La teoría del cisne negro, formulada por Nassim Taleb, describe eventos impredecibles y de gran impacto fuera del rango de expectativas normales, pero que, una vez ocurridos, son racionalizados retrospectivamente como predecibles. Su nombre proviene por la refutación de la suposición europea que todos los cisnes eran blancos, rebatida por el descubrimiento de cisnes negros en Australia durante el siglo XVII. Metáfora que subraya la limitación de los conocimientos basados en la experiencia y la vulnerabilidad de los sistemas frente a lo desconocido.
Dicha teoría argumenta la tendencia a subestimar la probabilidad de eventos extremos debido a sesgos cognitivos como la “heurística de disponibilidad” y la “falacia narrativa”. Más aún en estructuras complejas como mercados financieros, ecosistemas, salud, tecnología, sociedades e instituciones que perpetúan la ilusión de control y previsibilidad mediante la excesiva confianza en calificadoras de riesgo y modelos predictivos basados en datos históricos. La crisis financiera de 2008, la pandemia de COVID-19 y el auge de la inteligencia artificial ilustran cómo eventos inesperados transforman positiva o negativamente las estructuras sociales con radicales consecuencias.
“El impacto devastador de los ataques terroristas del 11-09-2001 sorprendieron al mundo, alterando la percepción de la seguridad global.” Aunque las agencias de inteligencia advertían las amenazas potenciales, el impacto devastador de los ataques terroristas del 11-09-2001 sorprendió al mundo, alterando la percepción de la seguridad global e iniciando cambios sustanciales en la política exterior de Estados Unidos, incrementando la vigilancia masiva y nuevas legislaciones como la Ley Patriota. El ataque de ransomware WannaCry el 12-5-2017 demostró cómo la vulnerabilidad tecnológica puede ser explotada generando caos a nivel global. Aun conociendo las ciberamenazas, la escala y velocidad del impacto de este ataque, afectando a miles de organizaciones en más de 150 países, resaltó la fragilidad de los sistemas digitales interconectados.
El Brexit sorprendió a líderes políticos y mercados financieros, aun cuando el referéndum fue un proceso planificado, pero el resultado no estaba previsto por la mayoría de las encuestadoras ni analistas. Las consecuencias económicas y políticas para el Reino Unido y la Unión Europea continúan manifestándose, resaltando la naturaleza disruptiva de este cisne negro político-económico.
La victoria de Donald Trump (2016), Nayib Bukele (2019) y Javier Milei (2023), consideradas cisnes negros, lograron movilizar a un electorado inesperado, aprovechando las redes y plataformas digitales más el descontento con el “establishment” político, a pesar de las encuestas que favorecían mayormente a sus respectivos contrincantes y la oposición de los medios de comunicación y otros sectores influyentes. Estos eventos pusieron al descubierto las limitaciones de los modelos predictivos en política y las encuestadoras, marcando un cambio en la dinámica global de los partidos políticos tradicionales y la comunicación política.
En biotecnología, el descubrimiento e implementación de CRISPR-Cas9 como herramienta de edición genética aceleró el progreso en la agricultura, ganadería y medicina, planteando desafíos éticos inesperados como la edición en embriones humanos. El caso de los gemelos modificados genéticamente en China (2018) marcó un punto de inflexión, desatando una ola de controversias y regulaciones globales con implicaciones éticas y sociales.
El desarrollo acelerado de vacunas ARNm, como las de Pfizer-BioNTech y Moderna, en respuesta a la pandemia COVID-19, marcó un cisne negro biotecnológico y biomédico. Su rapidez y eficacia sorprendieron al mundo científico y a los sistemas de salud, revolucionando el enfoque hacia enfermedades infecciosas y ampliando su alcance hacia otras aplicaciones como el tratamiento del cáncer.
Otro cisne negro mundial fue el prion responsable de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob con variante en humanos, relacionada con el consumo de carne contaminada durante la epidemia de encefalopatía espongiforme bovina en los ‘90. Este evento generó pánico mundial, revelando vulnerabilidades en los sistemas regulatorios y de seguridad alimentaria.
