Si las elecciones del 2023 generaron un terremoto en el sistema político, las de 2025 pueden terminar de demoler estructuras que se mantenían, aún con dificultades, en pie. La provincia de Buenos Aires, bastión del kirchnerismo, y la Capital Federal, cuna del PRO, ingresan en la antesala del proceso de votación en estado crítico, por distintas razones.
Cristina Kirchner y Mauricio Macri, las dos figuras que dominaron la política argentina en los últimos 20 años, se ven desafiados para revalidar sus liderazgos y subsistir en la era libertaria.
La ex presidenta vio anticipada la disputa por su sucesión, y optó por poner el cuerpo: primero se impuso como presidenta del PJ nacional, y segundo, como posible candidata a diputada del principal distrito K. Está a punto de doblarle el brazo a Axel Kicillof, quien se percibe como heredero natural del “proyecto”, en la definición del calendario: Cristina quiere ir a las urnas en la misma fecha que la pelea nacional y, a pesar de las resistencias, es factible que así ocurra.
“Si desdoblamos, vamos rotos”, reflexiona un funcionario provincial. Rotos significa ir por separados La Cámpora, el Frente Renovador y Kicillof. Ceder en esta pulseada, también puede ser letal para las aspiraciones del gobernador: no convertirse en Alberto Fernández o Daniel Scioli, quienes declararon independencias imaginarias de su jefa y así terminaron.
El laberinto de Macri es distinto al de Cristina. El peronismo ha cambiado de piel y de doctrina desde 1945, y lo podría seguir haciendo. El PRO peligra en su existencia misma porque comparte gran parte del ideario y del nicho electoral con La Libertad Avanza. El Gobierno se beneficia de la imagen de Javier Milei –en niveles óptimos todo el año- y del desgaste del macrismo, que va por su quinto mandato consecutivo en la Capital, y está fresco el recuerdo de una gestión presidencial que no logró ser reelecta.
La decisión de Jorge Macri de despegar los comicios legislativos porteños es una maniobra defensiva para retener la hegemonía en CABA. El PRO no pierde una elección allí desde 2007, cuando llegó al poder. ¿Mantendrá ese invicto? ¿Cómo impactará este desenlace en la siguiente contienda por el Congreso?
Los libertarios cuentan con amplio conocimiento de todos los vericuetos, negocios y resortes internos de la administración porteña prácticamente desde su gestación gracias a los servicios que prestó la consultora Move a distintos dirigentes macristas, desde los tiempos en que estaban bajo el ala de Jaime Duran Barba. De hecho, Diego Santilli –hoy pintado de violeta, aún sin salir del clóset- fue de los primeros clientes de Rodrigo Lugones, cuando estaba al frente de la firma a la que luego se sumó como empleado Santiago Caputo, hoy brazo ejecutor de los hermanos Milei.
Rodrigo, hijo de Mario Lugones, ministro de Salud, también planificó junto a Belén Stettler, del equipo de Move y asesora en distintas áreas oficiales, la campaña a jefe de Gobierno del ahora caído en desgracia Roberto García Moritán. La meteórica instalación del ex marido de Pampita fue gracias a su pareja pero también se valió de una táctica de golpes específicos para posicionarse. Tal es así que el propio Mauricio intervino para que baje su candidatura y despeje el camino de su primo Jorge.
Lugones y su equipo tienen muy estudiado y medido el electorado porteño, el impacto de los temas, las reacciones por comuna. “Van a pegar y pegar”, anticipan fuentes que conocen las conversaciones. Será una especie de foquismo, en términos guevaristas, en los que irán lanzando frentes de lucha por temas sensibles como la seguridad, el ABL, la recolección de basura.
Los libertarios se preparan para la guerra con el PRO, y está prácticamente descartado un cese del fuego y un pacto de unidad para la elección porteña. Están entrenando para llevar la voz cantante a Pilar Ramírez, los ojos de Karina Milei en Capital y presidenta del bloque de LLA en la Legislatura.
El desacople de la elección obliga a replantear la estrategia del Gobierno, que, al menos por ahora, reservará sus principales figuras para las legislativas nacionales. Manuel Adorni está apuntado para la pelea por el Congreso, aunque en la Casa Rosada hay quienes dicen que no dejaría su cargo como vocero, una función oficial que sería a priori incompatible con una banca.
En el Gobierno están imbuidos en un clima triunfalista, luego de cerrar un primer año de gestión con las metas cumplidas. Confían en que habrá mejoras económicas en los próximos meses y en su capacidad para marcar el debate público. Eso, consideran, arrojará buenos resultados en las urnas. Es más, en el pronóstico electoral de la Ciudad avizoran, quizá con morbo, que el orden del podio será: 1) LLA 2) kirchnerismo 3) PRO.
Los Macri están en lo cierto cuando se quejan de la hostilidad de LLA. Las discusiones en la Legislatura pasan desapercibidas en el plano nacional, pero las críticas y el tono marcan una convivencia imposible a nivel local.
Así lo muestran, por ejemplo, las intervenciones en la última sesión.
