El viernes Cristina Kirchner llegó exultante a la sede histórica del Partido Justicialista, en Matheu al 130. Recorrió por completo el edificio: las oficinas, el quincho, el auditorio, las salas de reunión, los baños y cada uno de los recovecos de la planta baja y los tres pisos. La decoración está tal cual la dejó la intervención judicial de Luis Barrionuevo, allá por 2018, cuando eliminó toda la simbología K y quedaron los objetos más tradicionales: el escudo partidario, la estatua de la virgen en una vitrina, bustos de Perón y Evita, y un mural estilo pop de ambos.
Nadie sabe a dónde fueron a parar los cuadros que retiraron de Néstor y Cristina, como tampoco gran parte de la vajilla que atesoraba el lugar. No quedan rastros, ni siquiera un retrato, del anterior presidente del PJ, Alberto Fernández, que pasó sin pena ni gloria en su puesto. Desde mañana, la nueva jefa pondrá en marcha un plan de “modernización”.
En el entorno de la ex presidenta sienten que coronaron una semana óptima, luego de torcerle el brazo al Gobierno en la pelea por la expulsión de Edgardo Kueider del Senado, y de haber emboscado a Axel Kicillof, en un encuentro a puertas cerradas en Moreno, en el que le hicieron sentir el rigor de no cuadrarse al 100%.
“Cristina es la única referente opositora en pie frente a Milei”, sentencia un dirigente cercano. Esa creencia es compartida dentro de sus incondicionales, que no sólo trabajan para la candidatura a diputada del año próximo, sino que ya empiezan a hablar del 2027. Otra vez menean el operativo “CFK Presidenta”.
A pesar de la centralidad y su manejo político, esta es una Cristina mucho más desgastada que sus versiones anteriores y con menos capacidad de reinvención. Plantea una discusión nacional que la coloca en el ring contra el Presidente pero su objetivo de corto plazo es conservar la influencia en la provincia de Buenos Aires. El kirchnerismo hoy es, esencialmente, un partido del conurbano.
En el discurso de asunción del PJ, el jueves pasado, ella se hizo tres preguntas que trató de responder ante la audiencia peronista: 1) ¿Qué está pasando? 2) ¿Qué nos pasó? 3) ¿Qué hacemos? Es notable que en su lectura de los acontecimientos, reconoce un cambio de época y, aunque está en el extremo opuesto al modelo de los libertarios, intenta no hacer una crítica social a los que lo apoyan. En el segundo punto, no expresa ninguna autocrítica personal a la debacle de la gestión del Frente de Todos. Y en el tercer eje, carece de una propuesta puntual a futuro. Sólo dijo, en términos partidarios, que las 5 tareas en adelante serán: formar, informar, planificar, divulgar y organizar.
Los últimos movimientos de Cristina –desde la batalla por la conducción del PJ hasta la reacción por la confirmación de su condena, y la cruzada para echar a Kueider- tuvieron cierto impacto político, pero no permearon en la calle. Es como si la conexión directa que durante largos años mantuvo con buena parte de la sociedad se hubiera desenchufado. No son tema de conversación. Ese vínculo sui generis ahora parece ser potestad del Presidente.
En esta etapa, CFK está enfocada en plasmar una crítica frontal a Milei y una crítica solapada a Kicillof. Sólo eso. Sobre el gobernador de Buenos Aires dijo lo peor que puede decir ante compañeros: lo acusó de “peronista tardío”. Recordó lo que pasaba en los 70, para hacer una comparación con la actualidad: “¿Saben cuál fue el problema? Los que nunca habían sido peronistas te querían explicar qué era el peronismo y te querían decir lo que teníamos que hacer”. Se sabe, Kicillof viene de la izquierda y recién se afilió al sello creado por Juan Domingo Perón en 2021.
La ex presidenta aumenta la presión sobre su pupilo a quien no considera un par en la mesa política. Su idea es que la elección en provincia de Buenos Aires se realice en la misma fecha que la nacional y con el esquema de primarias. Eso considera que favorecerá su postulación, al usar la estructura de los municipios para sostener su propia campaña. También le dará un protagonismo central.
Si bien gran parte de los intendentes del PJ habían dicho que preferían desacoplar, en línea con Kicillof, el mensaje que se envía por estas horas es inquietante: si respaldan la posición de Cristina, tienen más chance de que se apruebe en la Legislatura un proyecto para permitir las reelecciones indefinidas, un anhelo de los que quieren retener sus comarcas. La llave para liquidar el límite de dos mandatos la tiene la ex presidenta, no el gobernador.
