Falacias económicas: no se deje engañar

Los conceptos como el Estado de bienestar, un mercado regulado y las conquistas del socialismo, son miradas erróneas de la historia

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Henry Hazlitt utiliza, para explicar la economía y sus consecuencias a largo plazo, el paradigma de una vidriera rota
Henry Hazlitt utiliza, para explicar la economía y sus consecuencias a largo plazo, el paradigma de una vidriera rota

A diario podemos escuchar cómo se repiten afirmaciones sobre economía que carecen de sentido y racionalidad. En este artículo vamos a repasar algunas de las falacias y errores económicos que más comúnmente se escuchan en Argentina y veremos por qué son falsos.

El Estado me lo da gratis

Muchos políticos, especialmente en el Congreso, ya que no están a cargo del presupuesto, actúan como si los bienes y servicios no tuvieran costo. El paraíso terrenal ya no existe y siempre alguien paga lo que se usa o consume. En cuanto a los bienes provistos gratuitamente por el Estado, este solo puede entregar lo que antes cobró a los contribuyentes con impuestos.

Una plaza, la educación o recitales, por nombrar unos ejemplos, solo pueden proveerse gratuitamente porque la sociedad los pagó por adelantado a través de un pésimo administrador que es el Estado. Esto no quiere decir que el Estado no deba entregar gratuitamente ningún tipo de bien. Pero antes debe preguntarse cuánto va a costar, si el valor obtenido para la sociedad es mayor que el costo que tiene, si no existe alguna manera más eficiente de proveer esos bienes y servicios y, sobre todo, si ese dinero no tiene un mejor uso. Nada es gratis, el costo existe y es la sociedad la que lo paga.

La miopía del corto plazo

Como escribió Henry Hazlitt: “El mal economista solo ve lo que inmediatamente llama la atención; el buen economista también mira más allá. El mal economista solo ve las consecuencias directas; el buen economista también analiza las consecuencias indirectas”. Y el ejemplo que usa es muy ilustrativo. Un vándalo rompe la vidriera de un sastre de un piedrazo. A causa de esa rotura, el sastre debe llamar al vidriero y poner un vidrio nuevo. Gracias a eso, el vidriero puede comprar nuevas herramientas y el fabricante de vidrios paga los salarios a sus empleados. Y así puede seguir la rueda y el mal economista ve una reactivación de la economía.

Ahora veamos las consecuencias indirectas. El dinero que el sastre usó para arreglar el vidrio lo dejó de usar para otras cosas o ya no está depositado en el banco y prestado a emprendedores que lo necesitaban para invertir en sus negocios. Lo que sucedió es que la sociedad es más pobre (en el monto de una vidriera rota, que es poco para toda la sociedad, pero no tan poco para el sastre) y no existe ninguna reactivación.

Los políticos solo se fijan en ganar elecciones, suelen elegir políticas que generan beneficios a corto plazo a expensas del largo plazo. Es decir, muchas veces “rompen vidrieras”.

La economía regulada y planificada

Los seres humanos progresamos si cooperamos, la mayor parte de las veces inconscientemente, entre nosotros. La cooperación implica la libertad para buscar, con aciertos y con errores, el propio interés. Es imposible que un grupo de planificadores iluminados pueda definir mejor que el libre albedrío de cada uno lo que le conviene a todos por la simple razón que no conoce las posibilidades, gustos y necesidades de cada individuo. Y si los conociera, estos cambian constantemente.

Aunque suene absurdo, el idealismo del experimento planificador fue llevado a cabo en muchas sociedades a lo largo de la historia. Y hay contrastes impactantes que muestran sus consecuencias: Corea del Norte y Corea del Sur, China del siglo XX y Taiwán, hace unas décadas, Alemania Oriental y Alemania Occidental. Aun sin llegar al extremo de estos ejemplos, cualquier planificación centralizada donde los individuos no pudieran decidir por sí solos hace daño a la economía.

Ante tanta evidencia es sorprendente que todavía haya personas que pidan la nacionalización de ciertas actividades, el control de precios o los impuestos confiscatorios para orientar las actividades productivas. Pero los hay, y en abundancia.

El salario mínimo asegura un piso de bienestar a las personas

El salario mínimo vital y móvil (SMVM) se define como la remuneración mínima que un trabajador debe percibir para cubrir sus necesidades básicas y las de su familia. El Estado lo ha establecido para “proteger” a los trabajadores. Pero, ¿los protege?

En el caso de posibles empleos donde el valor agregado por el empleado no llegue al SMVM, ¿el empleador lo tomaría para perder dinero o directamente no tomaría ningún empleado? La respuesta es obvia, nadie ofrece un nuevo empleo para perder dinero. La consecuencia de implementar salarios mínimos no es otra que la eliminación de aquellos trabajos, por factores específicos de ese empleo o del trabajador, de menor productividad.

Si fuera tan fácil y sin consecuencias poder asegurar un mínimo de bienestar, ¿por qué no ser más generoso y establecer un salario no tan mínimo? Uno que asegure, además de comida y vivienda, vacaciones en el exterior, auto último modelo y la posibilidad de ahorrar sería óptimo; digamos US$ 5.000 por mes. Y ¿por qué no US$ 10.000? Planteando este absurdo, es evidente que cualquier salario mínimo es caprichoso y elimina alternativas laborales, por lo que es dañino para la sociedad.

En conclusión, el SMVM deja fuera del mercado laboral a los menos capacitados que, en general, son los más necesitados.

Las contribuciones patronales las paga el empleador

En la seguridad social la ley distingue entre los aportes del trabajador y los aportes del empleador. Esto no es más que un intento de engañar a la gente.

Al momento de recibir su salario, lo que le interesa al trabajador es el monto neto de bolsillo. En el caso de un empleador, cuando evalúa si puede contratar un empleado y cuanto le puede pagar tiene en cuenta el costo laboral total (bruto + cargas). La diferencia entre estos dos montos, el salario neto y el costo laboral, se la lleva el Estado.

Si el Estado no “mordiera” parte del salario en el camino, el empleador podría pagar al empleado el costo laboral completo, que en definitiva es lo que le cuesta. Que la contribución patronal no sale del bolsillo del trabajador es una falacia.

Las conquistas sociales son gracias al socialismo

El socialismo se ufana de que las conquistas sociales son a causa de sus reclamos, sin darse cuenta de que fue gracias al capitalismo que fue mejorando la calidad de vida de las personas. ¿O es que durante miles de años la gente no anhelaba tener más tiempo libre, vacaciones y poder jubilarse? Antes de los aumentos de productividad fruto de la revolución industrial y el capitalismo no se podía dejar de trabajar porque por más que se trabajara todos los días de sol a sol, escasamente alcanzaba para comer y tener lo mínimo indispensable para vivir.

La capacidad de salir de la economía de subsistencia debido al aumento en la productividad de los trabajos es lo que hizo posible las “conquistas sociales”. Cualquier otra explicación es demagogia o no saber leer la historia.

Estas son solo algunos de los errores económicos que escuchamos normalmente. Corregirlos ayudará al bienestar de todos.

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