Del relato K a la batalla cultural

La detención del senador Edgardo Kueider con más de USD 200.000 no declarados en la frontera con Paraguay complica la narrativa libertaria. Demasiada desfachatez o impunidad para los tiempos que corren

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El dinero no declarado que tenía en su poder el senador Kueider (@Ahora_Py)
El dinero no declarado que tenía en su poder el senador Kueider (@Ahora_Py)

La política sigue contando plata delante de los pobres. La escena de escandalosa nitidez que plantó la detención del senador Edgardo Kueider remite a los bolsos de López, el conteo de efectivo en La Rosadita y las entregas de cash de la saga de los cuadernos. Una seguidilla de cinematográficas imágenes de corrupción explícita.

Interceptado por autoridades paraguayas cuando intentaba traspasar por la frontera con fajos que excedían los USD 200.000 y efectivo en pesos y guaraníes, dejó a propios y extraños sumergidos en la perplejidad. Demasiada desfachatez o impunidad para los tiempos que corren. Ahora Kueider no es de nadie.

El entrerriano devino en una pieza envenenada en el ajedrez de la política.

Autopercibido oficialista, al menos eso es lo que dijo a los funcionarios aduaneros que quisieron revisar el vehículo en el que viajaba cuando pretendió zafar de la requisa chapeando, el ex peronista, ex kirchnerista y ahora aliado del libertarianismo metió a todos en un brete.

El gobierno quedó atrapado en la incomodidad. Aceleradísimo, el segundo de Manuel Adorni levantó un tuit en X apenas se conoció la noticia.

“Que un corrupto sea de un espacio político puede ser una casualidad. Dos también. Tres ponele. Pero acá todos los chorros son del kirchnerismo. No es una casualidad”. El posteo duró apenas segundos en el timeline. Más temprano que tarde, Javier Lanari lo eliminó.

El legislador, que ahora cumple arresto domiciliario junto a su secretaria tras ser detenido en la Triple Frontera, complica la narrativa libertaria.

Nadie quiere hacerse cargo de los restos humeantes del senador pero, caído en desgracia, está gozando de un poderoso andamiaje de protección que incluye el patrocinio de uno de los bufetes más caros de Paraguay, la liberación de fondos para el pago de fianzas y el alquiler de un lujoso departamento dónde pasar, junto a su secretaria, los días que vendrán.

Movedizo, de convicciones lábiles, en febrero de 2023, el hombre que llegó a su banca por el kirchnerismo, rompió el bloque dejando a los K sin mayoría en el Senado. Seducido por Milei y los suyos, pujó por un buen lugar entre los libertarios tras haber votado afirmativamente la ley Bases. Tan mal no le fue.

Victoria Villarruel lo habilitó para quedar al frente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y, hasta dónde se sabe, el asesor estrella Santiago Caputo lo impulsó para presidir la Comisión de Seguimiento de los organismos de Inteligencia, algo que todavía no ocurrió.

La exposición de la imagen de la boleta que presentó el Frente de Todos en 2019, en la que el malhadado Kueider aparece junto a Alberto Fernández y CFK, disparó la inmediata reacción de la ex mandataria.

Si hubiera sido mío no habría votado la Ley de Bases, querido Javier. Te gusta el durazno, pero no te bancás la pelusa. Besis”.

La decisión de la Justicia paraguaya de dejarlo retenido en Paraguay bajo el cargo de contrabando seguramente trajo alivio en las filas del Gobierno. Nada más funcional al kirchnerismo que promover la expulsión del senador bajo el cargo de inhabilidad moral. Si esto llegara a ocurrir, la banca sería ocupada por la camporista Stefanía Cora. Una movida que aumentaría la extrema fragilidad del oficialismo en la Cámara alta.

Por el momento los libertarios guardan un prudente silenzio stampa en torno a la situación del emprendedor entrerriano mientras se conocen detalles del jugoso track record que acumula en su trayecto por la política.

Los episodios que comprometen a Kueider y a su secretaria, de fugaz paso por la función pública, meten ruido en los lineamientos de la “batalla cultural” que, con fervor religioso, activan desde “Las fuerzas del cielo”.

En el encendido discurso de cierre del encuentro de la CPAC, Conferencia de Acción Política Conservadora, celebrada esta semana en Buenos Aires, Javier Milei bajó el decálogo de acción política para los argentinos, que inspiran su misión.

Nunca hay que negociar las ideas para rascar un voto”. Reza el tercer punto de los diez mandamientos mileístas. No queda claro si se refiere a los votos electorales o a los parlamentarios. La tropelía de Kueider contradice la declamada pureza de la praxis política libertaria.

Milei se presenta a sí mismo como alguien que odia la política pero el ejercicio del poder parece haberlo obligado a algunas prácticas que son propias de lo que aborrece.

