La humanidad de los viejos, según Romano Guardini

El papa Francisco llama a los mayores a vivir con fe y esperanza, recordándoles su valor dentro de la comunidad y el acompañamiento constante de la Iglesia

El filósofo y teólogo Romano Guardini

El arzobispo de Santiago del Estero y Primado de la Argentina, Monseñor Vicente Bokalic afirmó: “Los ajustes no pueden hacerse a costa de los jubilados o de los más pobres”. Y tras ratificar la independencia institucional respecto de cualquier poder confirmó que se continuará “en el territorio donde está la vida más amenazada y hay situaciones de inhumanidad” (21 de noviembre, 2024 - La Banda, Santiago del Estero - AICA)

Recuerda el papa Francisco hablando a los abuelos: “Nicodemo le preguntó a Jesús: «¿Cómo puede un hombre volver a nacer cuando ya es viejo?» (Jn 3,4). Esto puede ocurrir, responde el Señor, abriendo el propio corazón a la obra del Espíritu Santo, que sopla donde quiere.” (Primera Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores - 2021).

“Estoy con ustedes todos los días”, dice el papa Francisco a los abuelos

“Queridos abuelos, queridas abuelas… Yo estoy contigo todos los días como les dijo el Señor a sus discípulos antes de subir al cielo. Y yo también les digo a ustedes ‘Yo estoy contigo todos los días’ (cf. Mt 28,20), les hablo como Obispo de Roma y como anciano que soy, igual que tú”. (Papa Francisco ibidem)

Y prosigue diciéndoles: “Toda la Iglesia está junto a ti —digamos mejor, está junto a nosotros—, ¡se preocupa por tí, te quiere y no quiere dejarte solo!”

Recordemos: el papa Francisco, a pesar de tener tantas ocupaciones, atiende audiencias privadas desde las 6.30 de la mañana -este cronista es testigo-; está con los abuelos todos los días del año, diciéndoles que tengamos alegría y esperanza. Y agrega: “Te preguntarás: pero, ¿cómo es posible? Mis energías se están agotando y no creo que pueda hacer mucho más. ¿Cómo puedo empezar a comportarme de forma diferente cuando la costumbre se ha convertido en la norma de mi existencia? ¿Cómo puedo dedicarme a los más pobres cuando tengo ya muchas preocupaciones por mi familia? ¿Cómo puedo ampliar la mirada si ni siquiera se me permite salir de la residencia donde vivo? ¿No es mi soledad una carga demasiado pesada? El Espíritu Santo, con esa libertad que tiene, va a todas partes y hace lo que quiere”.

“La aceptación de sí mismo y las edades de la vida”

Este es el título de una obra del filósofo italo-alemán Romano Guardini, reconocido maestro de Jorge Bergoglio a quien seguimos. ¿Cómo entender esta etapa de la vida que se llama vejez?

Ciertamente, dice Romano Guardini (en adelante R.G.) esta etapa será vivida mal si la persona “está llena de rabia contra la vida que se le escapa, envidia al joven por su juventud… desprecia todo lo nuevo e idealiza todo lo viejo.” Se angustia y desespera (agregamos).

“Sólo envejece de manera correcta -dice R.G.- quien la haya aceptado interiormente y los que no lo hacen sufren la vejez, la encubren”. Por miedo a la muerte. La errónea, esclarecedora y difundida concepción del “ser para la muerte” de Heidegger, descubre esa angustia.

Lo primero es preguntarnos ¿la vejez no es más que el final de la vida? Tras ella ya no hay nada, se dice. ¿O es que el final tiene un sentido propio, incluso un sentido muy bueno y profundo? En todo caso, si tiene sentido, ¿cómo podemos comprenderlo y realizarlo? Se pregunta R.G.

“¿Se deshelará la nieve/cuando la muerte nos lleva?/¿O después habrá otra nieve/y otras rosas más perfectas?/¿Será la paz con nosotros/como Cristo nos enseña?/¿O nunca será posible/la solución del problema?” (García Lorca, Canción Otoñal)

La sabiduría de la vejez y el sentido propio de esta etapa de la vida

“La niñez, la juventud, la madurez y la vejez son etapas de la vida y más se acepte uno a sí mismo en cada etapa, mejor vivirá”. R.G.

Se afirma con razón que la vida finaliza con la muerte pero paradógicamente enseña R.G. que “la muerte es vida y posee sentido en sí misma. Pensemos en el doble significado de la expresión «llevar a cabo» y agrega, «Llevar a cabo»…aquello que se lleva a cabo alcanza su plenitud. La muerte, así, no es la anulación de la vida, sino su suma final…la realización última de la figura de la existencia. Si esto se puede decir de la muerte, tanto más del envejecimiento.”

“La vejez es una forma de vida por derecho propio, cuyo sentido bien se puede determinar mediante la palabra «sabiduría»” señala G. .Con sabiduría el hombre advierte las relaciones existentes entre las cosas; se da cuenta de cómo en virtud de esas relaciones las diferentes disposiciones naturales, logros, ganancias y renuncias, alegrías y necesidades, están determinadas unas por otras, y de todo ello surge ese maravilloso tejido al que denominamos «la vida de una persona».”

Encerrado en el “sí mismo”, es decir, ensimismado, el viejo, no dispone de la sabiduría que la vejez le brinda y no va en camino a una vejez vivida en plenitud. Si comprendemos que la trascendencia de la vejez, última etapa de la vida, también consiste en la coexistencia, descubriremos que ahí radica el sentido de la alegría de vivir y de vivir con esperanza. El camino contrario conduce a la angustia, el aburrimiento y la desolación.

