El 10 de diciembre de 2023 asumió como Presidente de la Argentina un fenómeno que irrumpió en la política de manera novedosa. Para cumplir con su principal caballito de campaña, la derrota de la inflación, llevó adelante una estrategia ya conocida en nuestro país. Luego de una devaluación, enfrió brutalmente la economía de modo que la retracción de todas las variables redundó también en una baja inflacionaria.
Tuvo un éxito parcial en ese camino, en el que hubo ganadores y perdedores. Los principales perjudicados fueron los jubilados, los médicos, docentes, enfermeras y demás empleados públicos y las universidades nacionales. Estas pérdidas fueron para financiar una brutal redistribución de los ingresos a favor del 5% más rico de la sociedad, al cual se lo benefició con baja de impuestos sólo para ellos y blanqueos millonarios.
La otra gran derrotada es la conversación pública democrática, a la cual se la sometió a una catarata de mentiras y agresiones diarias. Con la típica estrategia populista, Milei construyó un enemigo al cual endosarle todas las culpas: la casta. Como buen significante vacío, “la casta” es un concepto difícil de definir, pero que resultó muy eficaz para ocultar los datos de la realidad detrás de consignas rimbombantes.
Cruelmente, los jubilados son de los actores más afectados por la motosierra. Según la propia Oficina del Presupuesto del Congreso de la Nación, el ajuste en jubilaciones explica el 22,22% de la caída total en la ejecución presupuestaria. A su vez, el recorte de los medicamentos viene siendo noticia permanente en los últimos meses, como si la salud y la dignidad fueran un privilegio de la casta.
Las otras grandes perdedoras en la era Milei son las provincias. Las transferencias se redujeron un 76.6% interanual en términos reales, pero ¿quiénes son los afectados con la reducción de recursos a las provincias? Los principales perjudicados son nuevamente los jubilados y docentes, pero también es la producción frente a la falta de inversión en infraestructura. Son los ciudadanos de cada rincón del país a los que les faltan nuevas rutas, hospitales o colegios.
Por otro lado, no se pueden dejar de mencionar a las grandes protagonistas de la lucha que más tuvo que salir a la calle para defenderse durante este año: las universidades nacionales. Sin presupuesto para el año 2024 -fenómeno que vuelve a repetirse para el 2025 profundizando la discrecionalidad de Milei para tomar decisiones- las casas de altos estudios se vieron afectadas en sus gastos de funcionamiento, una pérdida del poder adquisitivo sobre los salarios docentes y no docentes inédita en décadas, el desfinanciamiento sobre el sistema científico y tecnológico nacional y las más de 100 obras de aulas, comedores y laboratorios que se frenaron en todo el país. Así, las transferencias a universidades cayeron 27,9%.
Párrafo especial sobre los programas de becas estudiantiles como las Progresar, que enfrentaron una caída en su cantidad como también una fuerte pérdida de poder adquisitivo que impactó sobre los bolsillos de estudiantes universitarios que afrontan un incremento descomunal en costos asociados a estudiar cómo el boleto del transporte, los alquileres, los apuntes y la comida.
Ese sueño de movilidad social ascendente que representa la educación pública se enfrentó a una política brutal de vaciamiento sobre el sistema universitario y a un abandono del rol del Estado de promover el acceso, la permanencia y el egreso en las universidades públicas.
Pero a su vez, el Gobierno intentó generar una narrativa que pusiera a la sociedad en contra el modelo de educación superior. No lo logró, porque los argentinos conocen y valoran las universidades públicas, como ninguna otra institución.
Pero lo intentaron. Estudiantes, trabajadores y autoridades universitarias, pasaron a ser “la casta”. Los primeros fueron calificados de “estudiantes fantasmas” y el propio Javier Milei dijo que eran ricos cuya educación era financiada por los pobres, desconociendo la realidad de las aulas y los pasillos donde más del 60% de los estudiantes de universidades públicas son primera generación de su familia en acceder allí.
También, trataron a los docentes de adoctrinadores y a los rectores de corruptos, donde bajo una responsabilidad insoslayable como las auditorías, el Gobierno encontró un caballo de Troya para avanzar sobre la autonomía universitaria y erosionar el prestigio de las casas de altos estudios. Se ha evidenciado, con el paso del tiempo, que no está la vocación genuina de garantizar mayor transparencia, como promovió la propia ley de financiamiento universitario que Milei vetó, postura que “la casta”, respaldo con su voto en el Congreso.
Así, se deja entrever que lo que se suponía que era la casta estuvo todo el año bastante tranquila. Esta misma semana, sobra de ejemplo el escándalo del senador nacional Eduardo Kueider, quien llegó a su banca en representación del kirchnerismo, pero que terminó siendo un gran aliado del Gobierno de Milei para aprobar las leyes que necesitaba en la cámara alta.
Es imposible no sentir que llegamos al balance de un año de gestión del fenómeno libertario con más perdedores que ganadores. A veces, pareciera que en este país siempre pierden los mismos. Pero este no es un análisis desde la resignación, muy por el contrario, el gran desafío que tenemos por delante -especialmente como generación- es el de ser profundamente conscientes de que sí hay alternativa. En contraposición al mantra adjudicado a la ídola de Javier Milei, Margaret Thatcher, sí es posible otra cosa.
Debemos trabajar sobre la convicción y la esperanza, nos merecemos soñar con una Argentina que sea responsable en el manejo de los fondos públicos, que cuide las cuentas del Estado, pero que en ese proceso jamás se olvide de los más postergados. El camino al desarrollo no puede ser a costa de los sectores populares, los jubilados, los trabajadores, los docentes y los estudiantes. La verdadera habilidad está en construir crecimiento con esos sectores adentro.
Los ejemplos en el mundo demuestran la necesidad de infraestructura, ciencia, tecnología y sin lugar a dudas, la mayor herramienta de transformación posible que es la educación pública, la que nos salva y nos hace libres. En conclusión, lo que a un año de la gestión de Milei se nos hace evidente, es la irrenunciable convicción que debemos tener como sociedad de que gobierne quien gobierne, nuestro futuro no les pertenece.