El ex senador Edgardo Kueider no debe poder creer la velocidad con la que cambia la suerte de las personas, en este caso la suya. Es que en los últimos años le había ido muy bien. Fue secretario general de la gobernación de Entre Ríos, cuando el mandatario era Gustavo Bordet. De allí llegó al Senado de la Nación. Y, gracias a su conversión al credo libertario consiguió la presidencia de la Comisión de Asuntos Constitucionales. Mientras, una empresa que él mismo había adquirido para comprar ganado, y que no había comprado ni un ternero, acumulaba inmueble tras inmueble. La vida le sonreía. Salvo por un pequeño detalle. En San Isidro la jueza Sandra Arroyo Salgado investigaba desde 2020 a una empresa de seguridad por pago de coimas con destinatarios variados, entre ellos la empresa de energía estatal de Entre Ríos, cuando estaba bajo el control de Kueider. La jueza ya había detenido a alguna gente cercana a él. Pero él tenía fueros. Nada preocupante.
Hasta que cometió un error infantil. Quiso llevar 200 mil dólares al Paraguay sin declararlos. Cuando lo detuvieron, según contaron los funcionarios paraguayos, argumentó que era alguien “vinculado al gobierno argentino”. En pocos días, el castillo de naipes se vino abajo. Los paraguayos no dan ningún indicio de que lo vayan a soltar rápido. Arroyo Salgado pidió su extradición, mientras allanaba todos sus domicilios. Y sus compañeros del Senado lo despacharon en un trámite veloz y ligero. En cuestión de horas, la estrella en ascenso se transformó en un muerto político, y esa debe ser la menor de sus preocupaciones.
Kueider podría argumentar que su conducta obedece a una cultura política arraigada. El gobernador más poderoso de su provincia en las últimas décadas fue el peronista Sergio Uribarri. Está detenido bajo acusaciones de corrupción. El radical más notable de la provincia se llamó Sergio Varisco y llegó a ser intendente de Paraná. Antes de morir estuvo preso en una causa por narcotráfico. El primer senador elegido en 2019 fue Kueider. Está preso en Asunción por contrabando. Esa saga se combina con otros episodios. La semana pasada, la Corte Suprema de la Nación ordenó anular el juicio político por el que fue desplazada de su cargo Cecilia Goyeneche, la ex fiscal general adjunta de la provincia. Goyeneche había liderado una investigación en la que expuso la manera en que los legisladores de las fuerzas políticas mayoritarias desviaban fondos oficiales. La clase política local se cobró esa denuncia con un proceso escandaloso por el que la destituyeron, con complicidad del Superior Tribunal de Justicia local. Eran, como se ve, muchos los que se beneficiaban del sistema que había promovido a Kueider.
Es que nadie llega donde llega porque sí. Martín Insaurralde era jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires: ¿nadie sabía de sus gustos y preferencias o todo el mundo miraba para otro lado? ¿Y Kueider? En 2019 fue el primer candidato a senador del peronismo. Es un puesto importantísimo. ¿Ningún compañero sabía quién era? Luego rompió con el bloque peronista en el Senado y los libertarios lo promovieron a posiciones de muchísimo poder. ¿Tampoco sabían ellos quién era? ¿Hasta donde llega la mancha Kueider?
En cualquier caso, si alguien sabía o no quién era de verdad el tal Kueider es un debate que recién empieza. En la sesión que terminó con su expulsión, el senador peronista José Mayans se ocupó de señalarlo.
-¿Quién era Kueider para que le dieran la presidencia de esa comisión? ¿Por qué se la dieron? Yo les voy a decir lo que pienso. Hubo una bandita que se dio vuelta para cobrar dinero y tener cargos a cambio de votar lo que quiere el Gobierno. O sea: compraron el voto de Kueider. De eso estamos hablando.
Mayans se extendió un poco más con sus acusaciones.
-O sea que quienes defendían la Ficha Limpia eran Kueider acá y Ritondo en Diputados. ¡Ritondo, señores!
