¿Qué tienen en común el presidente de Argentina, Javier Milei, el ex primer ministro británico Boris Johnson y los fundadores del Movimiento 5 Estrellas de Italia, Beppe Grillo y el fallecido Gianroberto Casaleggio? Al igual que Donald Trump y Elon Musk, desafían los códigos establecidos, difuminando los límites entre el entretenimiento y la política y hablando directamente al público, a menudo pasando por alto los medios de comunicación tradicionales.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, con su frescura y su dominio de las redes sociales, también pertenece a esta enérgica tendencia a su manera.
Combatir el aburrimiento
A veces vestidos con chaqueta de cuero y a menudo luciendo peinado excéntrico, estos líderes sin complejos atraen a un público harto de la monotonía del juego político y desilusionado con los representantes electos, los medios de comunicación de masas y los gobiernos percibidos como incapaces de responder a las preocupaciones populares.
En occidente, este viento sopla en un momento en que la división izquierda-derecha parece desvanecerse a favor de un nuevo eje que enfrenta al pueblo con la élite, o la soberanía con el globalismo.
Como anticipó Steve Bannon, uno de los arquitectos del populismo contemporáneo, esta superación de la división izquierda-derecha -ilustrada en Estados Unidos por la adhesión de Robert Kennedy Jr. a Donald Trump- está permitiendo la llegada de una nueva derecha cuya propia naturaleza es, paradójicamente, inspirarse en la izquierda.
Esta corriente toma prestado de la vieja izquierda su sentido original de transgresión y su carácter antisistema, pero defiende valores más clásicos como la soberanía nacional, la libertad económica y la libertad de expresión.
Un carnaval populista
En su libro Los Ingenieros del Caos, en el que se muestra muy crítico con esta nueva derecha, el escritor Giuliano da Empoli califica esta dinámica de carnaval populista, lo que en este caso no es del todo peyorativo.
Históricamente, el carnaval ha sido un momento en el que se suspenden las normas, en el que se invierten las clases sociales y se utiliza el humor y la burla para romper con la austeridad del poder. Este carnaval populista permite a estas pintorescas figuras desafiar y suspender las convenciones imperantes.
Las calculadas meteduras de pata de Boris Johnson y su actitud de caballero desenfadado le han llevado a desafiar la rigidez del sistema británico.
Por su parte, Beppe Grillo y Gianroberto Casaleggio fueron capaces de revitalizar la escena política italiana durante cinco años hasta la integración de su movimiento al sistema político tradicional, a partir de 2018.
En cuanto a Trump, Musk y Milei, trabajan a diario para agitar y seducir a unos electorados cansados de lo políticamente correcto, crispados por la inflación y llenos de una sensación de abandono.
Subversión mediática
El uso de la burla y el trolling es el arma retórica por excelencia de esta nueva corriente. Unos líderes de la derecha contestataria no dudan en burlarse abiertamente y provocar a sus oponentes con la esperanza de que reaccionen con torpeza, o en cultivar la polémica para provocar deliberadamente la ira de unos medios de comunicación tradicionales cada vez menos populares.
Este enfoque es mucho más estratégico de lo que podría pensarse, y desestabiliza a sus oponentes, atrapados en un vocabulario higienizado y tecnocrático.
Una nueva forma de comunicar
La vida política adopta así la forma de una auténtica guerra de imágenes e información, en la que los famosos memes desempeñan un papel clave. Los medios de comunicación tradicionales no acaban de comprender bien esta nueva forma de comunicar, esta nueva estética.
Frente a esta vitalidad, la izquierda occidental se encuentra en un callejón sin salida. Antaño subversiva, ahora es mucho menos capaz de sorprender y de innovar.
En un momento en el que el público clama por figuras a la vez divertidas y sensibles a su realidad, la izquierda woke parece dogmática, previsible, aburrida y fuera de onda. Este hastío está abriendo un espacio a la derecha punk, que pretende llenar el vacío.