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El 30 de enero del año 1794, el Rey de España, Carlos IV, emitió la “Real Cédula de constitución del Consulado de Buenos Aires”, institución que, instalada en el Virreinato del Río de la Plata creado en 1776 por Carlos III, dependía de la Corona española, y sus dos principales objetivos serían fomentar el comercio y resolver, como Tribunal Mercantil, los conflictos suscitados por el desarrollo de esa actividad.
Su primer secretario fue nada menos que Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, quien, al ser designado, se encontraba justamente en España, país en el que recibió el título de abogado.
El Consulado funcionó a partir del 2 de junio de 1794 en el lugar en el que hoy está ubicado el edificio del Banco de la Provincia de Buenos Aires, en la calle San Martín, entre Bartolomé Mitre y Juan D. Perón, en la Ciudad de Buenos Aires.
En ese mismo lugar físico comenzó a sesionar, un día como hoy, doscientos doce años atrás, el 31 de enero de 1813, la históricamente conocida con el nombre de Asamblea del Año XIII.
Se trataba, en realidad, de un Congreso Nacional convocado por el Segundo Triunvirato (cuyos miembros fueron Juan José Paso, Antonio Álvarez Jonte y Nicolás Rodríguez Peña) para que ordinariamente funcionara como su órgano legislativo (ya que el Triunvirato ejercía la función ejecutiva). Tenía dos objetivos extraordinarios y no declarados oficialmente, pero que tenían que ver con el deseo y sentimiento de la mayoría de la población en ese momento: declarar la independencia y organizar políticamente al recientemente creado Virreinato del Río de la Plata, a través del dictado de una Constitución.
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Esta Asamblea, que reemplazó a la que sesionaba desde el mes de abril de 1812 -Asamblea del Año XII-, fue presidida por Carlos María de Alvear, quien estuvo acompañado por Valentín Gómez e Hipólito Vieytes como secretarios.
De los treinta y tres diputados electos para integrar la Asamblea, en la sesión inaugural estuvieron presentes solo diecisiete: Carlos María de Alvear, Mariano Perdriel, Juan Larrea (que había sido integrante de la Primera Junta de Gobierno), Gervasio Antonio Posadas (quien luego fue el primer Director Supremo), José Sarmiento, Vicente López y Planes (quien escribió la letra del Himno Nacional que la misma Asamblea aprobaría el 11 de mayo de ese año 1813), Hipólito Vieytes, José Valentín Gómez, Francisco Cosme Argerich, Tomás Antonio Valle, Juan Ramón Balcarce, José Ugarteche, Pedro Pablo Vidal, Bernardo Monteagudo, Agustín Donado, Pedro Agrelo y José Moldes.
A pesar de que debía funcionar como órgano legislativo del entonces Triunvirato, la referida Asamblea se autoproclamó soberana, dejando entrever que aquel quedaría subordinado a sus designios y decisiones. Tanto es así que, un año más tarde, en enero de 1814, disolvió al Triunvirato y decidió que el Poder Ejecutivo debía ser desempeñado por un solo individuo, que lo haría con el título de “Director Supremo de las Provincias Unidas”, siendo elegido para ello Gervasio Antonio Posadas -tío de Carlos María de Alvear-, quien asumió el cargo el 31 de enero de 1814, el mismo día en el que, un año antes, había quedado constituida la Asamblea.
Posadas duró solo un año en su cargo, siendo reemplazado, en enero de 1815, por su sobrino Carlos María de Alvear, el cual apenas ocupó el cargo tres meses.
La histórica y emblemática Asamblea del Año XIII, si bien no pudo cumplir con ninguno de los dos objetivos extraordinarios que se había propuesto (sancionar una Constitución y declarar la independencia), con respecto al segundo de ellos tomó medidas muy importantes que implicaron una suerte de “independencia de hecho” respecto de España y del resto de las potencias extranjeras: por ejemplo, creó el escudo nacional (dejando de lado el escudo de armas español); decretó la libertad de vientres (es decir, la libertad de los hijos nacidos de madres esclavas); aprobó el himno nacional argentino escrito por Alejandro Vicente López y Planes y musicalizado por Blas Parera Morat; declaró que el 25 de mayo de cada año sería fiesta cívica; suprimió la efigie del rey en las monedas, reemplazándola por el sello de las Provincias Unidas; y prohibió la aplicación de castigos físicos en las escuelas.
La disolución de esta Asamblea se produjo dos años y tres meses después de constituida, en el mes de abril de 1815, en el marco de una crisis institucional que provocó la renuncia de Carlos María de Alvear como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En su reemplazo, se erigió una Junta de Observación, cuyos integrantes fueron Pedro Medrano, Esteban Gascón, Antonio Sáenz, José María Serrano y Tomás Anchorena. Mientras tanto, el cargo de Director Supremo fue provisoriamente ocupado por Ignacio Álvarez Thomas.
El objetivo de las nuevas autoridades fue convocar a un Congreso que efectivamente declarara la independencia y organizara al país al amparo de una Constitución. Pues ese Congreso fue el que se reunió en Tucumán, el 24 de marzo de 1816.
El objetivo de la independencia quedó cumplido el 9 de julio de ese año, pero siguió quedando pendiente la organización nacional, que solo se logró cuarenta y siete años más tarde, con la sanción de nuestra Constitución Nacional.
La histórica Asamblea del Año XIII es uno de los “dos Congresos” (junto con el que en 1816 declaró la independencia) homenajeados por el Monumento a los Dos Congresos ubicado enfrente del actual Palacio Legislativo, precisamente en la llamada Plaza del Congreso o Plaza Congreso.
En el costado del monumento que mira hacia el norte, se recuerda a la Asamblea de 1813, con la leyenda: “abolió la esclavitud”; y en el costado del monumento que mira al sur, la imagen de las “cadenas rotas” representan al Congreso de 1816 que declaró la Independencia en Tucumán.
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