Cuanto mejor, peor

Lejos de relajarse y gozar de las mieles del momento, las delicias del éxito, endiablan al presidente Milei

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Javier Milei y Victoria Villarruel
Javier Milei y Victoria Villarruel

El presidente libertario que nos gobierna parece haber reversionado la mítica frase atribuida al filósofo ruso Nikolái Chernishevski que maravilló a Vladimir Lenin y que hicieron propia en plena soberbia armada las milicias montoneras.

Del “cuanto peor, mejor” al “cuanto mejor, peor”.

En días epifánicos para el Gobierno anarcocapitalista, en el que los datos de la economía arrojan solo buenas nuevas y las encuestas de opinión registran un fuerte crecimiento de la imágen presidencial en la ponderación pública, el jefe de Estado arremete con una retórica divisiva e incendiaria.

La embestida contra Victorial Villarruel se da en ese contexto. Si la catilinaria que le dedicó a su vicepresidente fue un desborde visceral o si fue parte de una estrategia pensada es, a este punto, irrelevante.

Villarruel fue violentamente desplazada de la escena del oficialismo. No se trató de un mero ninguneo a su compañera de fórmula. Fue una lisa y llana ablación de la “muñeca brava” de las fuerzas libertarias.

“Ella está cerca del círculo rojo y de lo que ella llama la alta política, lo que nosotros llamamos la casta”. Literalmente, la fulminó. Desde este miércoles Villarruel está oficialmente de lado del mal y fuera de todas las decisiones que se toman en el poder.

Ningún “pobre jamoncito”. Milei no está en el medio de nada. Milei es parte de un triángulo de hierro en el que la vice no califica. Milei es Karina y Karina es Milei. Quedó clarísimo.

La “domada” a Villarruel, para hablar con el léxico de las milicias digitales, fue implacable. No admite marcha atrás. La arremetida dejó a Villarruel sumergida en la perplejidad. Corren días de gloria para el Gobierno y nadie se atreve a salir a respaldarla.

Sin guardia pretoriana que le cubra las espaldas, el único apoyo que recibió del senador Ezequiel Atauche fue rápidamente neutralizado por una aclaración del mismísimo jujeño quien calificó de “fake news” la interpretación de sus palabras.

“El presidente tiene sus motivos para no estar de acuerdo con la vice”. El que no se alínea al ciento por ciento es rápidamente represaliado.

Karina Milei y Victoria Villarruel
Karina Milei y Victoria Villarruel

Solo Francisco Paoltroni, desde el ostracismo que a fuerza de sincericidio se supo ganar, ensayó una defensa: “Las críticas a la vicepresidenta son injustas e innecesarias, está realizando un gran trabajo para avanzar con las ideas de la libertad que pregonamos durante la campaña”.

Lilia Lemoine entra en escena con la sutileza que no suele caracterizarla. “Cristina es más leal, es chorra, pero no traicionó a su partido y a la gente que la llevó al poder”. Ella la llama Bichacruel.

Consultado sobre el asunto, Luis Caputo emitió declaraciones más borrosas.”Me llevo bien con Vicky, pero en realidad no tengo relación. Estamos en los dos extremos. Yo estoy en la parte ejecutiva y ella en la parte institucional. Ella lidia con las casta, está ahí con la casta”.

Hasta llegar a la atropellada contra Villarruel, Milei venía viajando a altísima velocidad montado en una retórica recargada. Lejos de relajarse y gozar de las mieles del momento, las delicias del éxito, lo endiablan.

Si alguien esperaba que las “burbujas” del buzo suavizaran sus modos, es mejor que vayan comprendiendo: el conflicto y la confrontación están en el ADN presidencial.

En una entrevista con el tecnólogo Lex Frydman cargó más duro que nunca contra los periodistas: torturadores profesionales, delincuentes, extorsionadores, ensobrados, corruptos. La escalada recrudeció en X, tal vez inspirado por la caja de herramientas trumpista, sumó una advertencia: “Les llegó el momento de tener que bancarse el vuelto”.

Javier Milei entró con los tapones de punta en lo que su numen ideológico, Agustín Laje, llama la cuarta fase de la “batalla cultural”. Una contienda sin cuartel que se libra con balas, por ahora de fogueo, en el espacio mediático y digital.