Pilar Ramírez (LLA), en contra del Código Urbanístico propuesto por Macri: “Nosotros no nos comemos el cuento de la planificación, cuando en realidad lo que están haciendo es seguir limitando la libertad individual (…) Esto es socialismo disfrazado que ahoga la iniciativa privada”.
Marina Kienast (LLA), en contra de la suba del ABL y patentes: “Es posible evitar este aumento si se decide reducir el gasto público, cosa que no se está haciendo. Lo más alarmante es que el peso del gasto público de la Ciudad se duplicó en relación con el PBI durante los últimos 20 años, y esto va en sentido opuesto a los compromisos asumidos en el Pacto de Mayo, que busca un Estado más eficiente y menos oneroso”.
Lucía Montenegro (LLA), en contra del presupuesto porteño: “Se criticó a Kicillof por gastar un millón y medio de dólares en gel íntimo o cuestiones de género, pero el gobierno porteño va a derrochar 250 millones de dólares para promover la misma basura. Resulta que, al final, no son tan distintos”.
Jorge Macri busca ordenar y fortalecer su comunicación en medio de la pelea, por eso ungió como vocera a Laura Alonso, aguerrida en redes, pero que volvió a la función pública con un discurso más institucional. El gobierno porteño había perdido impacto en la difusión de su posición, con lo cual la ex diputada y ex titular de la Oficina Anticorrupción aporta presencia donde había espacios vacíos.
El cronograma electoral porteño está encima. De no suspenderse las primarias, previstas para el 27 de abril, el cierre de alianzas será el 26 de febrero y el de listas de candidatos el 8 de marzo.
El kirchnerismo de la Capital, en todas sus vertientes, celebra el desdoblamiento.
Una idea que se baraja es recuperar el sello “Unidad porteña”, usado en 2017, cuando en la provincia Cristina Kirchner forjó más tarde, desde el llano, “Unidad ciudadana”, una convocatoria con pretensión extrapartidaria que empleó para dar batalla contra Esteban Bullrich, y terminó segunda por cuatro puntos (41 contra 37).
El kirchnerismo/peronismo no ve la posibilidad de ampliar sociedades por afuera que impliquen renegar de su esencia. “Cristina mide mejor que la UCR de (Martín) Lousteau y (Emiliano) Yacobitti, que está en entre 8 y 10 puntos siendo generoso. ¿Por qué buscaríamos una alianza con ellos?”, se pregunta uno de los dirigentes de peso de Capital.
De todas maneras, en el armado de la campaña ya empiezan a plantear una estrategia de tipo local, sin nacionalizar ni poner la imagen de la ex presidenta en el centro de la escena. “Que se plebiscite la gestión de Jorge”, sostienen, desde la presunción de que la percepción no es la mejor.
En la interna, La Cámpora está contenta porque el adelantamiento de la elección porteña obliga al peronismo a jugar su mejor carta que sería Leandro Santoro. Es un win win: apadrinado por Juan Manuel Olmos, operador todoterreno del PJ y aledaños, la figura del radical K le sirve para garantizar su influencia sobre la Legislatura y el poder local; mientras que haber liberado casilleros para la boleta nacional, le permite a La Cámpora (y a Cristina) garantizarse lugares propios. Es probable que no haya mucha innovación para la integración del Congreso, y se disponga que Mariano Recalde vaya por la renovación de su banca en el Senado. En Diputados, se vence el mandato de Gisela Marziotta, otra opción en danza.
Está mucho menos claro el escenario en la provincia de Buenos Aires, considerada “la madre de todas las batallas”, por su representación del 37% en el padrón nacional. De la mano de un grupo de intendentes, Kicillof se propuso adelantar la elección para liberarse del yugo de Cristina pero esa rebeldía perdió fuerza.
La Cámpora y el Frente Renovador, en una operación de pinzas, le condicionaron el debate por el Presupuesto, la ley fiscal y el pedido de endeudamiento. Aunque el gobernador le echa la culpa a la oposición, el tratamiento se empantanó porque empezaron a modificarle las partidas y el propio bloque de Unión por la Patria pateó para adelante la autorización para tomar deuda.
Si bien el kirchnerismo apuesta a retener el manejo de la provincia, sobre todo en la tercera sección electoral, la gobernabilidad de Kicillof se verá menguada no sólo por la interna de su espacio sino también porque aún con un resultado magro de La Libertad Avanza en la provincia (unos 30 puntos), la Legislatura tendrá una composición mucho más reacia. “No va a sacar una ley en los próximos dos años”, vaticinan desde LLA.
La distribución de bancas según los resultados electorales por sección no es proporcional, sino que se hace a partir de un sistema de pisos, lo que beneficia enormemente al primero, y luego al segundo, en detrimento del resto. LLA pasaría en el peor de los casos de 13 a 24 diputados, y de 5 a 11 senadores.
El peronismo continuaría siendo primera minoría, pero lejos del quórum, y le seguirían los libertarios, en perjuicio de lo que era Juntos por el Cambio que pone mucho más en juego.
Ese escenario de bloqueo no es mal visto por La Cámpora que, en definitiva, no trabaja para Axel 2027, y dejaría encendida la llama de Cristina a quien, como dijo Pepe Mujica, “le cuesta largar el pastel”.