Las “superbacterias” han surgido más rápido de lo anticipado, afectando los sistemas de salud y generando una crisis sanitaria global. “El uso excesivo de antibióticos tanto en humanos como en animales manifestó la incapacidad de la humanidad para prever y contrarrestar ciertos desarrollos negativos de la biotecnología.”
Así, los cisnes negros presentan desafíos únicos en su versión innovadora y constructiva como en su faceta perniciosa, y por ello en esta última, las estrategias para gestionarlos no focalizan en predecirlos, sino en fortalecer la resiliencia de los sistemas y minimizar sus efectos negativos mediante la antifragilidad, compuesta por redundancias, diversificaciones y descentralizaciones, especialmente en contextos de incertidumbre y volatilidad.
La redundancia en infraestructura provee de respaldo manteniendo la funcionalidad durante crisis inesperadas, como la disponibilidad de múltiples fuentes de energía durante desastres naturales. La diversificación en contextos financieros, industriales y organizacionales reduce la dependencia de un solo recurso, como en las inversiones o fuentes de suministro, mitigando riesgos en caso de eventos disruptivos. La descentralización hace menos vulnerables los sistemas a fallos únicos, como en las cadenas de suministro globales.
Japón ha adoptado una combinación de resiliencia y redundancia para proteger su infraestructura de terremotos y tsunamis. Tras el terremoto de Kobe (1995), se fortalecieron las construcciones antisísmicas más redes de transporte y energía con sistemas de respaldo. Así, el impacto del terremoto de Tōhoku (2011) fue resistido y superado, y donde la redundancia energética restableció parcialmente la electricidad incluso tras el desastre en Fukushima (2011).
Por otro lado, la antifragilidad como sistema de resistencia a choques, beneficiándose de ellos, implica estructuras adaptativas que aprendan de errores y condiciones cambiantes. Ello se logra mediante choques pequeños utilizados como oportunidades de aprendizaje para evitar mayores catástrofes, como las pruebas de estrés financiero que realizan los bancos centrales buscando identificar y corregir vulnerabilidades. Singapur aprovechó su experiencia con el SARS (2003), realizando simulacros y preparando recursos médicos, como almacenes de equipos de protección personal y sistemas de rastreo de contactos. Todo lo cual resultó en respuestas rápidas y efectivas ante el COVID-19, logrando contener la propagación durante las primeras etapas.
La antifragilidad demanda además mantener opciones abiertas para adaptarse rápidamente a circunstancias cambiantes, con reservas de recursos y capacidades para utilizarse en situaciones de emergencia. En lo empresarial, incluye mantener capital líquido o capacidad productiva para responder velozmente a cambios de mercado. Amazon, bajo una cultura empresarial altamente adaptativa y diversificada, se benefició durante la pandemia COVID-19, expandiendo rápidamente servicios como Amazon Web Services. Al diversificar sus ingresos y mantener recursos líquidos, pudo adaptarse rápidamente al aumento en la demanda de comercio electrónico, a diferencia de competidores más rígidos.
Por último, gubernalmente se requieren sistemas de transparencia, responsabilidad y rendición de cuentas, para tomar decisiones difíciles bajo presión y gestionar crisis, necesitando de una gobernanza basada en principios éticos minimizando riesgos, fortaleciendo la confianza pública y promoviendo el compromiso y aprendizaje organizacional. Ello, más la reducción de complejidades innecesarias en los procesos, puede reducir significativamente el impacto de los cisnes negros. La respuesta de Nueva Zelanda a la pandemia COVID-19 se basó en la transparencia y la comunicación clara con la ciudadanía. “Una estrategia de eliminación temprana del virus respaldada por datos científicos y decisiones éticas minimizó el impacto de la pandemia.”
El reconocimiento de los cisnes negros no implica resignación ante crisis e incertidumbre, sino oportunidades para reconfigurar nuestras prioridades y estrategias. La teoría invita a reflexionar sobre cómo enfrentamos lo desconocido y la necesidad de adaptarse a un mundo en constante transformación.