Como se sabe, la ley de Ficha Limpia, impulsada por el macrismo, prohíbe que se presente como candidato cualquier ciudadano que tenga doble condena judicial por corrupción. En los hechos, la única afectada por esa norma sería Cristina Kirchner. Kueider es el ex senador detenido en Paraguay. Ritondo, otro de los protagonistas de la semana, es el presidente del bloque de diputados del PRO. El domingo pasado, una rigurosa investigación periodística reveló que su familia oculta propiedades por más de dos millones de dólares en los Estados Unidos. Desde entonces, el acusado no ha desmentido la noticia ni explicado de dónde salieron los fondos.
El discurso de Mayans es una pieza interesante porque pone en cuestión el discurso dominante que rige en la Argentina acerca de la corrupción. En la última década y media, se instaló en el país un relato según la cual existe una identidad muy sólida entre corrupción y kirchnerismo. Ese relato, por supuesto, se apoya en elementos muy contundentes porque durante las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner hubo muchos hechos graves de corrupción, sobre todo en el área de Obras Públicas. Por eso, muchísimos funcionarios de esos años terminaron presos: el Vicepresidente, el ministro de Planificación Federal, los secretarios de Obras Públicas y Transporte, entre muchos otros.
Mayans intenta confrontar ese relato con una argumentación que también tiene razonables puntos de apoyo. Cualquiera que analice sin prejuicios políticos la manera en que funciona la corrupción política en la Argentina concluirá en que el relato según el cual la corrupción solo es kirchnerista no alcanza a explicar toda la realidad. Uno de los elementos que permite entender esto es el apellido Calcaterra, que pertenece al primo hermano de Mauricio Macri. En la causa de “Cuadernos”, Calcaterra está procesado por haberle pagado coimas a funcionarios kirchneristas. Algo no cuaja ahí. Si lo que el kirchnerismo decía del macrismo era cierto, nunca debían haberle dado obras a la empresa madre de la familia Macri. Si lo que el macrismo decía del kirchnerismo era cierto, nunca debían haber aceptado obras de Julio de Vido y su gente. Pero esos contratos se firmaron, y se pagaron, y las coimas también. Hay confesiones al respecto. De un lado del mostrador estaban unos, y del otro, los otros.
La política rompió esa omertá cuando el macrismo empezó a denunciar al kirchnerismo de corrupción, como si no hubiera participado en ella. El discurso de Mayans sugiere que, tal vez, ahora llegue la hora del vuelto, en un clima de todos contra todos que es muy novedoso. Nadie protege a nadie. De hecho, cada vez que se tensa la relación entre Javier Milei y Mauricio Macri el aparato de propaganda libertario dispara contra el ex presidente con alusiones directas a supuestos intereses económicos espurios: “No insistas Mauricio. No te vamos a dar la hidrovía”, escriben, con la insolencia que los define, los muchachos que circulan cerca de Santiago Caputo.
Naturalmente, un diputado o diputada de las fuerzas que se definen como republicanas, podría sostener que la Justicia ha condenado a muchos kirchneristas y a ninguno funcionario macristas. Es cierto. Pero también allí hay algo que no cierra. En todos estos años sucedió algo extraño en la Justicia: toda denuncia contra un kirchnerista avanzó rápidamente, toda denuncia contra un macrista se cajoneó. Panamá papers, blanqueo de dinero por parte de familiares, espionaje sobre periodistas, la causa del Correo, el departamento de la ex gobernadora, la negociación de contratos de autopistas, han sido todos asuntos incluidos en expedientes que, por alguna razón, ni siquiera generaron una convocatoria a declarar. Esa parálisis se transformaba en hiperactividad cuando los acusados eran peronistas. Y esa hiperactividad muchas veces se tradujo en la detención de opositores sin condena previa, mientras los políticos del PRO agitaban las causas en las que aún no había sentencia.
