Ajustó, recortó planes sociales y…bajó la pobreza. No es una novedad que Javier Milei vaya exactamente en sentido contrario a lo que indican los manuales de la política tradicional, pero sí es contundente el logro que está por consolidar: cerrar el año con menos pobres e indigentes que los que dejaron Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
El dato es imbatible desde el punto de vista simbólico y electoral porque el “mercado de promesas” hacia los sectores más humildes siempre estuvo dominado por el peronismo, con enorme llegada territorial y un sistema clientelar que, en gran medida, se fue resquebrajando a partir de la desarticulación de los movimientos sociales y punteros.
Después de alcanzar un pico de 54,8% en el primer trimestre de 2024, la pobreza descendió a 38,9% en el tercero, según cálculos difundidos por el Ministerio de Capital Humano, con el que coinciden los principales especialistas en el tema y organizaciones con mediciones propias, como el Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Si uno mira la evolución desde 2016, el índice tuvo subas y bajas. El mejor marcador ocurrió en el tercer trimestre de 2017, durante la gestión de Cambiemos, con un 24,9%; y el peor pico durante el gobierno de Fernández fue en el segundo trimestre de 2020, en plena pandemia, con 47%, de acuerdo con un gráfico del economista Leopoldo Tornarolli, del CEDLAS-UNLP.
La principal razón de la caída reciente es la baja de la inflación, lección que debería quedar grabada en hierro. El gran desafío para el Gobierno será sostener la tendencia de la pobreza a la baja, ya más de la mano del crecimiento de la actividad en 2025.
Este diciembre, un mes sensible en la memoria de país, transcurre con mayor calma en la calle que en otros tiempos. Esa pasividad se destaca aún más si se tiene en cuenta que procede luego de medidas de recorte del gasto sin precedentes. Impensado hasta ahora.
El éxito estadístico de hoy convive con una realidad mucho más compleja y difícil de revertir. El empobrecimiento golpea en especial a los más jóvenes (6 de cada 10 niños y adolescentes lo padecen) y alrededor del 10% de la población vive en asentamientos o villas, según el Registro Nacional de Barrios Populares (ReNaBap). El aumento de la marginalidad es un proceso que lleva décadas, cuya mejora no depende sólo de la coyuntura económica. La estabilización de la macro, un veranito financiero, incluso la recuperación de ingresos, no alcanzan para resolver un deterioro tan profundo.
El debilitamiento del tejido social comienza desde el núcleo familiar. Cuando se les consultaba a lo largo de estos meses a curas y referentes que trabajan en el territorio si habría un evento que tome forma de “estallido social”, la contestación más habitual era: “Ya las familias están estalladas”.
Un informe recién terminado de jóvenes de entre 16 y 24 años del conurbano es revelador en ese sentido. “La escalera de ascenso social para los chicos de barrios populares del AMBA está rota”, concluye el monitoreo, con una base de 601 casos, del Centro de Investigación y Acción Social (Cias), dirigido por Rodrigo Zarazaga, y la Fundación Fundar.
Estas son algunas de las consideraciones del estudio:
- La mayoría de los jóvenes encuestados (76%) convive con su familia de origen, mientras que el resto la dejó (24%). De los que se fueron, el 42% lo hizo de manera “forzada” debido a conflictos intrafamiliares, situaciones de abandono, fallecimientos, embarazo o consumos problemáticos.
- Ante la falta de recursos económicos, el 79% de los jóvenes trabajó por primera vez antes de los 18 años.
- Además del trabajo remunerado, el 80% de las familias complementan sus ingresos con programas sociales y transferencias en especie. La Asignación Universal por Hijo (AUH) es el subsidio más frecuente, presente en el 60% de los hogares. A la vez, el 57% de las familias recibe ayuda en forma de mercadería, y en el 43% de los casos algún miembro asiste a un comedor comunitario o recibe viandas.
- El 22% de los jóvenes indicó que, en el último año, su hogar perdió algún beneficio o programa. El 66% señaló que en el último mes redujo gastos.
- Del total de estudiantes, el 68% declaró haber faltado al menos una vez en las últimas dos semanas por un motivo diferente a la salud. Ir a clases no es considerada como una actividad de lunes a viernes en horarios definidos.
- En el 56% de los casos se mostraron de acuerdo con la afirmación “en la escuela hay muchos casos de violencia”. A su vez, el 53% de los jóvenes consideran que las aulas y baños de las escuelas se encuentran en mal estado, y un 55% sostiene que “los docentes faltan muy seguido”.
- El 27% de los jóvenes reportó haberse peleado en la calle en el último año, mientras que el 51% afirmó que la mayoría de sus amigos consumen drogas y un 43% dijo tener conocidos del barrio que las venden. El 15% señaló haber sufrido de adicciones en algún momento. Esta última cifra podría ser mayor ya que, al ser una práctica reprochable socialmente, puede que no respondan la verdad, aclara el informe.
El avance del narco despliega nuevas formas de violencia. En el Barrio Villegas, en La Matanza, desde hace uno seis meses los vecinos están aterrorizados porque grupos que, a punta de pistola, toman casas (cuando la gente está adentro) y se instalan con dos opciones: para usarlas de bunkers o para venderlas. “Son mafias que actúan con impunidad”, sostuvo en Radio Mitre el obispo de San Justo, Eduardo García.
La representación del Estado allí, en cualquiera de sus niveles, prácticamente no existe. O no existe para hacer el bien. Hay poco acceso del transporte, es zona inundable, las escuelas están lejos, a la policía le cuesta entrar, y cuando lo hace, es tarde. La muerte –dice el obispo- es “el pan nuestro de cada día”. Ese mismo panorama se replica en otros tantos barrios del conurbano.
Lejos de poner esto en el centro de la escena, el kirchnerismo se desangra en una guerra entre Axel Kicillof y los incondicionales a Cristina Kirchner. Ahora el gobernador quiere copiar a Milei y prefiere no tener Presupuesto para el año que viene. Es que La Cámpora pretende introducir modificaciones que le resultan inaceptables y no le quieren aprobar el pedido de endeudamiento. Los legisladores de Unión por la Patria –que responden a CFK y a Sergio Massa- se autoconvocaron para sesionar el jueves, aunque finalmente no avanzaron en una sanción que hubiera sido tomada como un golpe político.
El Ministerio de Seguridad, con Patricia Bullrich a la cabeza, ha sido exitoso para frenar los piquetes en la ciudad de Buenos Aires y para disminuir la violencia de las bandas organizadas en Rosario, pero no se ha enfocado en cómo lidiar con el narcotráfico en territorio bonaerense. Cualquier intervención puede tener un final no deseado: si sale mal, arrastra un costo; si sale bien, puede capitalizar Kicillof. Como pasó con Maximiliano Pullaro, en Santa Fe. En definitiva, lo que debería primar es cómo se beneficia a la gente.