Es poco probable que se llegue a un acuerdo armonioso. El más interesado en alcanzar algún tipo de tregua pareciera ser Sergio Massa, quien pone en juego tres casilleros del reparto de poder: 1) el Ministerio de Transporte provincial (el reemplazante de Jorge D’Onofrio, imputado en la Justicia) 2) una vacante en la Corte bonaerense 3) la presidencia de la Cámara de Diputados de la provincia.
El gobernador detenta aún margen de tiempo para definir el esquema electoral. La fecha la podría modificar por decreto siempre antes de que sea convocada la elección nacional, la cual está obligado a aceptar cuando ocurra. Otra posibilidad que se baraja es eventualmente hacer coincidir la PASO, y despegar la general, un atajo que la norma permite.
La negociación política a nivel nacional para eliminar las primarias quedó herida de muerte después del caso Kueider. Es poco probable una convocatoria a sesiones extraordinarias en un escenario tan hostil, que llevó al Gobierno a matarse con los K, el PRO y otros sectores aliados, incluida la vicepresidenta, Victoria Villarruel.
Milei sabe que el Congreso es una cancha en la que le va mal. El año que viene es probable que deba defenderse hasta diciembre de embestidas opositoras, en una posición de debilidad inédita: cuenta con 39 diputados y 6 senadores. En 2024, logró un buen desempeño, especialmente apuntalado por el PRO. Sin Mauricio Macri, no blindaba los dos vetos presidenciales y la historia hubiera sido otra.
Por eso, la lucha de La Libertad Avanza por la banca del senador Kueider debe leerse como la necesidad de no perder más votos. El entrerriano entró por el peronismo, pero armó un bloque aparte con la misma lógica de las bancadas provinciales que arreglan con los oficialismos de turno, según les convenga. No es nuevo, es la casta de siempre.
Se verá si prospera el planteo judicial para declarar nula la sesión, pero de no ser así, su suplente, la camporista Stefanía Cora, debería asumir en la próxima sesión. Hay bastante consenso entre los constitucionalistas que al no haberse concretado la firma del traspaso de mando tras la partida de Milei al exterior, Villarruel no ejercía dos cargos a la vez mientras estuvo al frente del recinto.
La sobreactuación posada de los políticos por la corrupción, que entró como tema por la ventana, podría no tener mayores consecuencias. Los pedidos de expulsión de legisladores por razones de “inhabilidad moral” son frecuentes, pero casi nunca llegan a nada. En la Cámara de Diputados, hay por los menos 64 proyectos presentados en base al artículo 66 de la Constitución Nacional, bastante laxo para tipificar las conductas alcanzadas. En el Senado, hay una decena en el mismo sentido.
No lograron remover a Julio de Vido bajo esa modalidad (sí lo echaron cuando se trató un pedido de desafuero y detención, que es otra cosa); como tampoco pudieron con Luis Barrionuevo, cuando la principal impulsora fue la entonces senadora Cristina Kirchner, quien lo acusaba de haber quemado urnas en Catamarca.
Es cierto que la opción correcta hubiera sido tratar el pedido de desafuero solicitado sobre la hora por la jueza Sandra Arroyo Salgado, pero la falta de acuerdo y la especulación llevaron directamente a concretar el despido. El peronismo ha tomado, definitivamente, el control del Senado.
¿Cuánto de esto golpea a Milei en la opinión pública? El Gobierno, por ahora, parece estar blindado porque está siendo juzgado en gran medida por los resultados de la gestión económica. El 2,4% de inflación de noviembre consolida un escenario a la baja y eso es imbatible.
Quizá la mayor complicación de haber explotado los vínculos con todos los bloques parlamentarios son aquellas conversaciones por la composición del Poder Judicial, como los pliegos de los jueces de la Corte Suprema de Justicia, que necesitan dos tercios de los votos. Lo único que mantiene una llamita viva en ese fuego es que tanto en los entornos de Milei como Cristina piensan que si todo queda así en el Máximo Tribunal termina ganando Macri.
Desde Roma, el Presidente no descartó un decreto en los próximos días con las designaciones de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, pero luego desde el Gobierno se ocuparon de bajarle el tono a esa expresión. El peronismo en pleno ya advirtió que de ocurrir esa alternativa, rechazará las nominaciones en el Senado y para La Libertad Avanza será volver al punto cero. No es sólo una amenaza.