que el éxito definitivo de una criptomoneda estará sujeto a ser “elegida” por alguna autoridad política decisiva, como un país central (EEUU, por ejemplo) o un conjunto de países. Por lo tanto, este éxito estaría determinado por una decisión de orden político, solucionando así su implementación y constituyéndose como “dinero digital”.
Aunque las criptomonedas representan una innovación tecnológica sin precedentes y abren debates interesantes sobre el futuro del sistema financiero, no cumplen hoy con las condiciones necesarias para ser consideradas dinero
Este sistema financiero se perfeccionaría si se establecieran avales en activos reales como oro, plata o recursos naturales; otorgando una fortaleza definitiva y solucionando los vicios del sistema financiero ordinario. Es esto lo que decantaría en renovar la confianza y reducir la especulación.
Pronóstico
Es imposible hablar de fechas, pero su prosecución: ciclos y avances lógicos, tecnológicos e históricos; sugiere que el sistema financiero tal como lo conocemos está llegando a su fin. Se está adaptando a la era del dinero digital, respaldado por los activos reales de las economías nacionales.
En este panorama, se vuelve atractivo invertir en activos físicos como el oro, la plata o los recursos naturales. Asimismo, es prudente seguir de cerca las monedas digitales con sistemas que permitan la influencia de decisiones políticas, como XRP, en lugar de priorizar aquellas como BTC que buscan una descentralización absoluta.
El autor es especialista en liderazgo y nuevas tecnologías
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