Agustín Laje - Santiago Giraldo.
Agustín Laje - Santiago Giraldo.

“Somos el brazo armado del Presidente”, bramó Daniel Parisini en el acto fundacional de la organización “Las Fuerzas del Cielo”.

El médico santiagueño más conocido como “Gordo Dan” se pasó de rosca y obligó a salir a aclarar que el brazo de la tropa libertaria solo está pertrechada de celulares. Mucho más preciso y sólido en sus argumentos fue Laje quién en un encendido discurso bajo la línea de para dónde deben tomar.

El titular de la Fundación Faro, a la que los empresarios más poderosos de la Argentina acondicionaron con miles de dólares en la cena de presentación, bajó consignas bastante más inquietantes que las del troll en jefe del oficialismo.

Agustín Laje arengó a la brigada libertaria reunida en el lanzamiento de la nueva agrupación a encarar la última y más agresiva fase de la batalla cultural.

Según Laje la Argentina está partida y está bueno que esto ocurra porque por primera vez en la historia es posible identificar quienes son los buenos y quiénes son los malos, y quien está en cada bando. Para el ideólogo libertario de un lado está la gente del bien y del otro los “zurdos hijos de puta”. O sea, todos los que no están en un todo de acuerdo con la causa mileísta.

Así de claro la tiene Laje, un intelectual capaz de reducir la complejidad del momento en términos conceptuales en extremos sencillos.

Laje acuñó la figura del partido del Estado en el que ubica a todos aquellos que no están ciento por ciento con Milei. Según su prolija descripción a los políticos casta, los periodistas ensobrados, los econochantas, los empresaurios, los sindigarcas, los intelectuales del sistema y los globalistas.

Todos nuestros enemigos están acorralados, le dijo Laje a los ángeles arcabuceros de LLA, al tiempo que los convocó a dar la estocada final. “Nuestros enemigos están en el suelo y no hay que desacelerar, es el momento de poner quinta”. Vamos a estar ocho años y los vamos a aplastar.

Para Laje no basta con reordenar la economía. “Si vienen grandes tiempos de bonanza económica, no nos durmamos en los laureles. No creamos que el pueblo va a entenderlo todo porque puede cambiar su iPhone una vez por año. Necesitamos enfrentar todas las agendas que nuestros enemigos tienen entre manos”.

De lo que se trata es de comprometerse con la batalla cultural que respalda los logros económicos de este gobierno.

“Necesitamos enfrentar todas las agendas de la cultura woke, la de los feminismos radicales, de la ideología de género, del indigenismo, del ambientalismo radical, del racismo invertido”. Todas causas que pueden hacer un daño tremendo, según Agustín Laje.

A los valores que reivindican la consigna madre, Dios, Patria y Familia, Laje llamó a defender el “valor de la vida contra el de los pañuelitos verdes” y el “valor de la virilidad contra las víctimas perpetuas” (dixit).

“Con el celular alcanza. Nadie tiene una excusa para no empezar a laburar”, dijo a modo de conclusión, aunque no faltan en esa audiencia encendida de varones libertarios de que todo puede ser mejor desde una banca. Tal vez por eso algunos ya imaginan que detrás de esta intensidad dialéctica se insinúa una interna entre los pretores mileístas agrupados en las fuerzas celestiales y los territoriales que arrastrándose en el barro de la política pugnan por entrar en las listas que el armador Sebastián Pareja ya perfila para el 2025.

A Dios rogando y con los celulares dando.

Los resultados que trascendieron de la última encuesta de Poliarquía suma estrellas en el hoy luminoso firmamento del oficialismo.

Según los últimos datos conocidos, la imagen de Javier Milei subió 4 puntos en relación a las últimas mediciones, llegando a los 56 puntos. Por encima de los 54 puntos de Macri en su primer noviembre. El 45% de los consultados es optimista en cuanto a la situación económica general y el Índice de optimismo de la ciudadanía está en alza.

Lejos de aplacar los ánimos presidenciales, Javier Milei acelera destemplado. Cuanto mejor, peor. En el trayecto no vacila en cargarse a quienes entiende pueden no están dispuestos a alinearse al 100%. Un derrotero implacable y disciplinador. Está librando la cuarta fase de la batalla cultural, la de la hegemonía.

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