La eliminación del Impuesto PAIS, la excepción que por ahora confirma la regla

Más allá que la desaparición de este impuesto alegró a muchos, la principal reacción que apareció a medida que se hacía más evidente que este impuesto en efecto no sería prorrogado ni reemplazado por uno nuevo, fue la sorpresa, la incredulidad

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Funcionarios de ARCA, el nuevo
Funcionarios de ARCA, el nuevo nombre del organismo recaudador

Nueve días habían pasado desde la asunción de Alberto Fernández como presidente cuando se aprobó el Impuesto Para una Argentina Inclusiva y Solidaria o simplemente “Impuesto PAIS”. No sabíamos por entonces la tragedia que sería ese gobierno, pero sumar impuestos en un país atestado de cargas tributarias siempre es una mala señal. Y vincularlo directamente con la solidaridad y la inclusión es, cuanto menos, cínico. El cinismo, by the way, sería otro de los rasgos distintivos del último gobierno kirchnerista.

Con el diario del lunes, evidentemente, esta mala señal fue solo un indicio del desastre que se vendría. Pero hoy, por suerte, no escribo para analizar el gobierno de Alberto, ni mucho menos. Escribo porque, desde hace algunos días, y aunque nos cueste creerlo, los argentinos tenemos un impuesto menos.

Como ya saben, dejó de existir el Impuesto PAIS. ¿Es una buena noticia? ¡Claro que sí! Lo digo siempre y vuelvo a repetirlo: la eliminación de impuestos siempre es una buena nueva. Especialmente en países como Argentina. ¿Qué se espera? Una baja en los costos, un beneficio relevante para los turistas y para todos aquellos que hagan compras en dólares. Ojalá que así sea.

Pero más allá que la desaparición de este impuesto alegró a muchos, la principal reacción que apareció a medida que se hacía más evidente que este impuesto en efecto no sería prorrogado ni reemplazado por uno nuevo, fue la sorpresa, la incredulidad.

Y si bien es bueno y lógico alegrarse con la eliminación de un impuesto, lo grave es que nos sorprenda el final de un tributo que, desde su nacimiento, tenía fecha de vencimiento (sí, igual que el impuesto al cheque, bienes personales y hasta el impuesto a las ganancias).

Desafortunadamente, es lógico que los pagadores de impuestos argentinos se sorprendan ante una situación de esta naturaleza. No se precisa más que mirar el historial de impuestos en Argentina. Es casi imposible encontrar casos de impuestos supuestamente temporales que luego hayan sido eliminados.

Ya sabemos muy bien, y ejemplos sobran, que el carácter “temporal” de los tributos es una mentira. Sí, así de simple. Una mentira que tiene como objetivo amortiguar un nuevo, y generalmente fuerte golpe para quienes más aportan al desarrollo de sus países y están cansados de los desincentivos y de los abusos. El hecho de que la eliminación del impuesto PAIS sea una excepción, confirma esto que digo.

No existen impuestos temporales. Existen impuestos disfrazados de temporales, que llegan para quedarse y sumarse al sinfín de cargas tributarias que enfrentan los ciudadanos día a día.

Recordemos que la mayor parte de los impuestos nace como temporario, con mínimos no imponibles altos y alícuotas bajas y terminan siendo permanentes, con mínimos no imponibles inexistentes y alícuotas elevadas.

En este caso, además, como en tantos otros, el impuesto se jactó de ser “solidario”. Lo mismo sucedió luego con el tristemente célebre (e inconstitucional) “aporte solidario” que el mismo gobierno sancionó en plena Pandemia. Frente a eso, me pregunto: ¿Qué es exactamente un “impuesto solidario”? ¿De qué hablan cuando dicen “solidaridad”? ¿Por qué siempre la “solidaridad” tiene que venir del mismo lugar? ¿Se puede imponer la “solidaridad”? ¿Qué un impuesto sea “solidario” implica menos esfuerzo fiscal para el pagador de impuestos?

Desde chicos aprendemos que es importante compartir. Nuestros padres nos lo enseñan y también nosotros lo hacemos con nuestros hijos. ¡Y está perfecto! Compartir y ser solidario con los demás es muy importante en la sociedad actual. Pero ¿no debería surgir de uno mismo?

Estamos cansados de que nos quieran “vender” impuestos en nombre de la moral y de lo que se supone que está bien, también en nombre de la justicia social o la redistribución de la riqueza: como yo tengo mucho, entonces tengo que darle algo a quien tiene menos. ¿Y si no quiero? ¿Y si quiero compartir con algunos y no con otros? ¿Y si me encantase hacerlo, pero no me alcanza el dinero porque tengo muchos gastos que no puedo evitar? ¿Y si ya lo hago de otra manera? Está bien compartir, pero ¿está bien obligar a los demás a compartir? ¿Eso es lo que entienden por “solidaridad”?

Por supuesto que el problema no está en quien tiene dinero y quiere compartirlo o ceder una parte a otro. Ni siquiera está mal que existan impuestos para que el Estado subsista, se mantenga y pueda llevar a cabo aquellas funciones para las cuales existe. El problema, como siempre, son los excesos.

Un “impuesto solidario” es “solidario” si uno quiere ayudar. Si no, es extorsivo. Y más aún, si nos dicen que “si los ricos no pagan más, otros van a pasarla peor de lo que ya lo pasan”. Como si eso fuera culpa de quienes más tienen. Ya lo dijimos antes, cinismo.

Volviendo al presente, celebro que se haya eliminado el Impuesto PAIS. Como celebro siempre que se elimina un impuesto. Pero no puedo dejar de mencionar el contexto en el que sucede todo esto: un país con una excesiva carga impositiva, con baja seguridad jurídica, que por lo general agrega impuestos temporales que se convierten en impuestos in aeternum.

Esperemos que eso cambie pronto. Y que la eliminación de este tributo sea tan solo el primer paso de un camino hacia un sistema tributario simplificado, lógico, que cree incentivos adecuados, que no castigue al exitoso y que promueva la competencia fiscal entre Provincias e inclusive entre Municipios, reduciendo de manera relevante el esfuerzo fiscal que los pagadores de impuestos argentinos realizan a diario.

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