Expandirse más allá de las fronteras nacionales siempre representa un desafío. Sin embargo, en un mundo cada vez más globalizado e interconectado, enfrentar ese reto estratégicamente puede marcar un momento bisagra en la historia de una compañía. Esta iniciativa no solo demanda una planificación rigurosa —con extensas horas de análisis y prospección—, sino también la disposición para invertir en una misión ambiciosa, que conlleva altibajos inherentes al panorama global y, particularmente, al latinoamericano.
Se proyecta un crecimiento robusto del comercio electrónico en LATAM, con ventas minoristas que superaron los 117.000 millones de dólares en 2023 y se espera que se dupliquen para 2028, según estudios realizado por especialistas. En ese escenario, la búsqueda de oportunidades en la región para incrementar la base de clientes y reducir la dependencia de la economía local, se ha convertido en una vía natural para diversificar ingresos y fortalecer la resiliencia, al tiempo que impulsa el reconocimiento de marca.
Dar este paso, no obstante, implica desafíos organizacionales profundos. Cada nuevo mercado trae consigo regulaciones diferentes, competencia local y barreras culturales que pueden complicar la adaptación. Por ello, resulta fundamental prepararse para trabajar con equipos distribuidos, gestionar normativas fiscales y laborales diversas, y ajustar operaciones a las normativas locales con el fin de mantener la eficiencia operativa en cada país.
Las estrategias comerciales también deben adaptarse: lo que funciona en un mercado puede no hacerlo en otro. Reconocer y amoldarse a las diferencias es crítico en cualquier proceso de regionalización. Factores como el poder adquisitivo, las expectativas de los consumidores y las festividades locales pueden influir en el comportamiento de compra.
Así, la capacidad de una empresa para conectar con los valores de un nuevo público puede determinar el éxito o el fracaso en ese mercado. En países donde, por ejemplo, se valora la cultura del regalo o las experiencias compartidas, las empresas de servicios en tales áreas pueden encontrar terreno fértil.
En síntesis, la regionalización representa una oportunidad significativa para las empresas argentinas, especialmente en un contexto de inestabilidad económica. Sin embargo, este proceso requiere preparación, adaptación y una visión estratégica en el mediano y largo plazo. Las empresas que logren ajustar sus operaciones a las particularidades de cada mercado y conectar con sus públicos locales no solo podrán mejorar su sostenibilidad, sino también reposicionar su reputación.