Un ejemplo muy didáctico de esto es lo que ocurrió con la causa del dólar futuro, en la que CFK fue sobreseída por la Corte la semana pasada. El dólar futuro ha sido una herramienta por la cual el Banco Central le garantizaba a inversores que podrían adquirir dólares a determinado precio en el futuro, más allá de cuál fuera el tipo de cambio. De esta manera, un gobierno podía desalentar la compra de dólares reales en un momento de inestabilidad. El gobierno de Cristina Kirchner utilizó este mecanismo al final de su mandato en montos mucho más altos que lo acostumbrado. Eso generó una denuncia judicial por parte de los macristas Federico Sturzenegger y Federico Pinedo.
Apenas asumió, Macri decidió liberar el tipo de cambio y la moneda se devaluó violentamente. Eso generó una deuda del Estado argentino por alrededor de 5.000 millones de dólares a favor de los tenedores de dólar futuro, que Macri pagó. Si hubiera demorado tres meses la salida del cepo, no habría tenido que hacerlo. Y era mucho dinero. De todo ese proceso, la Justicia investigó a fondo todo lo que hizo el kirchnerismo y nada de lo que hizo el macrismo. Al final fueron todos sobreseídos. Pero hubo muchas personas embargadas, que no pudieron disponer de sus bienes, perdieron trabajos, no podían salir del país. Todos kirchneristas. A los funcionarios macristas nadie los molestó. ¿Qué es lo que hizo que la Justicia investigara escrupulosamente lo que se hizo hasta el 10 de diciembre del 2015 y abandonara toda investigación a partir de esa fecha?
Eso quizás explica la enorme novedad del “Kueidergate”, por llamarlo de alguna manera. El peronismo reaccionó inmediatamente, como nunca. De repente, pareció indignarse ante un hecho de corrupción. Sí, ellos. Crease o no. Mientras, el PRO y La Libertad Avanza no sabían qué hacer. Por momentos parecían recurrir a cualquier argumento para que el corrupto quedara impune. Que si acusaban a él había que acusar a todo aquel sobre el que hubiera sospechas. Que la sesión no fue válida porque Victoria Villarruel no debía presidirla. Que Kueider debería haber sido suspendido y no expulsado. Que debería regir el principio de inocencia: justo ellos que revolearon tantas denuncias previas a las sentencias. Y así hasta el infinito. Cualquier cosa menos entregar a Kueider. Macri dijo que era un escándalo. “Es una manera obvia de salvar a todos los que tienen el culo sucio, con la idea de que tiremos uno por la ventana, así las fieras se calman”, dijo. ¿Se dará cuenta que alguna gente podrá interpretar esa frase como autorreferencial?
Nada esto es, hoy, un problema serio para el presidente Javier Milei que en estos días avanza, invencible. La inflación mensual fue de 2.4 por ciento. El dólar está controladísimo. Los líderes del mundo se pelean por invitarlo. Los medios más prestigiosos del planeta empiezan a especular con que su plan pueda tener éxito. Al finalizar el primer año, sus índices de aprobación son altísimos. Se ha transformado, de verdad, en una celebridad internacional. Tan eufórico está que el miércoles concurrió al programa de streaming oficialista La Misa y llevó de regalo un hermoso busto de sí mismo.
--¿Cómo estás?—le preguntó uno de sus admiradores más belicosos.
--Bien. Haciendo el mejor gobierno de la historia—contó el Presidente—Si el gobierno terminara hoy, ya sería el mejor gobierno de la historia.
En ese mismo momento, Karina Milei estaba en Paraguay, adonde había ido para participar de un acto de la FIFA, previo al mundial del 2030. Allí, confraternizó con el presidente de la AFA Claudio “Chiqui” Tapia. Hay una hermosa foto donde Tapia, Karina y Manuel Adorni posan con camisetas argentinas que llevan sus nombres en la espalda. Pero, ¿no era Tapia hasta hace un rato un enemigo, un hombre de la casta, que había crecido bajo la protección de la familia Moyano, amparado en el poder que le daba ser uno de los jefes del Ceamse, no estaba rodeado de hombres vinculados a Sergio Massa?
Cuando el dólar está barato, nada de esto importa en la Argentina.
Milei tiene destino de emperador, como dicen en X los exaltados jóvenes libertarios.
Y la hermana de un emperador se junta con quien le parece.