El segundo de los dos componentes del sentido de la vejez es la eternidad

Supongamos que una persona “no se ha entregado a la mera naturaleza y a su supuesto misterio, ni a la mera historicidad o al absurdo de la fe en el progreso. Que en ella está vivo el saber acerca de lo válido y perenne, vivo también lo que en su propia naturaleza se ordena a ello, de manera que lo que tiene en sí misma de inmortal responde a la eternidad propia de Dios.” descubrirá la muerte como inicio de algo nuevo y se preparara para eso.

“En la vejez correctamente vivida va teniendo lugar una especie de preparación para el juicio que se celebrará tras la muerte y frente a frente con Dios. (Esto) confiere a la vejez de los creyentes un sentido del que carece cualquier otra fase de la vida.”

Prolongación de la vida y recortes en la economía nacional

Día a día la ciencia descubre medios para curar las enfermedades y prolongar la vida. Nuestro país entre el servicio público de la salud, las obras sociales y las pre-pagas se cubría adecuadamente a la población. Desde luego los ancianos son el segmento más demanda ese servicio.

Para corregir los desórdenes de la economía no se le pidió un aporte extraordinario a los que más tienen, que son un importante segmento de nuestro pueblo, y si en cambio se impuso un recorte feroz a los haberes jubilatorios, condenando a los viejos a una muerte en vida.

El ajuste y la reducción del déficit fiscal eran absolutamente necesarios para crecer y reducir la pobreza, pero eso no autorizaba que el ajuste recayera sobre los haberes jubilatorios. Es un deber fundamental que la sociedad le de, a la persona que envejece, la posibilidad de que lo haga de manera digna. “Ello no depende de la persona mayor, exclusivamente. Está en función de que su familia y su comunidad, pero también los distintos estamentos del Estado la rodeen de las condiciones de vida que esa persona no puede darse.”

Únicamente reduciendo la función de gobierno a un manejo arbitrario de las cuentas públicas pudo hacerse recaer el ajuste sobre los ingresos de los jubilados. Alcances que el pueblo no votó. Aun cuando los actos administrativos se funden en una norma legal (no declarada inconstitucional todavía), la medida padece de arbitrariedad manifiesta y carece de la legitimidad social que exige una democracia plena (Bidart Campos). Olvida que la más alta autoridad no es el que gobierna, sino el pueblo.

Nuestros gobiernos en los últimos 40 años fueron elegidos por el pueblo, ininterrumpidamente. Los regímenes comunista y nacionalsocialista también fueron elegidos por el pueblo y luego se clasificaba a las personas entre las que debían vivir y las que debían morir. Y a estos últimos se los ejecutaba en la plaza pública o se los confinaba en pogroms, y se los hacía desaparecer en las cámaras de gas. Los actuales tiranuelos populistas de Nicaragüa, Ecuador y Venezuela también fueron elegidos por el voto popular. ¿Acaso eso los faculta para disponer cualquier cosa?

Más viejos, menos haberes, menos medicamentos, menos salud pública, más muertes ¿hacia un gerontocidio?

¿Puede un jubilado que gana 230 mil pesos más el bono de 70 comprar medicamentos que le cuestan 50 o 60 mil por semana sin morir en el intento? Si no toma los medicamentos se muere y si los toma y no come también! Quitarle los medicamentos para controlar o curar enfermedades graves parece ser la forma elegante de eliminar a los viejos y poner equilibrio en la pirámide transformada en un trapecio previsional. Es inhumano. Si tenía una prepaga ya no la puede pagar. La salud pública es incapaz de atender en forma adecuada tanta demanda derivada. Pedir en los hospitales publicos un turno para una ecografía, tomografía o examen coronario, no digamos un PET en el Roffo, lleva de 6 meses a más de un año. Una espera desesperada y desesperanzada.

En la República de Luis Federico Leloir, Bernardo Houssay, César Milstein, Ramón Carrillo, René Favaloro, del actual bio químico Gabriel Rabinovich (quien descubrió técnicas en inmunoterapia para la cura del cáncer -una de las principales causas de muerte en nuestro país y el mundo) se destruye el servicio público de la salud y de la investigación!

No desesperes viejo, a pesar de estos sufrimientos, la vida tiene sentido

Víctor Frankl en su obra El hombre en búsqueda de sentido advierte que el ser humano puede alcanzar cotas de alta dignidad incluso en la situación límite de un campo de concentración. Cuenta, a este respecto, que aquellos prisioneros de Auschwitz que no le preguntaban a la vida qué podía darles todavía sino a quién podían ellos ayudar, tenían fuerza para soportar las máximas penalidades y sobrevivir. No así los que daban por hecho que una vida en tales circunstancias carecia de todo sentido.”

Luego, la muerte llega. En su Vía Crucis, dice el filósofo Romano Guardini: “…en la enfermedad postrera, cuando se sabe que se acerca el fin y ya nada se puede hacer una cosa puede hacerse: reunir en Dios el corazón y la voluntad, apoyarse muy firmemente en la voluntad del Padre dejando a su total albedrío el desenlace propicio o fatal.”

“Señor, yo sé que cuando llegue esta hora, tú estarás conmigo. La fuerza de tu cruz estará en mí y me fortalecerá.” (op. cit. pág. 38, Bs As. San Pablo, 2013).