Trump y Ucrania: ¿Una paz a cualquier precio?

La búsqueda de una solución rápida a la guerra podría implicar ceder territorios a Rusia y debilitar el sistema de alianzas de Occidente

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El presidente de Estados Unidos,
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski

La presidencia de Donald Trump ha marcado un giro significativo en la política exterior de Estados Unidos, destacándose por su enfoque pragmático y directo hacia los conflictos internacionales. En el caso de la guerra en Ucrania, Trump propone una estrategia que podría redefinir las dinámicas globales, priorizando los intereses estadounidenses y adoptando métodos poco convencionales. Lejos de las soluciones diplomáticas tradicionales, su enfoque se basa en negociar desde una posición de fuerza, buscando resultados inmediatos sin considerar las repercusiones a largo plazo.

Este estilo de negociación, que ya se manifestó en su intervención en el alto al fuego entre Israel y Hamas en Gaza, ha generado tanto admiración como controversia. Aunque Trump aún no había asumido oficialmente la presidencia, su influencia como presidente electo lo llevó a colaborar estrechamente con la administración Biden para mediar en el conflicto. Utilizó una combinación de presión económica y diplomática para lograr una solución rápida. A pesar de las críticas, consiguió un acuerdo que resultó en la liberación de rehenes y una pausa en las hostilidades, algo que pocos esperaban. Esta disposición a tomar decisiones difíciles, aunque impopulares, subraya su enfoque pragmático y su capacidad para actuar de manera efectiva en situaciones internacionales complejas. Este tipo de estrategia podría replicarse en Ucrania, donde sus decisiones, aunque difíciles, estarían orientadas a alcanzar una solución rápida, aún a costa de concesiones territoriales para Rusia o condiciones draconianas para Ucrania.

La historia reciente del conflicto en Ucrania muestra cómo las dinámicas han evolucionado de manera impredecible. Apenas una semana después de iniciada la invasión rusa, Ucrania ya buscaba un alto al fuego, con negociaciones preliminares en Bielorrusia. Poco después, en marzo de ese mismo año, se llevaron a cabo conversaciones en Estambul, y Rusia incluso retiró algunas de sus tropas del norte del país como muestra de buena voluntad. Sin embargo, estas negociaciones colapsaron cuando Ucrania, alentada por promesas de apoyo de Reino Unido y Estados Unidos, abandonó el proceso, apostando por una estrategia de derrota total de Rusia. Este cambio dejó a Rusia en una posición desventajosa, pero Ucrania, a pesar de recuperar territorios como Járkov y Jersón, lo hizo a un costo altísimo en vidas humanas. Hacia finales de 2022, Rusia estabilizó sus líneas y adoptó una estrategia de desgaste que ha resultado devastadora para los intentos ucranianos de contraofensiva.

En este contexto, la estrategia de Trump sería profundamente diferente al de la administración Biden. Mientras Biden apostó por un apoyo sostenido y una guerra prolongada para debilitar a Rusia, Trump probablemente buscaría una solución rápida, minimizando el papel de Estados Unidos. Su capacidad para presionar a las partes y negociar acuerdos inesperados, como lo demostró en Gaza, podría ser un factor clave. No obstante, este enfoque también conlleva riesgos: acuerdos apresurados pueden dejar tensiones latentes que resurgirán más adelante.

La situación actual en Ucrania, con un frente estancado y un desgaste continuo, ofrece pocas salidas claras. Las fuerzas rusas han demostrado su capacidad para resistir y desgastar a las tropas ucranianas, mientras que el apoyo occidental enfrenta cada vez más cuestionamientos, especialmente en Estados Unidos. Trump, consciente de estas dinámicas, podría argumentar que prolongar el conflicto solo beneficia a China y otros adversarios estratégicos de Washington, desviando recursos y atención de prioridades más importantes.

Sin embargo, experiencias históricas nos enseñan que las soluciones rápidas en conflictos complejos rara vez producen resultados duraderos. La retirada de Estados Unidos de Afganistán, aunque popular en algunos sectores, dejó un vacío de poder rápidamente llenado por los talibanes. En Ucrania, un acuerdo forzado podría debilitar la posición de Occidente y enviar una señal peligrosa a otros actores internacionales, como China, sobre la disposición de Estados Unidos a comprometerse en la defensa de sus aliados.

Trump no es un político convencional. Su enfoque refleja una visión transaccional de la política internacional, donde los beneficios inmediatos priman sobre las implicaciones a largo plazo. Si bien este estilo podría desbloquear conflictos aparentemente insolubles, también corre el riesgo de erosionar el sistema internacional basado en normas y alianzas. Una paz forzada en Ucrania podría dejar a los aliados europeos cuestionando la fiabilidad de Estados Unidos como socio estratégico y abrir espacios para que potencias como China y Rusia reconfiguren el equilibrio de poder global.

En última instancia, la presidencia de Trump promete un cambio de paradigma en la política exterior estadounidense. Su enfoque en Gaza y su probable estrategia en Ucrania reflejan una visión donde los resultados inmediatos priman sobre las consideraciones estratégicas a largo plazo. Sin embargo, lo que podría parecer una solución rápida y eficaz puede esconder riesgos mucho más profundos. La historia está llena de acuerdos apresurados que, lejos de traer estabilidad, han sembrado las semillas de nuevos conflictos. La pregunta que queda es: ¿realmente una paz a cualquier precio garantizará la estabilidad global, o simplemente será un aplazamiento temporal de un caos más grande? La respuesta dependerá de la habilidad de Trump y su administración para equilibrar los intereses inmediatos con el costo moral y estratégico que cada decisión implica.

El desafío de hoy no es solo evitar un conflicto más grande, sino el de definir qué tipo de paz estamos dispuestos a construir. ¿Una paz frágil, que solo posterga la tormenta, o una paz genuina, construida sobre principios sólidos y sostenibles que puedan garantizar la estabilidad mundial a largo plazo?