El prudente silencio de las fuerzas celestiales en torno a la situación de Kueider expone el pragmatismo político que en la práctica contradice el catecismo mileísta.

Javier Milei en la CPAC
Javier Milei en la CPAC

“No soy político, siempre desprecié a los políticos. La sociedad eligió a alguien que pasó 51 años de su vida sin tener contacto con esta colonia de leprosos que es la política”, asegura Milei frente a la derecha conservadora reunida en el Hilton.

“Nos importa un rábano la opinión de los políticos sobre casi todos los temas. Cuanto más votos tiene un proyecto en el Parlamento es peor para la sociedad. Si lo pide la política es un camino equivocado”, continuó.

“Estamos haciendo vanguardia en cómo se hace política, cómo se hace un gobierno, cómo se maneja la economía”, concluyó Milei.

La estrategia electoral desplegada hacia el 2025, en cambio, parece estar completamente alineada con las ideas que mueven la batalla cultural. La demonización del centro político expresada con vehemencia en el noveno de los mandamientos de Milei es tal vez uno de los aspectos centrales de la batalla cultural.

“La única forma de compartir al socialismo es desde la derecha. El extremo centro, sus posiciones y sus herramientas son siempre funcionales a la izquierda”.

“Somos escépticos del consenso, somos escépticos del diálogo. No nos interesa continuar con los consensos de la política, hemos venido a romper con esos mal llamados consensos, lo que ellos llaman consenso es el acuerdo entre ellos, los que quieren mantener el status quo de privilegio para los políticos. No puede haber consenso entre el bien y el mal, no puede haber consenso entre lo moral y lo inmoral”.

La bajada de línea discursiva de Javier Milei cierra perfectamente con las estrategias políticas de sus asesores orientadas a profundizar la polarización con el kirchnerismo y centrifugar el centro político.

El centro es para Milei todo lo que está mal. La caracterización no puede ser más cruda. La retórica del anarcoliberal le dedica su irrefrenable creatividad al “liberalismo derrotista” y todos sus exponentes.

Liberales de copetín, campeones del onanismo, libertarados, imbéciles del centrismo bien pensante. Afuera.

Para el Presidente los partidos del centro son la oposición controlada de la izquierda, garantes de las reformas que legitiman desde posturas de moderación. Los acusa de presentarse como el justo medio pero los muestra como funcionales a la izquierda criminal a la hora de apoyar el aborto, el feminismo radical, el ambientalismo y todas las agendas de lo que llama el “socialismo globalista”.

Milei ubica en este target a todos los “obsesionados por las formas y la tolerancia”. Contra este blanco fijo llama a librar la denominada “batalla cultural”.

Milei lo dijo con todas las letras. Se trata de la política, del poder. Para el anarco capitalista, “dar la batalla cultural es una obligación”.

Agustín Laje en la CPAC (Adrián Escandar)
Agustín Laje en la CPAC (Adrián Escandar)

Agustín Laje, autor de Globalismo y referente ideológico de Milei aseguró en el lanzamiento de la organización “Las fuerzas del cielo”, liderada por Daniel Parisini, más conocido con el Gordo Dan, que la batalla cultural está en su cuarta fase, la de la hegemonía.

“Vine a despertar leones. Los leones cazan en grupo. Son las ovejas las que corren cada una por su lado cuando son atacadas. Por eso en LLA el que se desordena se va a su casa”. “Roma no paga traidores”. “Tenemos que ser como una legión romana. Nadie rompe la formación”. Más claro imposible.

Para el líder libertario, no hay mejor defensa que un buen ataque. “Siempre que recibimos un golpe hay que subir la apuesta y responder con tres”.

El décimo punto del decálogo hace pie en el concepto de manada. Las personas somos meros instrumentos de esta causa y tenemos que estar dispuestos a dar la vida por ello, dice el libertario.

Milei insta a dejar nuestras aspiraciones personales de lado. “No hay lugar para el yo. No hay lugar para mezquindades. Si quieren pensar en la propia váyanse a su casa”. El concepto de libertad personal entra en una zona un tanto confusa. Una cosa es ser liberal o otra, muy distinta, libertario.

En una de sus definiciones más contundentes y curiosas, Milei hizo propia una frase de Lenin “Sin teoría revolucionaria, no puede haber movimiento revolucionario”. La idea cierra perfecto con lo anticipado por el mismísimo Milei en el sentido de que para enfrentar al oponente hay que usar las armas del enemigo.

En el mismo y celebrado discurso de connotaciones casi religiosas, plagado de alusiones al bien y el mal, el cielo y el infierno, el león libertario dice que “el fuego se combate con fuego.”

Quien quiera oír que oiga. El que avisa, no traiciona.

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