
El brutal crimen de una nena que dejó a medio país en carne viva vino a aplacar las reverberaciones del caso Lijo. También corrió del prime time mediático el escándalo cripto.
Milei respira. No hay mal que por bien no venga.
El cuerpito inerme de Kim fue arrastrado por cuenta y orden de sus asesinos, tan marginales como menores, y luego maltratado por la política que volvió a echar mano al viejo método de usar la conmoción social para salir de pesca con el mediomundo electoral.
Cero empatía. Es tiempo de callar. Es tiempo de duelo y recogimiento. Es tiempo para reflexionar, tiempo para reconocer que todo se hizo mal y que no basta con bajar la edad de la imputabilidad para cerrar el paso de una delincuencia cada día más brutal y disociada de toda posibilidad de registrar al otro.
Ni Kicillof es un asesino, ni Milei quien vendrá a proteger a los niños de todos los males, interviniendo la provincia de Buenos Aires. Los muertos no se cuentan por jurisdicciones. El gobernador es el responsable de velar por la vida y seguridad de más del 38% de los argentinos que componen el padrón electoral que lo llevó legítimamente al poder y Javier Milei es el Presidente de la Nación y debe gobernar para todos y con todos. Para eso fueron votados y deben deponer sus egos políticos, sus cálculos de coyuntura para parar este horror.
Revolear declaraciones grandilocuentes y culparse el uno con el otro los exhibe en su peor versión.
La emergencia de seguridad en la que vivimos desde hace más de dos décadas reconoce múltiples causas. Hay que tomar el toro por las astas. Hay que detener, hay que juzgar, hay que condenar y hay que garantizar el cumplimiento de la condena.
Ningún niño que sale y mata puede volver a casa, no hay padre, madre ni familia alguna que pueda contenerlos y asegurar que no volverán a matar. Es imperativo y urgente cerrarles la posibilidad de reincidir. Pero no es solo bajando la edad de la imputabilidad que se va a evitar que otro chico salga a matar.

En las últimas horas dos nombres se sumaron a la lista de la tragedia, Silvia Lepez de 55 años, asesinada en un intento de robo en Vicente López, y Lucas Díaz de 21 años a quien una bala lo atravesó cuando intentaba proteger a su bebé y su novia mientras caminaban por el barrio. En este último caso los agresores fueron detenidos y serían parte de una banda organizada.
Los menores asesinos no andan con el Código Penal bajo el brazo y los que los mandan a robar o narcomenudear tampoco. No les importa. Tiene poco para perder.
Todos queremos justicia. Pero no hay soluciones en el corto plazo. Los niños asesinos son hijos de esta sociedad que está enferma, fueron paridos por políticas públicas populistas y prebendarias, por corrupción e impunidad, por años de politiquería barata. Los ya adultos que roban y matan, también.
La pobreza no es marginalidad. Pero la marginalidad es el sitio en el que se guarecen los que no visualizan ninguna salida porque nacieron y crecen en un contexto de degradación social.
Generar condiciones de vida, alimentar perspectiva de futuro, promover un sentido a la vida propia y la de los demás, escaparle a la trampa del individualismo a ultranza, del sálvese quien pueda, es una tarea urgente.
Bajar el nivel de beligerancia y confrontación en la conversación pública para intentar una sociedad más compasiva es obligación de todos pero muy especialmente de aquellos a los que la sociedad les otorga poder con el voto.
En lo inmediato solo queda detener a los que matan, tengan la edad que tengan, y evitar que vuelvan a matar, pero con la plena conciencia de que otros tomarán la posta mañana mismo si no se resuelven otras cuestiones centrales: el avance del narco, la más importante.

La imposición de políticas públicas sin verdaderos consensos, a fuerza de intimidación y prepotencia solo asegura más inestabilidad y conflicto. Los cambios obtenidos a las patadas son volátiles y solo podrán sostenerse mientras dure el poder de turno.
El pedido de renuncia al gobernador Axel Kicillof es una patoteada y la intervención de la Provincia no corresponde. Que el Gobierno reciba el apoyo de mayorías que celebran la baja de la inflación y sobrellevan con absoluta dignidad el ajuste fiscal no habilita al Presidente a ejercer el poder de mano propia. El voto no es un cheque en blanco. El sistema impone límites.
Mientras todo esto pasa, el caso de la cripto $Libra sigue sumando detalles que quitan verosimilitud a las coartadas del presidente anarcocapitalista.
The New York Times publicó una investigación que da cuenta de que el consultor Mauricio Novelli, la persona que acercó a Hayden Mark Davis a Javier Milei y organizador del Argentina Tech Forum cobró a empresarios hasta U$D 50.000 por un meet and greet con Milei. Las fuentes consultadas dijeron que quienes pagaron debieron conformarse con una foto grupal.
El prestigioso diario newyorkino también da cuenta haber escuchado un audio de Davis, el creador de $Libra ahora en la mira de la Justicia, aseguraba de tener control sobre Javier Milei. Todo muy grave.
La aparición de un video de Manuel Terrones Godoy, socio de Mauricio Novelli, aporta una explicación verosímil pero inquietante para tratar de encuadrar el affaire de las memecoins.
Según el cripto emprendedor, “Trump no va a ser el único presidente ni el único político que tenga su token porque tenerlo le permitió a Trump disponer del poder de fuego para financiar partidos políticos e influencia”. La grabación se subió a Youtube un mes antes del lanzamiento de $Libra.
Para Terrones Godoy, “los políticos le roban al Estado para hacer política. Con esto no hace falta y hasta es más transparente”.
Milei embiste contra Kicillof en un contexto de extrema sensibilidad social que le juega a favor. Nadie espera que afloje en su arremetida contra el gobernador kirchnerista.
Atiende al urgente reclamo de seguridad y a un tiempo corre el eje de la atención del más grave escándalo que le ha tocado protagonizar a poco más de un año de llegar al Gobierno.
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